miércoles, 4 de junio de 2014

VASCOCOMPLACENCIA



La vascocomplacencia no sólo es una cuestión de creer vivir en el país más avanzado, igualitario, molón del mundo y que las tres estaciones de autobuses de la CAV sean una puta mierda (creo recordar la de Pamplona, la recuerdo más bien, si no la han cambiado, con cierto empaque, siquiera en comparación con eso de subirse y bajar al autobús en plena calle...). No, la vascomplacencia es también la sensación que intuye uno de inmediato cuando llega a casa de sus padres, enciende la ETB para escuchar las noticias y ve al lehendakari Urkullu afirmando que las declaraciones del alcalde de Sestao no se pueden catalogar de racistas bajo ningún aspecto. Por favor, cómo van a serlo, eso no es propio de un vasco y menos aún de un jeltzale, eso es cosa de otros, siempre de otros. Entonces uno no puede evitar recordar comentarios oídos y leídos durante las últimas semanas en los que más de un paisano manifestaba su estupefacción porque, aseguraba, estaba convencido de que esas cosas no pasaban aquí, vamos, que no eran propias de la imagen beatífica, inmensamente autocomplaciente, super idealizada hasta la náusea, que una buena parte de vascos tienen de sí mismos y sobre todo de nuestro país.

Y luego leo lo de la imputación de un hijo de Xabier Arzalluz y de la antigua alcaldesa del PNV de Zambrana (Álava) por el caso De Miguel, la presunta trama de corrupción dirigida por el que fuera número dos del PNV alavés Alfredo De Miguel. Una noticia que unida a otras de corrupción que salpican en especial al partido constructor... de país, quiero decir de país, dicen ellos, dejan poco margen o prácticamente ninguno para seguir creyendo en la pamema esa de que el País Vasco (lo que algunos consideran el País Vasco y que no es otra cosa que la CAV o eso que llaman Euskadi los de Sabinetxea y similares) es lo más parecido a un oasis incrustado en una España corrupta y reaccionaria bajo el yugo del bipartidismo del PPSOE. 

Pero claro, de estas cosas se habla poco porque para suscitar la indignación del vascongado medio ya está la Gürtel con Bárcenas, Valencia y todo lo que allí de cuece, Feijoo y lo narcos, los ERES de Andalucia y en general toda la larga, interminable, recua de casos de corrupción que conocemos y que faltan por conocer. De lo de casa, y en especial lo que atañe al PNV se habla poco, de refilón, cuando no queda otra, y casi siempre para insistir en que son casos aislados, que competen en a la labor de la Justicia en exclusiva, que el tiempo dirá: ¿les suena ya de otros? 

Y cuela, vaya que si cuela, cada cual que haga un muestro en su entorno con el tema de la corrupción. Los corruptos siempre son los de fuera, de hecho la corrupción va por autonomías, la del PSOE en Andalucia, la del PP allá donde mandan, si bien con especial predilección por Valencia que ha sido así como el despipote generalizado, la barra libre para lo que en otras partes todavía se llevaba a cabo con cierta discreción, una caricatura en suma del resto de España con mucho petardo y fallas.

Pero en EuZkadi no, en la CAV esas cosas no pasan, o pasan poco y si pasan son culpa de cuatro desalmados que si hay suerte hasta se descubre que en realidad no son de aquí, venían contaminados o son "del Sur". ¿Y cómo así semejante grado de ceguera? Pues porque ha sido y es auto inducida constantemente mediante la construcción de unas señas de identidad que poco o nada tienen que ver con las que caracterizan, singularizan, de verdad al pueblo vasco en su conjunto, su lengua y cultura para no andarnos con rodeos. Son las señas de la autocomplacencia ideológica e institucional, el creerse la hostia en verso por el solo hecho de haber nacido a este lado del Ebro y no al otro, el exagerar hasta cotas inimaginables la presunta trascendencia de lo propio como si los demás no tuvieran también lo suyo, el hablar a todas horas y en todas circunstancias de unos valores y modos de actuar que, si bien fueron ciertos en su momento y acaso siguen vigentes en determinados ámbitos o individuos, nunca se pueden extender al conjunto como si los vascos estuviéramos al margen del resto de la especie humana. De ese modo, insisto, este concepto identitario de lo vasco como contraposición positiva a todo lo de fuera, ese querer convencerse en todo momento y pese o lo que pese de que aquí como en ninguna parte y todo mejor y más rico, ha llevado no sólo al auto engaño a miles de compatriotas sino también a una visión distorsionada del otro. Y lo ha hecho hasta tal punto que ya incluso el corrupto y reaccionario gobierno de UPN con la Barcina al frente es visto como un ejemplo más de lo que pasa fuera, sí, sí, en esa España de la que tan distintos se sienten, se quieren sentir más bien, ahondando así en la fractura política del verdadero país de los vascos, que ya lo dice Eguiguren cada vez que le dejan abrir la boca: cuanto más Euskadi menos Euskal Herria, una verdad como un templo. 

Pero bueno, parece que así se construye el imaginario popular de ciertos nacionalismos, mirando en exclusiva al "zil", al ombligo, y siempre frente al vecino y a toda costa. De ese modo, cómo extrañarse luego de que los resultados electorales den una mayoría nacionalista aplastante en la pequeña Euzkadi, convencidos de que todos los males surgen y vienen de más abajo del Ebro, que todo lo malo es culpa en exclusiva del PP que nos gobierna o del PSOE que les allanó el camino. Pues eso, uno no puede dejar de admirarse de cómo de repente surgen en su país abertzales por todas partes al mismo tiempo que cada vez cuesta más encontrar verdaderos euskaltzales en el mismo, supongo que porque este nacionalismo de autocomplacencia y contraste con el otro, prácticamente acrítico con lo propio, siquiera indulgente con los fallos y pecados de los miembros de la tribu en comparación con los de los demás, vamos, de txapela, kaiku y txistu todo lo más, como en aquellas caricaturas de los aberrianos de antaño que pululaban especialmente por Bilbao y alrededores, tiene poco o nada que ver con la defensa y la promoción de la lengua y cultura que yo amo, entre otras, claro.

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