domingo, 14 de noviembre de 2010

MAÑANA EJEMPLAR


Excursión sabatina aprovechando el increible buen tiempo con el que hemos amanecido, luce el sol, hace calor como para ir en camisa, apetece una caminata campestre, una comilona casera, seguro que también caen culetes de sidra. Y en esas estamos, de camino a un pueblín que han recomendado a mi señora por ser harto pintoresco y tal, con título de pueblo ejemplar, que es una distinción que cada año otorga el Principado a los pueblos o aldeas se ponen guapines para la cosa esta del turismo, aunque también hay que señalar que en el caso de San Redro de Paredes una de las razones principales, cuando no la principal, para obtener dicho galardón,fue su total oposición a la explotación de una mina de feldespato en la comarca. Estas iniciativas han encontrado una perfecta simbiosis con el constante mantenimiento y revitalización de las formas de vida tradicionales, de las diferentes artesanías o de las más arraigadas tradiciones populares.Como el tiempo se presta a ellos disfrutamos un montón con el paisaje en todo su esplendor otoñal, la policromía de ocres, bermejos y cardenillo de la hojas, el verde extraordinariamente refulgente de los prados a medida que ganamos altitud, los remolinos mágicos de la hojarasca a nuestro paso por efecto de las ráfagas de viento, la sombra estriada del bosque que atravesamos camino de la Espina en compañía de castaños, fresnos, alisos, chopos algún roble y abedul a lo lejos, pero sobre todo, cómo no, la presencia ya masiva de coníferas, en especial la del intruso pero muy rentable ecualipto que nos recuerda el proceso imparable de banalización del paisaje.

El camino hasta la bonita estampa de casas blancas de la aldea de San Pedro de Paredes transcurre así de bucólico y no menos tortuoso. Ya en el pueblo se impone una sidra en la terraza de uno de los dos o tres bares del pueblo, ambiente de chigre rústico, de chigre de pueblo donde lo mismo te echan un culín que te venden una bombilla, en el televisor a todo volumen un progama de la televisión asturiana con mucha gaita, el paisanaje saluda abiertamente, el camarero es atento, simpático y parlanchín; tampoco nada del otro mundo por esta tierra, donde la amabilidad se da por hecho, lo que para uno que viene de otra donde lo mejor que te puede pasar cuando visitas un pueblo, una aldea, es que no te echen al perro, pues eso, que reconforta y mucho constatar que por muy apartado que esté un lugar eso no és óbice para que a diferencia del terruño de uno los paisanos no te vean siempre, no ya como un extraño, un forastero, sino más bien como un sospechoso, alguien que sólo puede venir a joder, a saber además de dónde, como que con sólo ser del valle de al lado eso ya te convierte en un hijo de puta en potencia. A continuación un paseo desde la iglesia al riachuelo que rodea el pueblo. Agua cristalina como pocas, agua salvaje, dicen que aquí todavía pescan el salmón, a saber si será el que le ponen a Cascos todos los años. También subimos, subo yo tirando del cochecito del nene, hasta las viejas escuelas, un edificio sorprendente por su tamaño y su estado de conversación que hoy en día alberga el centro de asistencia médica de la zona. La vista es impresionante, como de costumbre, en esta tierra no hay ningua que defraude, de hecho para mí ni siquiera las de las cuencas mineras, todo tiene un encanto muy especial, genuino, es lo que tiene la disposición de querer ver las cosas con buenos ojos.

La comida en uno de los dos baretos o así del pueblo, desmiente con creces el topicazo al uso sobre la excelencia de toda cocina casera y tal, como si sólo por el hecho de encontrarse a tomar por culo una cocinera tuviera que ser algo así como un diamante bruto o por el estilo. Simpatía toda la que quieras, de esa que hasta te acaricían el cogote del niño. Pero coño, en qué parte del globo terráqueo se desconoce que la patata para los guisos hay que cascarla y no cortarla a cuchillo o con máquina. Pues parece ser que en esa casa de San Pedro de Paredes. Y aún así el pote, que es plato inexcusable de cualquier menú en cuantico te alejas un poco de Oviedo, y que a mí me gusta a rabiar, muy por encima de la famosa fabada, porque contiene fabas, patatas, berza (recuerdo que aquí le dicen esto a la hoja de la planta y que a lo que nosotros llamamos berza simplemente repollo)y compango (sacramentos). El segundo gran variedad, a elegir entre cerdo y cerdo (chosco, lacón o costilla, de cerdo, por supuesto), detalle para no olvidar que estamos en la parte astur-galaica de la península con su pasión, dicen que céltica, por el gorrino a todas horas y en todos los platos, vamos, como Asterix y Ovelix con el jabalí. Comida casera, sí, no especialmente para echar cohetes en comparación con la mayoría de otras excursiones. Pero bueno, al menos hay que reconocer lo rápido que se han adaptado a los tiempos, dos menus rustifamiliares con botellica de Paternina por cuarenta y pico euros, vamos, ni en Casa Conrado de Oviedo.

Luego de vuelta a casa casi en plan carrera de obstáculos, vamos, que con esto del temporal no había pocas ramas ni nada en la carretera. En fin, nada como una mañana de sábado en familia, quiero decir, los cuatro.

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