Recorrer Irlanda en bicicleta es lo que tiene, que cada cierto tiempo, con una frecuencia que llamaremos atlántica, el viajero –porque nuestro protagonista se tiene por tal, que para algo dice viajar en bici y solo a diferencia de las manadas de turistas que abarrotan los autobuses que recorren la isla en un tiempo récord de un hito turístico a otro sin tiempo para tomar el pulso a la cotidianidad del país; en realidad una impostura como otra cualquiera para marcar distancias con el prójimo y sentirse, no ya diferente, sino siempre mejor-, se ve obligado a hacer un alto en el camino para ponerse a resguardo de la lluvia. Así pues, en cuanto ha arreciado la llovizna que acompañaba a nuestro ciclista viajero desde primeras horas de la mañana, y tras abandonar su Bed & Breakfast en Sligo para lanzarse a la carretera en dirección al condado de Donegal, no le ha quedado otra que revolucionar los pedales con el fin de alcanzar lo antes posible la villa más cercana antes de sucumbir de lleno bajo el inminente aguacero. Una vez en Ballynondead nuestro viajero ha buscado refugio en el lugar indicado para ello: el pub de la localidad. Nada como una pinta de cerveza para reponer fuerzas, y si puede ser una roja cremosa, una Kilkenny, mucho mejor.. Nuestro viajero ha tenido suerte de encontrar el pub abierto porque todavía no son ni las diez de la mañana. Sin embargo, también pensaba encontrárselo vacío y no ha sido así, un grupo de siete amigos ocupa la barra con una larga hilera de pintas ya vacías sobre la misma y cada cual con su repuesto en la mano.
-Perdón, no sé si interrumpo algo –se disculpa el ciclista con su vacilante inglés, el cual en seguida llama la atención de los presentes.
-Por favor, no hay de qué disculparse, sobre todo viniendo de tan lejos –contesta de inmediato el dueño del pub desde el otro lado de la barra, un hombre maduro trajeado de cara alargada, nariz aguileña coronada por un poblado unicejo y larga barba cana-. Estamos celebrando el funeral de nuestro amigo Paddy Malone. Quítese esas ropas mojadas, pida lo que le apetezca y si quiere puede unirse a nosotros.
-¿Un funeral?
-Sí, nos hemos reunido para tomar unas pintas en homenaje a nuestro amigo.
-¿Y se puede saber de qué murió su amigo?
-Suicidio. Decidió pasar a mejor vida a sus cincuenta recién cumplidos.
-¡Dios Santo, qué horror! Nadie debería quitarse la vida por ningún motivo.
-Bueno, tampoco es para tanto, ya le he dicho que decidió pasar a mejor vida.
-Aún así, y por muy dura que se le hiciera la que tenía, siempre hay alguna razón para seguir viviendo. ¿No tenía familia, mujer, hijos?
-Sí claro, una mujer y cuatro hijos. Por eso mismo decidió pasar a mejor vida.
-¿Qué? ¿No soportaba a su mujer, tan harto estaba de sus hijos?
-Eso y que conoció a otra más joven en un viaje de negocios a Limerick. Por eso le digo que decidió pasar a mejor vida.
-¿Suicidándose?
-¿De qué otra manera si no? Dicen que te han encontrado muerto una mañana lejos de casa, que el cuerpo está irreconocible, se hacen los papeles, se buscan los testigos, se organiza un entierro metiendo en el ataúd un tronco de árbol y el suicidado desaparece para siempre. Sólo que el suicidado está vivito y coleando en Limerick, viviendo con su amiguita diez años más joven que él y ahora con barba y puede hasta con unos cuantos kilos de menos.
-Pero bueno, qué locura es esa. Además, ¿de dónde se puede sacar tanto cómplice… jueces, médicos, enterradores, testigos, empleados de pompas fúnebres?
-Pues mire usted, ahora mismo se los presento. A su izquierda Luke Kelly, juez, al lado de éste Ciaran Bourke, médico, Bobby Linch, enterrador, Barney McKenna y Jimm McCann, empleados de pompas fúnebres, y ya para terminar, Paddy Reilly y un servidor, Ronnie Drew, testigos.
-No me lo puedo creer, esto debe ser cosa de meigas… de banshees, leprechauns o algo por el estilo.
-Lo que usted quiera, forastero, pero no se haga mala sangre; todos deberíamos tener derecho a una segunda vida. ¿Otra Kilkenny? Invita el amigo Paddy Malone.
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