domingo, 29 de marzo de 2015

ESCUPITAJOS



Ayer esperando con mis dos críos en una terraza del centro de Oviedo a que mi pareja saliera del curro. En la mesa de al lado dos veintiañeros tomando una botella de sidra. 
En eso uno de ellos que suelta un escupitajo justo al lado de nuestra mesa. Como están de espaldas no puedo intimidarlo con mi careto de voy a arrancarte los cojones de cuajo como vuelvas a hacer algo así. Pues ni corto ni perezoso otro escupitajo en menos de lo que canta un gallo. Me enervo, sé que como vuelva a echar otro no me va a quedar otra que decirle algo y como me conozco y sé que no soy de decir las cosas en plan dulce y así, se va a armar una bien gorda. Pues no va el puto cerdo y echa otro. Empiezo a carraspear, a calibrar si me sale a cuenta lo que dará en unos sonoros juramentos y la amenaza de agarrar al cerdo en cuestión de la cabeza para que se coma sus propios escupitajos del suelo. Me libra de tomar una resolución el hecho de que justo en ese momento se levanten para darse el piro. Yo me quedo con mal cuerpo, no puedo entender como chavales tan jóvenes sean tan cerdos.


Salgo de buena mañana a por el periódico y a hacer unas compras en mi calle. Entonces, justo cuando voy a pasar delante de la cafetería de la rusa borde hasta decir basta y a la que hace ya tiempo que he dejado de entrar, un tipo con pintas atrabiliarias, yo los denomino "astur-quinquis", de esos que visten ahora con chándales blancos y gorra de béisbol, y con eso ya está todo dicho, sale a la calle y lo primero que hace es echar un japo en mitad de la acera del tamaño de un cráter lunar. Le echo una de esas miradas de las que hablaba antes. El tipo ni se inmuta, de hecho se le nota que no es de inmutarse por casi nada, que entender entiende lo mismo que el japo que acaba de soltar de su asquerosa boca. Toca una vez más calibrar si sale a cuenta montarla, sobre todo teniendo en cuenta que hace dos semanas ya tuve una gorda con un desgraciado que se atrevió a amenazarme por recriminarle estar mal aparcado delante de mi garaje. Esa y otra hace tiempo con un vecino que... En fin, no quiero dar definitivamente en el broncas del barrio, Señor Cagúendios Tearrancolacabezadeunahostia. Eso y la pelea, los vecinos en medio, el atestado policial, las costas del juicio y el picapleitos... mal asunto.

Con todo, se me vuelve a quedar un mal cuerpo que para qué. No entiendo cómo se puede escupir en la calle como si fuera la cosa más normal del mundo. No lo entiendo porque me resulta inconcebible en mi época más joven -si bien ahora escupe todo cristo sin límite de edad- tamaña cochinada, propia en todo caso de gente como que muy, pero muy, mucho, asilvestrada, recién bajada de la braña que dicen aquí en Asturias, y ni eso. Y el caso es que parece haberse puesto de moda, que no paro de ver gente, sobre todo chavales, escupiendo a diestro y siniestro, como si fuera una de tantas modas propias de esta sociedad de memos "belenestebanizados" cada vez más extensa y orgullosa de serlo. ¿Pureta? No, majo, no, limpio, educado, como me enseñaron y enseño a los míos.

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