sábado, 12 de septiembre de 2015

FATIGA



La Diada, el Process, Mas y el Junts pel el 3%, Morenes y prietas las filas ante la amenaza secesionista... Bufff, qué pesadez, madre, qué fatiguilla torera y olé. Ayer en una comida con gente que no os importa, una señora y doctora jubilada, dato que añado para señalar que no estamos hablando de alguien que se nutre esencialmente de lo que escribe Tomás Gómez-Díaz Roncero en AS, en respuesta al comentario completamente inocente de su hijo acerca de que le había llamado la atención que en Noruega todo el mundo exhibiera en sus casas la enseña nacional al igual que en los EE.UU, la madre se descuelga con el comentario de que ojalá pasara lo mismo en España, esto es, que no hubiera más que una sola bandera y a ser posible exhibida con orgullo en cada casa. El comentario, ni qué decir, hacia referencia al inmenso fastidio que a la señora en cuestión le provocaba la cosa catalana y ya casi por extensión todos y cada uno de los nacionalismos o particularismos periféricos (el otro, el nacionalismo español, por supuesto, no existe, poco importa que uno proponga hondear la rojigualda en cada caso, eso no es nacionalismo, los nacionalistas siempre son los otros...) que cuestionan esa bandera que ella colocaría en cada una de nuestras casas. Evidentemente no es una cuestión de trapos sino de lo que representan. De ese modo, cuando alguien añora una sola bandera, la rojigualda, en cada casa lo que está diciendo en realidad es que ojalá no existieran los particularismos, las identidades que representan e identifican esas otras banderas con sus lenguas y culturas propias, con su Historia y sus instituciones y leyes particulares (la señora, aquí también ni qué decir, aborrece del Concierto Vasco al que considera un privilegio del mismo modo que la inmensa mayoría de los vasco-navarros lo consideramos un derecho histórico irrenunciable, acaso mejorable, porque en este caso sí, en este caso el fuero estaba antes que el huevo, la hacienda propia antes que la Agencia Tributaria o todo lo que precedió a ésta, y quitar a las bravas aquello por lo que tienes apego en mor de la uniformidad de marras pinta mal, apesta a imperio donde no sé pone el sol y café amargo para todos). La señora, en resumen, está muy por la uniformidad, la tabla rasa antes comentada, todos cortados por el mismo patrón y así para que no se desmadre la peña con sus tonterías, catetos, que "semos" todos unos catetos, probablemente convencida de que el ideal hispánico no es otro que una sola patria, una sola lengua, un solo ideal de destino en lo universal. Vamos, que la señora en cuestión, con un amplio historial de progresía a sus espaldas según ella, no sólo era muy de entender España desde la reducción a lo más simple, una patria, una bandera, sino que paradójicamente también había llegado a la conclusión de que el ideal de España es ni más ni menos que el de un tal Francisco Franco Bahamonde. Y claro, escuchado lo que había que escuchar, cómo no elucubrar con lo que hubiera pasado en aquella mesa si la mayoría de los comensales hubieran aplaudido al unísono el comentario de la señora con la excepción de un invitad@ de, por ejemplo, Barcelona y contrario a la independencia de Cataluña, pero no por ello menos catalán de lengua y cultura, o no, qué más da. Pues hombre, no me cabe la menor duda de que el invitad@ en cuestión hubiera pensado de inmediato: "¡Hostí tu! l Van a tenir raó el Mas i el Junqueras, aquests ens odien; els encantaria una Catalunya sense catalans."


Otrosí. El artículo de mi aborrecida Isabel Coixet sobre los indiferentes, los escépticos por principio, los tibios, los que nos sentimos igual en casa -sin especificar si bien o mal...- que en cualquier otra parte sin que por ello reneguemos de lo nuestro y hasta lo defendamos cuando lo consideramos necesario y viceversa, o dicho en boca de los más entusiastas de la independencia de Cataluña "manque pierdan...", toda esa recua de "botiflers, españolazos, charnegos, desgraciados y hasta cosmopolitas." Un artículo soberbio por parte de la directora de cine que más me ha sacado de mis casillas, sus pelis y ella misma. Un artículo con el que no he podido sentirme más identificado, sobre todo con eso de ""La idea de España no nos fascina, pero no nos repugna". Porque sí, mira tú, cada vez me ponen más de los nervios los de las verdades como puños o las certezas a prueba de bomba, los convencidos que te hablan con pujo evangélico, "pásate al lado bueno de la fe, pásate, te esperamos..." Siento tanto miedo como vergüenza ajena de los que manejan credos antes que argumentos, de los que son incapaces de ver más allá del blanco y el negro y de ahí que exijan adhesiones inquebrantables o única bandera en cada casa. Sospecho que la mayoría de las veces se trata de un maniqueísmo auto inducido para hurtar cualquier debate medianamente inteligente, de ideas y datos. Es lo que respira uno a diario y en todas partes, un rechazo visceral por el Debate con mayúsculas, un desprecio absoluta hacia las ideas ajenas o contrarias por principio, un ánimo descalificador antes que discutidor, los tíos con el garrote de Goya y para de contar. Dudar, vacilar, cuestionar, discutir, te coloca de inmediato en el bando contrario del que tienes delante, si te descuidas hasta te cuelgan la banderita que a ellos les conviene para justificarse a sí mismos el asco que les provoca tu tibieza o tu escepticismo. No importa el bando ni la bandera de turno, los convencidos por principio, los entusiastas pese a lo que pese, les digan lo que digan, necesitan rodearse de individuos de su mismo pelaje, devotos de su misma fe, el resto, los de las pegas o las dudas de unos y otros, somos los aguafiestas de turno para ambos bandos, mejor estarse callados, eternamente bajo sospecha. Y no se trata de equidistancia, no, sino más bien de todo lo contrario, de una apuesta muy concreta por una idea de España plurinacional antes que uninacional, una idea de país o estado basada en la convivencia entre diferentes e indiferentes, una casa común abierta, generosa, en la que los que quieran estar lo hagan porque así lo desean y los que se quieran machar puedan optar a ello sin que eso suponga el acabose de una cierta y nebulosa entidad supranatural llamada España.

Y con todo, y aunque dudo de que sean muchos los que han llegado hasta aquí, después del atracón de esta mañana de artículos y comentarios sobre la Diada y toda la martingala alrededor de ésta, ha sido en la crítica de Carlos Martínez Shaw al libro de Cataluña Mínima de Jordi Canal, donde he encontrado el párrafo que mejor condensa a mi juicio todo el embrollo que nos ocupa:

"Pese a que Cataluña es una sociedad mestiza (donde se lee por igual a Montserrat Roig y a Manolo Vázquez Montalban y donde Lluís Llach convive con Miguel Poveda), no menos cierto es que existe un profundo sentimiento de identidad diferenciada. De ahí que, como concluye Jordi Canal, el proceso independentista no pueda ser despachado simplistamente (aunque ambos datos sean ciertos) enfrentando los errores del Gobierno catalán (que ha disimulado con el rearme nacionalista su política de recortes y corruptelas) a la parálisis y el cerrilismo del Gobierno Español del Partido Popular . Sin duda habrá que buscar (y pronto) una solución verdaderamente imaginativa."

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