viernes, 22 de octubre de 2010
ECOUTEZ LE COLERE DU PEUPLE!!!
El sociólogo francés y Premio de Asturias de Comunicación de este año (tamos de premius, oh) Alain Touraine, un señor que se ha especializado en estudiar los movimientos sociales franceses y que se hizo famoso por un famoso y muy crítico ensayo titulado L´aprés-socialisme, ofrece su particular versión de lo que está ocurriendo estos días en su país y que tanto nos llama la atención en comparación con lo ocurrido en España durante y después del fracaso de la Huelga General:
El tema central es que otra vez Francia está demostrando su incapacidad y su oposición a cualquier tipo de proceso de negociación social. Francia desde hace siglos nunca ha pensado en términos sociales, en procesos sociales de negociación y debate. Ahora vivimos un tema muy importante que es el papel del trabajo. Vivimos más años y cómo adaptamos la edad de jubilación, la actividad de los viejos y de los jóvenes, si los jóvenes tendrán que esperar mucho para trabajar. Tampoco podemos hablar de trabajo sin hablar de precariedad y no podemos hablar de precariedad sin decir que tres cuartas partes de los que trabajan en precario son mujeres, que no recibirán su pensión completa ni a los 67 años. Desde 1945, cuando se asentaron las bases sociales, en un debate que duró dos años, no se ha vuelto a hacer. En Francia los sindicatos son débiles. Esta es una oportunidad formidable para reivindicar el debate. Pero la mayor parte de los que acusan al Gobierno quiere un sí o un no. Se vota o se elimina. Francia se encuentra en su sitio favorito, enfrentada. Lo único que hay que ver es quién resiste más.
Pues será eso, que a saber, por mucho que uno siga la actualidad del país vecino desde sus periódicos, por mucho que me apasione de siempre lo que ocurre a ese otro lado de los Pirineos, durante mucho tiempo el reverso en tantas cosas de lo que éramos o somos, la verdad es que estas cosas como en tantas otras lo más sensato ver, leer y callar, no se nos vaya a escapar una opinión o una sentencia sobre una realidad que en general nos es ajena, y a veces y por eso que ya he señalado del reverso, hasta exótica.
Otra cosa es que a la vista de las imágenes de las movidas reividincativas, o ya directamente subversivas, que aparecen en las pantallas y fotos de los periódicos, uno, que ya ha dado en maduro que cuestiona todo y en especial su pasado, que de puro escéptico, cínico incluso, y cada vez más individualista y equidistante con todo, no pueda substraerse a la nostalgia, boba de necesidad, de mis años mozos, años de manifa por semana, los de las movidas estudiantiles y antimilitares que entonces movilizaron a casi toda la muchachada hispana, sindicatos de estudiantes y el Cojo Manteca de por medio. Protestas que tenían mucho de jarana de día de fiesta, de sacar nuestra juventud a pegar saltos y berrear menos militares y más lapices, esos de marrón de qué colegio son, tanques sí pero de cerveza... Fueron jornadas de mucha adrenalina y testosterona adolescente, lo pasamos de cine, aquellos sí que eran macrobotellones, y además hacíamos ejercicio dando brincos o pegándonos carreras delante de la policía. Y éramos tantos, todos los matriculados donde fuera, que hasta creíamos, como hoy creen los mozalbetes franceses, que íbamos a parar la aplicación de ésta o cualquier otra LOGSE. El que de joven no ha sido un poco... de todo.
Aquello tenía mucho de emulación de Mayo 68 sin que la inmensa mayoría de los congregados tuviera ni pajolera idea de qué había sido aquello, no lo habiamos vivido, algunos ni siquiera habían oído hablar a sus mayores de ello porque estos habían estado a otras cosas más de españoles de su época, a vivir que no es poco.
Se parecía por la inocencia, ingenuidad y también la frescura de los planteamientos y de las proclamas, por el halo festivo que envolvía todo.
Luego también se desmadraba la cosa, o más bien ya se encargaban de ello el Cojo Manteca y todos los reventadores profesionales o casi para los que la violencia era un fin en sí mismo; si no había hostias como que no había merecido la pena salir a la calle, perder una hermosa mañana de botellón.
En el terruño las cosas fueron un tanto diferentes, los reventadores no eran tan espontáneos como pretendían, estaban organizados por los de siempre, los lapices y las becas se mezclaban con la matraca abertzal-socialista, si al sur del Ebro pedían una cosa a este otro lado casi siempre era el doble y vasco de cojones, que se note que somos diferentes, la independentzia era el bálsamo para todo, no importaba que estuviéramos hablando de la selectividad o la abolición de la mili, ya se encargaban los de siempre de que la protesta enlazara indefectiblemente, siquiera por los pelos, con los derechos de un pequeño pueblo oprimido que luchaba antes, ahora y siempre contra el invasor, Asterix y compañía hasta en la sopa, qué murga, pero qué murga, al día siguiente de la independentzia aquella se iba a acabar hasta el cáncer.
Y como todo se mezclaba con la matraca famosa, no tardaban en caer las hostias de rigor, palos y pedradas desde cada extremo de la calle, carreras arriba y abajo, la protesta festiva y reivindicativa se convirtía en batalla campal en lo que se tarda en echar un par de cócteles molotov a una furgona policial o apedrear una sede oficial. Y lo peor es que estábamos acostumbrados, era lo natural ya que si aquellas jaranas estudiantiles sólo supusieron un alto en lo que al sur del Ebro parecía ser la plácida rutina academica, apenas un par de semanas de estado de excepción, ya volveréis a clase, ya... En el terruño no, en el txoko las movidas estudiantiles de los ochenta apenas representaron un hito en medio de lo que para nosotros era una rutina de manifas, sentadas, pitadas o lo que fuera de cada semana, por temporadas incluso diarias. Todo ello a rebufo de una actualidad marcada de seguido por la violencia, un día a la calle porque habían matado a un inocente de un tiro en la nuca o una bomba lapa, secuestraban a un empresario o explotaba un coche bomba junto a una sede oficial o lo que fuera, y otro también porque un detenido había aparecido ahogado en un río con las manos atadas a la espalda, a otro le había dado un infarto mientras lo interrogaban o unos mercenarios franceses se dedicaban a hacer su particular limpieza al otro lado de la muga bajo las órdenes de un comisario gallego, chuloputas y con las luces justas para saber que años después tenía que callar de dónde venían las órdenes y el dinero para contribuir con su grano de arena a que el lodazal vasco todavía se enguarrara más por culpa del GAL y otras geniales ocurrencias de los aparatos del estado, y cuyo principal beneficiado, por cierto, no fue otro que la propia ETA y su entorno.
Entretanto huelgas escolares cada semana, a sacar a la gente aunque fuera a hostias, berrear, apedrear, lanzar de todo por el centro, otro tanto de broncas en lo viejo, la tensión entre los que querían forzar la voluntad del prójimo para que se sumaran de buen grado o no a sus intereses, la violencia indiscriminada de las supuestas fuerzas de orden sobre todo joven que se pusiera a su alcance, pelotazos, botes de humo, cockteles molotov, adoquines, sirenas a todas horas, ambulancias, pasamontañas y palestinos, coches volcados, barricadas en lo viejo, redadas en los bares, palizas en las furgonas, cristales rotos, cabinas quemadas, carreras de un lado a otro, siempre en medio de unos y otros, el miedo y la rabia por las paredes, el absurdo en todas partes, el hartazgo en suma. Aquello ya no era el alegre Mayo 68, la imaginación al poder y prohibido prohibir, aquella violenta cotidianidad de nuestros años mozos se asemejaba más a un Bloody Sunday norirlandés semanal, vosotros fascistas sois los terroristas, ETA mátalos y jotake irabazi arte (sin tregua ni pausa hasta la victoria). A ver si no va a ser nostalgia, si sólo es alivio.
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