viernes, 11 de septiembre de 2015

MADRID 1940 - FRANCISCO UMBRAL



Leer a Umbral sin Umbral, esto es, sin que el personaje te joda el texto, sin toda la mierda banderiza y cainita al uso de la chorrada esa que llaman "La República de las Letras", resulta una gozada. Si ya disfrutó uno con el César Visionario, Mortal y Rosa, Las Ninfas, Memorias de un niño de derechas, Trilogía de Madrid, Las señoritas de Aviñón, El socialista sentimenta... y luego ya el hastío o desengaño que resulta de leer a un autor compulsivamente a sabiendas de que no es oro todo lo que reluce, sino más bien que intenta sacar oro hasta donde ni siquiera hay plata, vuelvo muchos años después a Umbral y confieso que me ha encantado este Madrid 1940. Me ha resultado más Umbral que nunca. Un Umbral de solera que no tiene que demostrar nada, un Umbral dueño de un estilo que hace que su texto surque las hojas del libro más por éste que por su historia. Un Umbral que deslumbra por lo libre y descarnado de su literatura, no ya sin concesiones a los meapilas de la corrección sobre todas las cosas, sino con ganas de escandalizar a estos a conciencia, con mala baba incluso, que procura equivocar, molestar, todo lo que puede con la aparente frivolidad con la que el hijo de puta de su protagonista relata, enmarca, una época y sus gentes, destacando con ello lo terrible, sórdido, cruel, de aquellos años cuarenta madrileños de la Victoria. Pues eso, escritura con voz propia, para muchos molesta, irritante, indecente, para otros deliciosamente libre, mordaz, incisiva, y por qué no, también, también muy divertida. Luego ya, eso sí, cuando el tono y el estilo ya ha dado todo lo que tenía que dar y la historia que aparentemente la sustenta no dan para más, pues el libro se precipita hacia la nada y su autor echa la persiana como el que no quiere la cosa; si buscaban un folletín al uso, se siente, aquí se hacen retratos de época en negro sobre blanco, eso sí, con mucha lírica y no menos coña o mala leche, eso es todo amigos, que tampoco es poco, ni mucho menos.

“Hay muertos en los talleres de Pacífico, la represión de Madrid se está haciendo a conciencia, menos mal, hay muertos en la carretera de Chamartín, afeitados por la luz de la luna, hay unos trescientos muertos diarios, me parece que la cosa no va mal, la checa de Génova funciona al máximo, y yo tengo una Star nuevecita, bilbaína, de un negro que azulea de un azul que negrea, pero sigo pensando que la delación es más intelectual que el crimen, yo ante todo soy un intelectual.”

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