martes, 2 de abril de 2013

PELICULEROS


Llega un punto que ya no sabes si indignarte o dejarlo pasar. Porque ya nada te asombra, todo parece acorde a una lógica absurda y patética, criminal incluso. De ese modo, aparecen unas fotos con Feijoo sobre el yate de un narco, y éste que te suelta por toda respuesta que son lo que son unas fotos, qué quieres que sean. Ya sólo le falta regañar al personal porque pretende ver más de lo que según él se ve ahí, vamos, lo que vemos todos, que el actual presidente de la junta, siendo entonces cargo público, hacía migas, y muy buenas, con un tipo que para entonces ya había sido acusado de contrabando de tabaco, un delito se mire por donde se mire. Y claro que se le podría echar imaginación de la cosa, a los más enfermos incluso nos frotamos las manos con las posibilidades que ofrece esa mancha blanca sobre la espalda de Feijoo, o esa otra estampa del lider pepero saliendo del maletero del coche del narco. No tienen precio. Pero también tiene razón Feijoo con esa lógica tan de su tierra; "las fotos son lo que son". Son las fotos de un cargo público de compadreo con un delincuente, algo que, evidentemente, no un delito en sí, claro que no, faltaría más. Pero es que no se trata de la cosa penal, al menos no hasta que se demuestre lo contrario, que algo habrá que demostrar, sino de una cuestión de ética básica, vamos, de la que entienden, no ya en latitudes en las que un ministro va a la cárcel por mentir para no pagar una multa de tráfico, sino incluso en estas nuestras, donde, siquiera ya sólo porque pertenece a nuestro más acendrado acerbo cultural, tenemos ese refrán que dice “dime con quién andas y te diré quién eres”.

Pero ya no respetan ni el refranero. Están tan acostumbrados a tomarnos el pelo, tan ensoberbecidos del poder sin límite que les ha otorgado una masa amedrentada por las circunstancias, que hasta reniegan de la sabiduría popular, o poco más que la consideran hasta subversiva, ya se sabe, cosa de rojos y resentidos, gente poco constructiva, que aquí ya se sabe quiénes son los que construyen de verdad. Sólo así se entiende su empeño en seguir tratando al personal como si fuéramos idiotas, como si viéramos lo que vemos no porque es lo que es, lo que salta a la vista, lo que todo el mundo con dos dedos de frente supone, sino más bien aquello a lo que da lugar nuestra calenturienta imaginación, quién sabe, pensarán ellos, si como resultado del consumo excesivo de películas, series y libro de género, de género negro, e esas en las que los políticos comen de la mano de los mafiosos, hacen negocios fabulosos entre ellos, son los segundos los que designan a los cargos y los otros sólo obedecen y vete a saber qué otra cosa de las muchas que aparecen en El Padrino, Uno de los Nuestros, Casino, The Wire, Boardwalk Empire y un por demás inagotable etcétera.

A ver si va a ser eso, que, cual Alonsos Quijanos de nuestra época, tenemos una visión deformada de la realidad como consecuencia del consumo excesivo de ficción, y de ahí lo de buscarle tres pies al gato y, en general,  imaginar más de la cuenta llevados por una maledicencia que ni para qué. Uno oye a Feijoo, como a cualquier otro de los de su calaña, y no puede evitar acordarse de aquellos listos  que, tiempo ha, cuando uno estaba, porque no había otra, en la cosa esa del mundo del import-export, siquiera como simple mandado, chico con idiomas y para de contar, que también gustaban de distorsionar la realidad a su antojo, que se empeñaban en hacerte ver que no había nada malo, o raro, ni siquiera ilegal aunque el código, tozudo, dijese todo lo contrario, en ciertos modos o hábitos que ellos, insistían, eran completamente normales, universalmente aceptados, lo que haría cualquier hijo de vecino porque es lo que se estilaba y punto, tonto el último. Y mira tú por dónde, me estoy acordando precisamente, pura casualidad, de unos gallegos de los que llevaban el fajo de billetes enrollado en el cinturón, de los que ladraban más que hablaban,  pura aldea con más cuartos de los debidos y letras casi que ninguna;  ¿así que de esto iba ser empresario, de a ver quién da el golpe más sonoro sobre la mesa? No fallaba, cuanto más bruto el cliente de turno o bobo de remate el comercial al cargo, menos escrúpulos y más apaños de todo tipo, y cuanto más rocambolescos o chuscos mucho mejor, más listos se creían. Pues con esta casta política otro tanto, aquí el tonto siempre somos los ciudadanos, que tampoco sabemos de qué va la cosa, que tienen que venir a explicárnoslo porque, de lo contrario, pues eso, que confundimos la realidad con la ficción, peliculeros que somos. Ahora bien, lo que ya no se entiende es el aguante de la peña, hasta cuándo esta mansedumbre ante tanta tomadura de pelo por parte de los Feijoo de turno, cómo no se tira la gente a la calle pidiendo su cabeza, que no estemos viviendo ya en una sonora y continua cencerrada a toda esta chusma que encima nos chulea porque dice que si lo hacemos somos de la ETA o del coño su madre. De ese modo sólo vamos acumulando mala hostia en cantidades industriales, y ya no hay tecla o barra junto a la que desahogarse, ya está agotando la paciencia cuando tropiezas el tontolaba de rigor que siempre le saca la cara a los de arriba porque cree que eso viste, como si al hacerlo se imbuyera en una aura de cordura y realismo frente a esa mayoría permanentemente cabreado con los políticos, los gerifaltes de la patronal, los directivos de bancos y de las grandes empresas, que son, dicen éstos, los únicos que al final de cuentas nos pueden sacar de atolladero, que si no lo han hecho ya es porque no les dejamos, todo el día ladrando que si esto o lo otro, poniendo pegas, que vale, que es feo, puede que hasta no esté bien, pero lo primero es lo primero, reducir el paro y que fluya el crédito, y una vez que eso ocurra todo volverá a su cauce por sí solo sin que nadie se eche las manos a la cabeza, Feijoo y compañía a hacer migas con delincuentes, esto es, con empresarios de todo pelaje, y el resto al votarles en masa porque se lo han ganado, campeones. Ellos lo saben y en eso están, en negarlo todo, hasta lo más evidente, porque están convencidos de que sí resisten nada malo puede pasarles, esto es, que de recibir alguna que otra hostia esa será para el tontolaba del que hablaba, que puede que un día de estos alguien ya no se aguante y le toque a él porque los otros, ya se sabe, van en coche oficial y además con escolta.

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