viernes, 20 de junio de 2014

POPULISMO MONÁRQUICO



Del discursito de nuevo rey casi nada que destacar, nada que no fuera la previsible y casi que obligada defensa del sistema que encabeza, vamos, los mantras de rigor, repetidos hasta la saciedad a lo largo de casi cuarenta años, al estilo de "sin mí no hay democracia, hay ruptura, anarquía, revanchismo, el caos en suma", la reafirmación de España como una nación en exclusiva, donde, eso sí, los que consideran que ésta no está formada por una sino por varias, tanto con sus particularidades socio-culturales como con sus lazos históricos para con el resto (e incluso, o también, con Hispano-américa en lo que sería una idea de la hispanidad más allá de los estrechos límites de nación española tal cual), pueden protestar todo lo que quieran, pero nunca aspirar a cuestionar la concepción uninacional del estado. Porque sí, en su España "caben todos los sentimientos y sensibilidades, las distintas formas de sentirse español", pero nada dice de los que españoles que quieren dejar de serlo, de cómo afrontar el reto de éstos en el caso de ser mayoritarios en sus respectivos países. Nada porque España se define sobre todo por lo que no es, y no es el Reino Unido donde ante una demanda así se organiza un referendo como Escocia, y tampoco es Canada por más de lo mismo. España y su rey no están para convencer a los españoles que no quieren serlo de las ventajas y razones para seguir siéndolo, eso de discutir, argumentar, convencer, apelar a la democracia como valor supremo, no va con la esencia de esta España, con prohibir constitución en mano ya tienen bastante, faltaría, siglos de intolerancia institucional y de Santiago y Cierra España no pasan en balde.

Y luego varias perlas dignas de la hipocresía consustancial a todo discurso oficialista y por ello poco más que de cara a la galería, bienqueda, políticamente correcto al milímetro. La primera la alusión a la "ejemplaridad" que "con toda razón" demandan los ciudadanos, y el deseo de ganarse "el respeto y confianza" de los ciudadanos ha asegurado que velará por "preservar el prestigio de la institución", con una "conducta íntegra, honesta y transparente". Una verdadera "excusatio non petita" que creo no necesitar de mayor comentario; estaría bueno que hubiera dicho que la corona no tenía nada de lo que arrepentirse y que las demandas de los ciudadanos se las pasaba por el arco de triunfo. Y más bienquedismo oficialista, la mención a las lenguas cooficiales, para las que pidió "un especial respeto y protección", "pues las lenguas constituyen las vías naturales de acceso al conocimiento de los pueblos y son a la vez los puentes para el diálogo de todos los españoles". Faltaría más también, cualquier persona con un mínimo de sensibilidad cultural, e incluso de verdadero amor a España en su diversidad, tendría que convenir con ello. El problema, majestad, dicho por imperativo legal, claro está, s que como esos en España hay cuarto, el resto, sobre todo los que viven en ese centro conceptual de España como poco más que una Castilla ampliada y el resto folklore más o menos molesto, no creen, ni aman y casi que conocen a esos autores como Espriu, Aresti y Castelao que escribían en sus respectivas lenguas periféricas. Y no lo hacen porque no se enseña a los españoles a respetar, no digamos ya amar, a esas lenguas como propias y menos aún a conocer su legado cultural. Al contrario, la mayoría de los españoles las ven como una peligrosa excentricidad dentro de la uniformidad de su Castilla ampliada que sirve de arma arrojadiza a los nacionalistas para sus intereses (a lo que habría que preguntarse: ¿qué fue antes, el huevo o la gallina?), y de ahí el desprecio, cuando no verdadero odio, del español medio hacia la diferencia, discursos buenitas a un lado.

Sin embargo, si hay algo verdaderamente digo de destacar del discurso de Felipe VI eso son las palabras dedicadas a "todos aquellos ciudadanos a los que el rigor de la crisis económica ha golpeado duramente hasta verse heridos en su dignidad como personas. Con ellos, los poderes públicos tienen "el deber moral de trabajar para revertir esta situación y el deber ciudadano de ofrecer protección a las personas y a las familias más vulnerables". Palabras llenas de encomio en sí mismas; pero, que no pueden dejar de llamar la atención pronunciadas en el mismo Congreso donde una mayoría de parlamentarios han impulsado y aprobado buena parte de las leyes que recortan los derechos más elementales de los ciudadanos, desde lo que afecta a su puesto a trabajo a su salud pasando por la educación de sus hijos. Aquellos a los que, acaso en consecuencia con una ideología que tiene al darwinismo social como bandera, la ley no ya del mejor preparado por talento o esfuerzo, sino mejor situado por cuna o por sus contactos con el poder, pensaban que en realidad no tienen derecho, todos esos pobretones han vivido por encima de sus posibilidades. Porque el Estado de Bienestar no es sostenible, o no quieren que lo sea, siquiera ya sólo porque, tal y como estamos viendo a diario, los representantes del pueblo no están para evitar que parte de éste se vea afectado en su dignidad, para revertir la situación que los ha condenado a la miseria, sino más bien para que sus amigos, socios o lo que sean puedan hacer negocio con la excusa de que lo privado es siempre es mucho mejor que lo público, si bien por conveniencia más que por convicción. Y por eso también, por favorecer el negocio a los que extienden sobres a cambio de favores y patrocinio, siquiera ya sólo por un desdén infinito hacia los problemas de ciudadano del común al que consideran casi que prescindible sino rinde o contribuye lo suficiente, tampoco han evitado o revocado leyes tan injustas, así reconocidas incluso desde instancias europeas, como de la de desahucios; que total para qué, ¿para beneficiar a los vagos, maleantes y por el estilo? De ese modo, cómo iban a romper a aplaudir ante estas palabras de nuevo rey, cómo rubricar con más hipocresía unas palabras que en boca de cualquier otro no hubieran tardado ni un segundo en tachar de populismo, propias de un antisistema, de un pijopogre con alma de perroflauta de esos que odian la libertad, el libre comercio y bla, bla, bla, esta concebida en exclusiva como impunidad, alguien ya no utópico, sino incluso bobo de necesidad, que no sabe, qué va a saber, no ya sólo de economía, sino incluso de la vida misma, en esencia lo de siempre desde la noche de los tiempos, los de arriba mandan y los de abajo obedecen y/o se joden, que ya sabemos, cualquier alteración de este orden natural de las cosas, cualquier intento de revertirlo, de cuestionarlo incluso, es popul..

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