viernes, 28 de febrero de 2014

COMEDOR



Creo que le hemos dado a mis hijos una de las mayores alegrías de su vida. Sí, solo había que ver el brinco que pegó anoche el mayor cuando se lo contó su madre o la cara de, primero incredulidad y luego de felicidad infinita, del pequeño hoy nada más despertarse. Ya no van a ir más al comedor los dos días a la semana que iban coincidiendo con la actividad extra escolar. No van a ir porque hacía ya tiempo que andábamos con la mosca detrás de la oreja a cuenta de la calidad de la comida y aún así servidor pensaba que eran exageraciones del mayor, tan parecido a su padre en eso de sacar las cosas de madre y hacer castillos de granos de arena, tan comodón por otra parte, como todos los críos. Pero es que tampoco el pequeño quería ir ni atado, que me contaban que en las últimas semanas cada vez que le tocaba ir al comedor se pegaba unas lloreras de padre y muy señor mío, y eso un crío que por lo general prefiere que lloren otros antes que hacerlo él, se entiende. 

Pues no, resulta que hablando con otros padres, que consultando a otros críos mayores que los míos incluso, ayer confirmé, más bien descubrí asustado, que las quejas del mayor no eran exageraciones o meras excusas para no ir al comedor; coincidían en todo y casi que también palabra por palabra. La comida no gusta a nadie, más aún, la mayoría la califica de asquerosa; legumbres sin sacramento/compango alguno -ya no digo unas fibras de jamón o un dado de chorizo, sino sin acompañamiento alguno, esto es, sin trozos de patata, zanahoria o cualquier otra verdura, el caldo pura agua como todas las salsas, la carne de un sabor y color repelente, la supuesta merluza o lo que sea en salsa amarilla otro tanto, vomitiva es el adjetivo más repetido, el arroz y la pasta, la pasta que gusta a cualquier crío, un mazacote frío y pasado la mayoría de las veces con apenas tomate, queso o cualquier otro acompañamiento. Tal es así que ante el aluvión de quejas la empresa se comprometió a hacer una especie de cata a ciegas entre los padres. El resultado no pudo ser más negativo; una de las madres elegidas para la cata que probó la carne aseguró que no la repetía dos veces, que con una ya le bastaba para saber que aquello era incomible; el resto más de lo mismo. La empresa, claro está, se comprometió a mejorar la calidad, vamos, como si eso hubiera sido secundario hasta el momento, como si su única preocupación hubiera sido ajustar precio y, por lo que se ve, a toda costa. 

Pero claro, ni servidor ni su madre estamos dispuestos a esperar que la empresa de catering cumpla su palabra, si la cumple. No estamos dispuestos a que tengan que comer -o intentarlo, porque tememos que el pequeño, siendo como es, se niegue a comer y le obliguen a hacerlo, y de ahí sus lloreras cada vez que le toca ir al comedor- la bazofia que se sirve en el colegio público al que acuden y cuyo servició de cocina fue privatizado hace años con la excusa, tan recurrente y falsa de acuerdo con no pocos precedentes, de que salía más barato y además también más eficiente. Nada que ver, como me decía una profesora esta mañana, con la comida que preparaban las cocineras de antes. Pero claro, dirá el liberalote de turno, esa profesora que ensalza el buen hacer de las cocineras de antaño a cargo de la administración será con toda probabilidad la típica funcionaria pública enemiga de la libre empresa, vamos, una comunista camuflada o algo por estilo. Pero no, es de cajón, porque si hogaño el servicio de la empresa de catering, el cual pagamos debidamente los padres, no sólo resulta insatisfactorio, una verdadera tomadura de pelo, sino también un peligro por lo que tiene de malnutrición para nuestros hijos, de eficiente nada de nada, peor aún, para mí roza lo criminal, no olvidemos que estamos hablando de críos. Ahora bien, supongo que ahora un furibundo "popperiano" sin fisuras diría eso tan manido de "si no es satisfactorio, busca otro, vamos, la ley de la oferta y la demanda". Pues no, chato, ya podría ser, ya, pero aquí no decide el consumidor directo, los nenes y en su defecto sus progenitores, sino la administración, responsable última de que por ahorrarse unos duros, por primar eso en exclusiva, la empresa que ellos han contratado estén engañando y puede que hasta envenenando a nuestros hijos a saber con cuánta complacencia por su parte, no quiero pensar, de momento. "Pues los llevas a un colegio privado y así podrás elegir...", pues no me da la puta gana, majo, maja o lo que seas, tampoco puedo y además creo que la enseñanza debe ser pública, universal y gratuita, con todo lo que eso conlleva.

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