Bajo a comprar el periódico y ya de paso también a tomar un café en el bareto de al lado para ver si desconecto un rato de la cosa doméstica. En realidad más que bajar lo que hago es arrastrarme por las escaleras hacia la calle, pues ese el estado en el que me encuentro tras cuatro noches sin pegar ojo por culpa de los ataques de tos nocturnos del canijo con sus flemas, sus vómitos, sus lloros y en general todo eso que aparte de quitarte el sueño, eso y tu rincón en la cama, noche de sofá durmiendo a trompicones y un frío del carajo, provoca una angustia indescriptible en un padre a ver sufrir de semejante manera a su hijo pequeño en lo que parece un tormento sin punto final, un tormento que hoy seguramente volverá a repetirse y así hasta que se le pase tal como vino o ese dice la autoridad al mando. En fin, que me dispongo a leer la prensa que ya sólo compro los fines de semana porque por mucha pantalla de ordenador y todo lo que quieras, leer los periódicos en papel sigue siendo uno de los pequeños placeres cotidianos con su café con leche al lado y una galletita. Ahora bien, el sitio de debajo de casa donde entro ahora es tan cutre que ni galleta ni hostias; eso sí, el cafeto con leche, la mierda de café que me ponen para ser exactos, y que aquí hay que pedir de desayuno para que te pongan uno del tamaño que yo considero normal, a 1.30€, más caro que en una cafetería de postín del centro... Y en eso que no me queda otra que volver a hacer sociología de barra, vulgo pegar la oreja a lo que se habla junto a ésta. Hoy es día de fútbol y tenemos el estadio del Real Oviedo al lado. Así pues, de qué si no va a hablar la parroquia compuesta por el camarero y dos clientes que en ese mismo momento ven pasar a un grupo de chavales ataviados con las camisetas, banderines y bufandas al uso. El partido es a las cinco de la tarde, pero por lo que se ve muchos forofos del Real Oviedo y otros tantos del equipo visitante aprovechan desde primeras horas de la mañana para dar rienda suelta a su pasión futbolera. No sólo no me extraña sino que hasta me da cierta envidia, esto es, cualquier escusa es buena para pasar una jornada con los amigos, con jamada de por medio, claro ésta, lejos de casa y en especial de los habituales compromisos familiares del domingo; ¡viva el fútbol! Ahora bien, no parece que tan sana y alentadora costumbre sea del agrado de los parroquianos.
-Yá me dirás tu a qué van esos, a ponese hasta'l culu de sidra y chupitos na comida y depués al Tartierre a montala como tolos domingos de partíu.
-Ellos nun la monten si nun-yos provoquen los que vienen de fora. Esos sí que vienen con ganes de montala. Si fora por mi coyía a tola afición de El Ferrol, metíala en camiones y espeñabala nel monte. -comenta un cincuentón que nada más entrar en el bar y preguntarle el camarero por el Sporting, éste le ha respondido que si fuera por él cogía a todos los aficionados del equipo de la ciudad vecina, los metía en camiones y...
-El casu ye qu'unos y otros siempres acaben a hosties tolos dos domingos -comenta el otro-. Lo qu'había que faer ye zarralos a toos n'estadiu unes hores antes del empiezu del partíu y dexa-yos que se mataren ente ellos. Asina yá depués el restu podríamos ver el partíu tranquilos.
Y en eso el camarero, que no quiere peleas en su bar o por lo que sea:
-Buenu, buenu. Nun pongáis asina, nin que fueren del ISIS o pol estilu; ye otra
manera de vivir el fútbol...
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