domingo, 19 de enero de 2014

LA COSA...



Impresionado por el artículo a doble página de César Molinas en EL PAÍS sobre Cataluña, si bien no tanto por lo que dice, en general disquisiciones historicistas bastante discutibles como esa de reducirlo todo a un problema de enclaje histórico de un país del Norte, Cataluña, en otro sureño, España (¿es Cataluña el único territorio de verdadera inspiración europea? ¿Acaso la monarquía astur-leonesa que luego deriva en el Reino de Castilla no lo es en su esencia cristiana, visigoda e hispanorromana? ¿El nacimiento de los reinos de Navarra y Aragón no responden también y a su manera a esos influjos europeizantes del otro lado de los Pirineos? En fin, debates historiográficos más o menos tendenciosos o reduccionistas, en este caso me temo que para avalar teorías personales más que otra cosa, y que probablemente escapan a la comprensión de la mayoría, que enervan a ésta por eso mismo. Pero ahí esta lo sorprendente entre las noticias de oficio sobre el tema catalán hablando de la imposibilidad o el absurdo de embate independentista, un artículo como el de Molinas que, apostando por la permanencia de Cataluña en España, plantea un debate más amplio, arriesgado, acaso esencialmente intelectual, en contraste con lo que impera en esto de la cosa pública, es decir, las descalificaciones por principio, la rotundidad de los principios inamovibles de unos y otros, el blanco y el negro como únicos campos entre los que se mueve la mayoría de las opiniones, el desprecio instintivo, ancestral incluso, hacia el otro y lo suyo, y, muy en especial, lo que yo llamo efecto espejo y que no consiste en otra cosa que en acusar al otro, del centro a la periferia y viceversa, de ser y comportarse exactamente igual como es o piensa él pero con distinta bandera o fidelidad, o lo que es lo mismo, de la incapacidad innata de la mayoría fuera de las llamadas nacionalidades históricas de entender la complejidad y hasta la misma existencia del hecho nacional de otras partes de España como consecuencia de siglos de educación en la idea del Estado-Nación, nunca plurinacional, y que es, precisamente, lo que los nacionalismos periféricos plantean como respuesta a su vez, otros tantos estados nación, los suyos, siquiera como única salida hipotética a la supervivencia de sus lenguas y culturas, a su identidad, por lo general negada o minusvalorada, dentro de un estado que en el fondo jamás ha renunciado a su pujo uniformador, exclusivamente castellanizador, y demostrando a su vez la misma incomprensión interesada o no de lo que es la realidad histórica y pluricultural de España. En fin, ya me estoy alargando necesario en esta reflexión dominical en un insoportable día de lluvia, y lo mejor que ese mismo periódico también trae hoy un artículo de Juan Goytisolo del que extraigo estos párrafos que resumen de alguna manera buena parte de esto que escribo aquí sin saber muy bien por qué.

"Hay lo nuestro y lo ajeno, un nosotros y un ellos, y la historia concebida en estos términos se identifica con el ideal patrio y se defiende con uñas y dientes. Más que de historias cabe hablar de mitologías y dichas mitologías nacionales y crónicas supuestamente verídicas, sujetas siempre a una interesada manipulación, fueron escritas, tachadas, reescritas y expurgadas al hilo del tiempo de forma que una vez asumido tal apriorismo lo opuesto a una leyenda no es una tentativa de aproximación a una verdad siempre relativa sino una nueva manipulación o refrito. En el contexto de la “historia nacional” no prevalece el afán de conocer sino el de protegerse al revés de él, en la medida que no se ajusta al enfervorecido relato patriótico."

"En vez de sumar se resta y se niega la riqueza de la diversidad. Escuchar las presuntas verdades macizas de los voceros de la FAES y de su simétrico contrapunto de algunas de las conferencias auspiciadas por la Generalitat resulta penoso en la medida en que se sacrifica en una caso la verdad de una larga opresión cultural y en el otro una no menos significativa convivencia. Tener dos lenguas como Cataluña es mejor que tener una y tener tres sería mejor que tener dos. La lección de Corominas como la de Llull y Gaudí rebasa los límites del amor propio herido y ejemplariza el valor de la diversidad."

CONTRA EL MONÓLOGO A DOS VOCES - Juan Goytisolo

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