viernes, 7 de marzo de 2014

POCHAS



Sé que los comentarios culinarios enervan a más de uno, que los consideran el colmo de la superficialidad. Eso es que no saben del trasfondo metafísico de la cosa, vamos, que no cocinan. En efecto, de pocas actividades se pueden sacar tantas lecciones para la vida como de la cocina, pura filosofía. Ayer preparando unas pochas con pixin/sapo/rape y pulpo, eso mientras me afanaba por acabar de corregir un trabajo en el ordenata e imprimía otro, un tocho. De resultas que me paso la mañana subiendo y bajando de la cocina al despacho y viceversa, que si el fumé de verdura y pescado, que si las pochas tienen poco o mucho caldo, que si echa ahora o después el pulpo, la impresora que se atasca cada dos por tres, ¿pero por qué lo hace siempre la muy hide...?, que no avanzo con lo mío o lo hago mucho y... ¡redios, las putas pochas! Pues eso, que me acuerdo de que las tenía al fuego después de andar subiendo y bajando todo el rato al principio. Sabor cojundo, sí, pero un engrudo, esto es, poco presentable y para mí al menos desagradable al paladar; los críos y mi señora se lo tragan todo... Moraleja; pues cuál va a ser, que no se puede estar en misa y replicando. Lo dicho, pura filosofía, ríete tú de los manuales esos, ponte un delantal.

*En la foto las pochas con pulpo tal y como debían haber quedado, cagontó.

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