domingo, 24 de octubre de 2010

ES TRISTE DE PEDIR, PERO CASI LO ES MÁS QUE TE DEN UN PRINCIPE DE ASTURIAS...


El pasado viernes a la tarde veníamos de paseo justo en el momento en el que la mayoría de los premiados con los Príncipe de Asturias se dirigían al Hotel Reconquista de vuelta de la ceremonia de entrega. Una muchedumbre congregada para la ocasión tras unas vallas azul astur, esperaba ansiosa la llegada de famosillos para proceder a una especie de liturgia laica muy de nuestro dos últimos siglos de preeminencia del gusto de las masas ante todas las cosas. La cosa consistía en corear, o ya directamente berrear, los nombres de los personajes que las diferentes limusinas negras iban depositando frente a la entrada al Reconquista. De ese modo pudimos asistir al curioso, a veces divertido y siempre sumamente revelador espectáculo del vitorear a los protagonistas del evento de acuerdo con la popularidad de cada cual o la simpatía que genera entre el público asistente. Un espectáculo que nos retrotrae inexorablemente al circo romano, los torneos medievales o la alfonbra roja de los Oscars en los que los héroes de cada ramo recibían una cascada de vítores como recompensa por sus hazañas.

En el caso del Reconquista, y dejando a un lado la avalancha de emociones monárquicas que provocaron los príncipes de Asturias, qué guapín es él y qué estilo tiene ella, oh, y pobretines, mira todo lo que tienen que aguantar, claro, claro, casi que los explotan a los pobres, cómo tienen tanto que hacer y tan duro, luego a Lastres a hacer el bobo otro rato, no sé cómo no se hernian..., los aplausos eran de los más comedidos ante la llegada de los diferentes premiados, aplausos que sólo arreciaban un poco cuando aparecía alguno de cierta repercusión mediática como ese vendedor de bondades identitarias y policulturalidades varias que es el pergeñador de exitosos ensayos llamado Amín Maalouf. El resto de los premiados se tuvo que conformar con unos cuantos aplausos tan tímidos como breves. Eso hasta que llegaron, no sé exactamente si los de Investigación Científica y Técnica, David Julius, Baruch Minke y Linda Watkins, o los de la Organización Nacional de transplantes y The Transplantion Society con el Matasanz a la cabeza, y se encontraron que los recibían con un aluvión de aplausos, silbidos y piropos, que se les notaba que no se lo esperaban, ni siquiera se lo creían, o sí, a saber, puede que el público asturiano fuera de tal nivel, de una sensibilidad inusitada ante la ciencia o la investigación, quién lo diría en el país del unamuniano que inventen ellos, que en efecto, por fin eran objeto del agradecimiento, qué digo, del fervor popular por tantos años de esfuerzos y sacrificios encerrados en un siempre lúgubre laboratorio en beneficio de la humanidad, qué gente tan maravillosa que aplaudía al paso de unos humildes científicos. Pues no, y mira que me dio pena de lo emocionada que veía también a mi señora, la cual trabaja en esta cosa de la investigación científica y tal, pero todos aquellos vítores no estaban destinados a los científicos e instituciones premiadas, sino que más bien eran un anticipo de los que vendrían más tarde, ya a lo apoteósico, con los jugadores de la selección española como únicos destinatarios, los cuales, para más inri, todavía ni siquiera habían descendido de sus limusinas. Pero claro, como se había corrido la voz de que eran los siguientes en llegar por detrás de esos otros señores tan serios y desconocidos, tan tristes, pues eso, que la masa congregada apenas pudo aguantar más tanta emoción contenida después de horas de espera, y si hay que aclamar a un coche negro, pues se aclama, campeones, campeones..., ya habrá tiempo luego para los primeros orgasmos de muchas de las adolescentes vocingleras que esperaban a Casillas o la histeria desbocada de los demás seguidores de la Roja como en una borrachera ininterrumpida desde el final del Mundial, ¡yo soy español, español!.

Y es que dónde van a parar un Julius, Matasanz, Minke o Watkins, ¿estos en qué equipo juegan?, en comparación con unos Casillas, Lorente, Reina, Mata o un Xavi. Sólo hay que ver las portadas de todos los periódicos y adivinar quién saldría en primer lugar si un año les dieran el premio respectivamente al descubridor de la vacuna contra todo tipo de cánceres y al Mourinho como el mejor entrenador de fútbol de las últimas décadas.

Yo ya para el año que viene sugiero que eliminen de una vez por todas los premios a disciplinas tan poco vistosas y sobre todo rentables mediática y hasta turísticamente, como los de ciencia, investigacíón, ayuda al desarrollo o cualquier otra pijada. Que los sustituyan, en vista de la cantidad de páginas dedicadas a los trapitos que lucía el personal para la gala, por los de moda y pasarela o gastronomía. Y ya puestos, que el de Comunicación se lo den sin mayores dilaciones ni rodeos a la Belén Esteban; esos sí que iban a ser unos premios de relumbrón...

2 comentarios:

  1. Ya sabe usted lo que decía Unamuno:

    La verdadera ciencia enseña, por encima de todo, a dudar y a ser ignorante.

    Y digo yo, aquí siempre vamos tan "sobraos"

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  2. Tampoco vamos tan mal si hasta los cánidos leen a Unamuno...

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