Vuelvo a transcribir una de las conversaciones de cafetería que cazo al vuelo, que para qué fabular nada si ahí esta la calle con su filón inagotable de anécdotas más o menos chuscas. Esta vez me encontraba en una conocida cafetería carballona de cierta solera, si bien a mi juicio lo único cierto es la ranciedad del local y en especial de sus camareros, muy puestos con su uniforme y sus modos antiguos, mucho, sí señor, pero de esos que te miran de arriba abajo como aparezcas en chándal, con los que parece que hay que concertar cita previa para que te atiendan, y que al mismo tiempo ves como babean cual cucho perdiguero ante la presencia de los señoritos trajeados del Oviedín de toda la vida. Los protas de la conversación uno de estos camareros soplapollas, el título parece que lo da el tiempo que llevan babeando a los dones de ocasión, y un abuelete de estos trajeados como en el Cuéntame, aquí se estila la hostia, probablemente don asiduo.
-¿Qué tal don...?
-Yo bien para mis años, lo que es una mierda es cómo está el país.
-No me hable, don..., ye una vergüenza lo que está pasando.
-Si es que estamos rodeados de ladrones.
-No me diga, no me diga, don..., cuando no ye uno ye l´otru...
-Mira, sé que lo voy a decir puede sonar una barbaridad. ¿Pero sabes por qué estamos como estamos?
-Ni idea, don...
-Pues porque aquí no pasa como en Estados Unidos que cada cual puede llevar las armas que le dé la da, por eso estamos como estamos.
-¿?
-Sí, hombre. Mira, acabo de pasar por el parque y vi que estaban unas chavalas de trece o catorce años pegándole a un guaje. ¿Tú te crees que hay derecho?
Sí, lo sé, esto último no tiene ni pie ni cabeza, va a tenerlo; pero, repito que transcribo, que ésta y no otra es la conversación que les cacé al vuelo a estos dos intelectuales, si fuera una invención mía ya la apañaría a mi gusto, pero no, "nun ye". Pues eso, y luego como para no a echarse a temblar cada vez que alguien abre la boca para decir: "¿sabes qué haría yo para arreglar el mundo?"
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