lunes, 9 de junio de 2014

DE SACAR LA ILUSIÓN A LA CALLE



Las cosas como son. El sábado a la tarde acudimos en Oviedo a la manifa a favor del referendo para elegir el modelo de jefatura de estado, vamos, por la III República para no andarnos por las ramas como de costumbre, y, sin ser un fracaso porque haber estábamos unos cuantos, la verdad es que no tantos como para que la asistencia no fuera la esperada en unas circunstancias como las que todos conocemos. A decir verdad, el contraste entre el supuesto compromiso con la causa en cuestión de los manifestantes y la indiferencia general del resto de la ciudadanía que disfrutaba de una gloriosa tarde de sábado estival tomando sus refrescos en las innumerables terrazas esparcidas por todo el centro de Oviedo, era algo más que evidente, puede que hasta hiriente. Y por si fuera poco, y esto lo escribe un tipo que ha ido a multitud de manifas desde que tiene uso de razón, los convocantes de la manifa demostraron una más que evidente falta de organización, me atrevería a decir que casi hasta desidia, al final de la misma, pues la persona que debía dirigirse a la gente concentrada en la Plaza Porlier apenas parecía querer hablar para alguien más que no fuera el corrillo de afines que la rodeaban dejando al resto en la incertidumbre de si todo acababa allí, si iba o no iba a haber discurso de cierre, de si marcharse, quedarse, echar unas sidras en los chigres de los alrededores, tararear por enésima vez los de "si los curas y frailes supieran...," yo qué se. Eso y que de vez en cuando hay que convenir con ciertas críticas del adversario, en concreto esa acusación por parte de los monárquicos de que la reivindicación republicana parece ser exclusiva de la izquierda, de una izquierda concreta, y no el movimiento heterogéneo a derecha e izquierda que debería esperarse de un asunto de semejante calado. Lo digo porque la casi omnipresencia de banderas del Partido Comunista junto a la tricolor parecía apuntar a esa apropiación de la causa republicana por un grupo concreto, lo cual no anima precisamente al resto a sumarse a la misma. Y si a eso sumamos la nota folclórica de un tipo ataviado de arriba abajo de rojo y negro, con gorra incluida y bandera de la CNT en la mano, que ya me dirás tú que hace un anarquista reivindicando un sistema cuyos correligionarios contribuyeron denodadamente a su destrucción; pues eso, cómo evitar el regusto por una convocatoria en la que un servidor hubiera esperado no sólo más afluencia sino también eso que está tan de moda ahora, más transversalidad.




Nada que ver, en cambio, con la convocatoria de ayer domingo en el País Vasco-Navarro, la cadena humana que unía Durango con Pamplona para reivindicar el derecho a decidir de los vascos y a la que se sumaron no sólo partidos nacionalistas y algunos de la izquierda estatal, sino también personalidades y grupos socioculturales de todo tipo. Servidor tiene sus dudas acerca del trasfondo práctico de un acto de semejante calibre a tenor de que todavía no hay proceso independentista alguno en marcha a imagen y semejanza de lo que sí ocurre en Cataluña, que de momento nadie ha lanzado propuesta alguna de la seriedad y gravedad de la catalana. No obstante, y aunque sólo lo fuera a modo de ensayo de lo que está por venir, que seguro que lo está, es evidente, y esto por muchos recelos que suscite en un servidor actos de este tipo en un país que todavía no ha acabado de cerrar sus heridas tras décadas de violencia y el hecho indiscutible de que una cosa son las ansias independentistas de buena parte del nacionalismo vasco y otra muy distinta las prioridades del conjunto de los ciudadanos vasco-navarros (de ahí que dijera en mi anterior post en euskera que tenía la impresión de que algunos siguen confundiendo Euskalerria -el País de los Vascos- con Abertzalerria -el País de los Nacionalistas-), que hay reivindicaciones que cuentan con un verdadero apoyo entre buena parte de la ciudadanía, siquiera en una zona concreta, reivindicaciones que ya son centenarias y que por mucho que disgusten algunos, que intenten incluso obviarlas, están ahí, latentes o no, pero no se pueden arrancar de cuajo, tarde o temprano tomarán la misma forma que ya han tomado en otros rincones del Estado, por lo que no estaría de más que éste supiera ya cómo afrontar éstas haciendo gala de un verdadero talante democrático y no sólo como defensor de unidades de destino en lo universal sin discusión posible que sólo llevan a lo que llevan, a negar la realidad que tienes delante de los ojos, incluso a tirar piedras sobre tu propio tejado ahondando innecesariamente la brecha, que no hay mayor instigador del nacionalismo que otro nacionalismo, sobre todo si éste lo es con un Estado a sus espaldas y todo lo que eso representa.

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