miércoles, 27 de octubre de 2010

El valor de una nación no es otra cosa que el valor de los individuos que la componen. Jonh Stuart Mill


No todo van a ser malas noticias, catastrofistas, descorazonadoras de esta cosa del ir tirando mal que bien, de la vida en suma. También de vez en cuando uno lee u oye noticias que le reconfortan y hasta le reconcilian con los de su especie, aunque sólo lo sea porque me reconozco tan idiota como para creer en la posibilidad, sólo lo remota que quieran otros, de una sociedad de ciudadanos libres e iguales en la que prime el respeto al individuo por encima de cualquier otra consideración de tipo ideológico, religioso, genérico o racial. Ni siquiera se trata de una utopia, sino más bien, o tan solo, de la aplicación o el respeto estricto a los principios de la Ilustración, el liberalismo del XIX y sobre todo el espíritu que éstos inspiraron a la mayoría de las constituciones de los paises democráticos de la segunda mitad del XX. Luego la realidad ya se encarga en desmoronar muchos de esos principios en su aspecto práctico, esto es, el día a día con sus infinitas injusticias, los abusos de los poderosos sobre los débiles y entre ellos a destacar la discriminación del prójimo por arbitrariedades tan nimias como el color de la piel, el sexo, el credo y aún hoy en día hasta por la orientación del voto.

Cuesta creerse esto de la sociedad, si no perfecta, sí al menos justa, la democracia como concepto no vale tanto como lugar común y poco más en el imaginario de la mayoría de nuestros conciudadanos, estos, cada día más desengañados de las inequidades del sistema y de las tropelías que muchos cometen en su nombre, apuestan por cosas que en apariencia son mucho más tangibles, pero al mismo tiempo también en esencia un paso atrás de vuelta hacia la caverna. Así pues, una vez más en lo que parece ser la montaña rusa del devenir histórico, parece que descendemos a pasos agigantados hacia unos de los momentos más bajos de las últimas épocas, uno en el que vuelven a estar en boga la intolerancia contra el extraño, el descrédito de la cosa pública en favor del mónteselo por su cuenta, no importa que vaya contra la ley mientras no te pillen, puede que mejor si va contra la ley, más listos somos, y sobre todo fiáte sólo de los que se le parezcan, de los que crees cercanos porque son de tu mismo pueblo, comparten tu misma religión o tienen tu mismo color de piel. Bienvenidos de vuelta a la tribu, como si siglos de civilización contra la barbarie, de pensamiento contra el fanatismo, de ciencia contra la oscuridad y las patochadas metafísicas de todo tipo, no hubieran cuajado del todo. Así toca desprestigiar la inteligencia, aborrecer de la cultura, desconfiar de la ciencia, chotearse a todas horas del argumento aristotélico de autoridad, creerse el rey ya no solo de su casa sino también de todo sitio allá donde se vaya.

Desbarro, ya lo sé, la culpa es de la cerveza Alhambra a estas horas inusitadamente soleadas de la tarde. El caso, insisto, es que también hay resquicios para la esperanza. Como en esa ciudad eslovena de Pirán que acaba de elegir de alcalde a un negro. Un detalle éste el del color de la piel del nuevo regidor que en un principio sería del todo intrascendente como si también fuera alto o bajo, rubio o moreno, flaco o gordo, con gafas o sin ellas. Pero todos sabemos que no lo es, que en la Europa por momentos cada vez menos ilustrada y más telelobotomizada, con un concepto de ser liberal que tengo para mí que el pobre Adam Smith o Jonh Stuart Mill se retorcerían en sus tumbas del disgusto, del asco incluso, lo que cada día cobra más importancia es sentirse a gusto, seguro, entre los iguales, los de tu mismo pueblo, credo o clase. Así que en cuanto el hombre de la calle cree haber encontrado un motivo para el rechazo enseguida recurre a lo que cree obvio, lo primero que salta a la vista, que no está la gente para perder el tiempo con honduras, puede que ni siquiera la hayan educado para entrar en éstas, por algo será. Y una vez soltado el exabrupto de rigor, sentenciado a determinado grupo étnico como si las culpas de unos pocos se convirtieran de inmediato en colectivas por ser quienes son o venir de donde vienen, luego ya echará mano de toda la hipocresía que haga falta para justificar lo que no quiso decir pero que aún así está convencido de ello porque de lo contrario mejor haber estado callado.

En Pirán -ciudad de la primera república en desgajarse la antigua Yugoslavia sin apenas pegar un tiro y que desde el primer momento miró hacia Europa dando la espalda a los Balcanes y sus patrias asesinas y enfrentadas entre ellas desde hace siglos por un quítame ahí esa mezquita, iglesia católica u ortodoxa- han elegido de alcalde a un señor cuyo color sólo es una anécdota, la verdadera noticia está en su origen foráneo: un africano que arribó a aquellas tierras para estudiar medicina y allí se quedó porque no tuvo motivos para regresar a su país sino más bien todo lo contrario, eligió lo que cualquier persona en sus cabales eligiría independientemente de los lazos de sangre o el amor más que subjetivo al lugar de origen; eligió la libertad y el bienestar. Claro que tampoco nos vamos a engañar, lo han elegido sin mirar en su color o en su pasaporte porque no han tenido motivos para hacerlo, ni una cosa ni la otra suponía una amenaza, por algo será. Hablamos de una persona no sólo integrada en su país de acogida sino que además se ha distinguido por su aportación a la sociedad de la que es parte de pleno derecho, faltaría más. Es un ciudadano, sólo que, al igual que otros son altos o bajos, rubios o morenos, gordos o flacos, con gafas o sin ellas, éste nació lejos de allí y además es negro. Lo dicho, una mera anécdota. Seguro que lo es, pero qué cojones, no vamos a negar que la vida en Piran se nos hace desde este momento mucho más simpática, acogedora, cercana, que en cualquier otra ciudad de la antigua Yugoslavia y por extensión de cualquier parte del mundo en las que las voces que más se oyen, que más dan la nota, suelen ser casi siempre la de los más borricos del lugar, algo así como la de un tan Anglada concejal de Vic y por el estilo.

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