sábado, 13 de abril de 2013

LA FALSA E INTERESADA DICOTOMÍA



  

De entre las muchas, muchísimas, cosas que me asombran e indignan sobremanera de esta época, gris tirando a negro sin remedio, destaco la constatación de la vigencia de la falsa dicotomía que divide a la sociedad española en dos mitades prácticamente irreconciliables, dos proyectos de país incompatibles, dos concepciones de la vida a la gresca perpetua. O eres de derechas o lo eres de derechas, y si pretendes jugar a la equidistancia, si te pones en medio, pues todavía peor, eres de derechas pero vergonzante, vamos, que no tienes los arrestos suficientes para reconocerlo. Pero digo falsa porque sospecho que esta dicotomía se ha alimentado a propósito desde el sistema, este que califico hasta el aburrimiento como la Segunda Restauración Borbónica, con el único propósito precisamente de utilizarla como coartada para cualquier cambio sustancial del mismo, vamos, para perpetuar un estado de las cosas que de lo contrario, de remover los cimientos que los herederos del Caudillo levantaron con la connivencia de la oposición democrática que se encontró ante el todo o nada, nos llevaría de cabeza a una nueva guerra civil.



Bonita eufonía para complacer los oídos de los añoraban a toda costa la instauración del principio lampedusiano de "Se vogliamo che tutto rimanga come è, bisogna che tutto cambi", ya fueran los unos por conveniencia, para conservar los privilegios adquiridos durante la dictadura, otros porque ya vislumbraban los beneficios del arribo a esas élites del franquismo desde la resistencia democrática de postín, y la mayoría, eso sí, por simple y pura cobardía, no la fuéramos a joder, a molestar en demasía a los de los sables una vez más y… Si a eso le añadimos que sí, que las pasadas épocas fueron de una ilusoria prosperidad entre fondos europeos, burbujas de todo tipo y  el resacón de haber recuperado unas libertades que el generalito gallego nos había hurtado y que su “graciosa majestad” nos devolvía en su justa medida, esto es, una democracia de mínimos en los que jamás se cuestionó la jefatura de Estado mediante un plebiscito y una Constitución que nos fue otorgada por una camarilla de supuestos sabios aplicados de lleno al principio antes citado, algo así como “que parezca una democracia para que en realidad podamos seguir mandando los mismos o nuestros hijos; pues claro, todos contentos con nuestra hipoteca, el coche último modelo, el televisor de pantalla plana y unos días en la Riviera Maya.



Entonces el que levantaba la voz para hablar de transparencia y regeneración democrática, de reformar el sistema electoral, de democracia participativa, lucha a fondo contra la corrupción, España nación de naciones y hasta de república como principio democrático esencial, daba directamente en mosca cojonera, rojo desfasado, nostalgibobo, y si me apuran, es decir, si pienso en los más insignes representantes de la brunete mediática al uso, puede que hasta en liberticida o mero soplapollas. Ahora no, ahora que España se jodió, que se acabo la fiesta del crédito a granel y el espejismo de un estado del bienestar se vino abajo sin haber llegado nunca a serlo del todo, ahora que no hay día que no salte un nuevo caso de corrupción que salpique desde la jefatura del estado al concejal de festejos del villorrio más recóndito de la geografía española, ahora que sabemos y hasta vemos a presidentes de comunidades autónomas en camarilla con capos de la droga, que sabemos de listas de empresarios cuyo altruismo para con determinados partidos políticos les puso a las puertas del cielo de las recalificaciones y las contratas, ahora que tenemos plagados las ciudades y los campos de España de monumentos al despilfarro y la incompetencia de la clase política, ahora que la peña por fin se ha dado cuenta de que la banca siempre gana, siempre, siempre y a tu costa, pardillo; pues ahora salen antisistemas y republicanos hasta de debajo de las piedras; miseria obliga.



Pero el poder reacciona y sigue confiando en el bulo de las dos Españas. Por un lado toda la chusma que acude a las concentraciones de las diversas plataformas para protestar por esto o aquello, los que despotrican a diario desde cualquier medio contra el gobierno, los banqueros, la familia real, la Unión Europea y todo el que se nos ponga a tiro, los que reclaman a gritos una verdadera alternativa al bipartidismo de esta segunda restauración borbónica, el del PPSOE. Todo este conjunto de ciudadanos indignados, cuando no simplemente hasta los mismísimos cojones de décadas de aguantar milongas como con la que empezaba esta misma entrada, pasan por ser los de siempre, la España que no acepta lo establecido, una caterva de izquierdosos que rezuman rencor por las esquinas –Aznar dixit- y que ahora ha visto la ocasión para, aprovechándose del cabreo, la perplejidad, la indefensión del ciudadano del común frente a las consecuencias de las crisis, intentar encauzar toda esa rabia en su propio beneficio con el único fin de establecer su proyecto totalitario largamente aplazado, esto es, el soviet de andar por casa, la utopía de la irresponsabilidad y el odio al mérito, la pesadilla de una Albania de Hoxa a lo grande.



Y si no es así, si simplemente se trata de ciudadanos indignados que exigen todo eso que también señalaba antes, la reforma del sistema desde sus cimientos para no andarnos con rodeos, pues ya se encargaran los de arriba y sus esbirros de los medios de hacernos creer que es lo otro, la caricatura que acabo de hacer en las últimas líneas del párrafo de arriba. Lo que sea con tal de recabar el apoyo de los que creen de su bando frente a los otros. Y no me refiero a la gente de derechas en exclusiva, de toda la vida, los nostálgicos del viejo régimen, cualquiera de ellos, o los darwinistas sociales, esos que disfrazan su egoísmo endémico de liberalismo ilustrado o por el estilo, los que te miran por encima del hombro en cuanto hablas de igualdad y justicia social porque eso, ya se sabe, no viste, no es rentable, los tíos listos están a lo que están, a estar por encima de los demás, que se jodan los de abajo. Me refiero a la gran mayoría de los que les votan y que Rajoy define como la gente decente que se queda en casa y no protesta porque confía en él y en los suyos para sacar la cosa adelante. Porque Rajoy se los imagina en su cada acojonados, cruzando los dedos para que no les alcance más allá de lo soportable una crisis que para esos nostálgicos del sable y la cruz, para los darwinlistos, parece como caída del cielo ya que ahora no hay excusa para no poner a la gente del común en su sitio, donde debían haber estado siempre, donde ese Dios que el notario gallego tanto evoca en público para refrendar sus ideas. Ha llegado el momento de acabar con el anacronismo económico del sistema de bienestar, la utopía de la igualdad de oportunidades, los derechos civiles hasta donde se pueda,  “reespañolizar” a los vascos, catalanes y gallegos en las garras de los nacionalismos periféricos (muchos de ellos discípulos aplicados de sus modos y trapisondas en sus respectivos feudos).



Pero claro, ¿esa es la España de la mayoría o la de unos pocos nostálgicos e interesados? ¿Es que sólo los ciudadanos de izquierda, por herencia, convicción, carácter o lo que sea, pueden y deben rebelarse contra el desmantelamiento de lo público, contra la privatización de la sanidad y la enseñanza, contra este ataque a la igualdad de oportunidades y la restauración de una sociedad estamental en función de la cuente corriente? ¿Es que los ciudadanos de derechas, por herencia, convicción, carácter o lo que sea, no sufren las consecuencias de los recortes, no se indignan ante las injusticias, toleran la corrupción como algo inherente al sistema? Ni lo creo ni lo deseo porque entonces sí que estaría perdida la partida, la protesta condenada al fracaso, las esperanzas de cambio otro tanto. Porque no se trata de imponer un modelo social concreto, una ideología determinada, un trágala como el suyo. No, se trata de establecer un acuerdo de mínimos que una mayoría determinada a cambiar el estado putrefacto de la cosas considera imprescindible para poner fin a tanta inequidad, las leyes, normas  y medios imprescindibles para acabar con la impunidad de los mangantes de la política, empresa o la casa real, siquiera ya sólo de recordarles que la esencia de la democracia es, claro que obedecer el mandato del pueblo a través de la urnas, pero también escucharle cuando protesta en masa y saber rectificar. De ese modo, no se trata de ser de derechas o de izquierdas, se trata de ser honrado, comprometido con unos valores éticos concretos, se trata de ser decente de verdad, no un simple borrego.

Pero claro, ya se encargan ellos de tocar a rebato,  la vena sectaria de los suyos, prietas las filas que vienen los rojos, ¿es que quieres que te confundan con ellos?, ¿no ves que son los de siempre, que no son prácticos,  que siempre pierden? Pues eso, la gente decente se queda en casa, no protesta, agacha la cerviz y a verlas venir, tú confía en nosotros, alguna migaja te caerá, y si no rézale a Dios.


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