No hay dos sin tres, así que por fin me bajo andando hasta Vitoria por el bosque de Armentia sin tener que tirar de los críos y todavía menos aguantar sus quejas, lloriqueos y reproches, que si los machaco y tal porque soy un padre desalmado que no quiere que estén todo el puto día encerrados en casa con sus maquinitas. Por fin solo pero no tan tanto, porque el de Armentia es un bosque periurbano y hay días que el camino está tan frecuentando que parece la Gran Vía de cualquier ciudad. Tanto como que hasta te da tiempo de hacer un poco de sociología de barbecho a cuenta del tropel de individuos que te encuentras a tu paso. De ese modo, y tras observar, no sólo hoy, sino la tira de veces que ando por éste y por otras veredas parecidas, con cierto detenimiento, puedo establecer que hay dos grupos principales; el de los jóvenes deportistas y el de los jubilatas entusiastas. El primero por dos aspectos. El primero el atuendo, ropa de deporte, de marca en su mayoría, mucho short, camiseta, zapatos en plan atómico, algunos incluso se ponen una cinta en la cabeza o llevan una especie de cantimplora a la cintura. El segundo la falta de urbanidad o educación de la mayoría de ellos, pues son el grupo por excelencia que, absorto como ésta en batir records consigo mismos, suelen pasar por tu lado sin dirigirte ni siquiera una mirada, ellos a lo suyo, llamémoslo autismo deportivo. A este grupo pertenecen los kamikazes de las mountainbike, los fanáticos del footing, trenkking y hasta algún que otro ertzaina korrikalari (si Robin Hood levantará la cabeza, ya ni en el bosque estamos a salvo del brazo...largo de la ley :-)). Claro que exagero, claro que de entre estos hay muchos que no te niegan un saludo, un "aupa" o siquiera un epa o "iep" todavía más cortos, que mira es corto que casi ni te da tiempo a activar el cerebro adormecido por el ejercicio o así. Pero también es cierto que según mi experiencia el porcentaje de autistas aumenta alarmantemente a medida que baja la edad de los mismos; hoy mismo he saludado a un crío que iba mirando a las moscas, o comiéndoselas, no sé, y juro que casi le da un infarto, que no se ha tapado la cara con el brazo de milagro en previsión de una hostia por mi parte o algo por el estilo, yo por lo menos me he quedado con las ganas. En fin, vayamos a por el segundo grupo, el de los jubilatas entusiastas. A mí me emocionan, me encanta cruzarme con ellos. No sólo te saludan "comme il faut" sino que además lo hacen efusivamente, "¡hasta luego, majo!", algunos incluso hacen amago de querer iniciar una conversación "¿Buen día, eh? ¡Ya era hora de que saliera el sol, porque...", momento, claro está, que una cosa es la urbanidad y otra el masoquismo, de aligerar el paso todo lo que se pueda. Ya digo que me encantan los jubilatas entusiastas, y no sólo porque gracias a su buena educación casi que recuperas la confianza en la especie humana, sino sobre todo por su ejemplo. Sí, porque a diferencia del resto, que al igual que un servidor por lo general vamos ataviados con un short y una camiseta cuanto menos del Decathlon, los jubilatas salen a pasear como han hecho toda la vida, como hacía la mayoría de ellos en sus pueblos cuando eran chavales, que a ver que es eso de disfrazarse de mamarracho para ir a por higos, que no verás a uno de ellos en chandal o pantalón corto si no es porque se ha escapado de la residencia harto de aguantar a las enfermeras o de las visitas de la parentela. Y si eso, vamos, si aprieta mucho la calor, y como única concesión a la tontería esta de salir al campo como si fueras de expedición a la selva amazónica, pues los verás con un pañuelo en la cabeza a modo de sombrero o con la camisa desabrochada o quitada luciendo barriga y arrugas. Ahora bien, a saber si cuando lleguemos los demás a su edad no pasa otro tanto con nuestros hijos o nietos, que nos verán trotar por esas veredas con nuestra ropa del Decathlon mientras ellos van con sus vestidos digitalizados y de fibras sopersónicas o así. Y eso si no les da, en una de estas piruetas de la moda, por ir ya directamente en bolas con una crema por encima como única protección. Entonces sí, entonces también nosotros seremos dignos de admiración y provocaremos la ternura de un soplagaitas como un servidor.
sábado, 28 de junio de 2014
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