miércoles, 6 de julio de 2011

¿POR QUÉ LES GUSTA TANTO EL AGUA A LOS NIÑOS?


Paseando ayer por la Losa de Oviedo, más bien corriendo detrás del enano que se lanzaba de cabeza a todos y cada uno de los estanques con fuente a chorro que jalonan el paseo de una punta a otra. De repente, justo tras arrancar a Mk del último de los estanques y de llevarlo en volandas hasta su cochecito para se que se tranquilizara un poquito de tanta emoción acuática, un señor de avanzada edad que se dirige a mí.

-Perdone que le pregunte -yo supongo que por una dirección, un buzón para echar una carta o una farmacia donde comprar viagra. Pues no.

-¿Por qué les gustará tanto a los niños el agua?

¡Toma pregunta! Me quedo sin habla, no reacciono, no me lo esperaba. Yo qué cojones sé por qué les gustará tanto, nunca me lo he planteado. Tampoco estoy acostumbrado a que nadie me pregunte cosas de tamaña trascendencia. Eso si, pese a la apariencia de seriedad y hasta confidencialidad con la que el abuelete me ha hecho su pregunta, en seguida he dudado de que se tratara de todo lo contrario, de una pijada de tomo y lomo, la clásica salida de un viejales que chochea a raudales. En fin, que no sé qué contestarle, así que improviso, podía resoplar y hacer caso omiso a su pregunta, incluso mandarle, no ya a la mierda, eso nunca, he ido a colegio de pago, si no a un buen médico para lo de la revisión periódica. Pero no, pecaría de más borde de lo que acostumbro, además ni la situación ni la persona se ajustan a los parámetros que manejo a la hora de decidir cómo y con quién debo tirar de bordería. Al meno nunca con nadie que no me haya hecho nada o que haya dicho algo ofensivamente estúpido estando yo presente. Todavía menos aún con un abuelo a los que respeto por principio. De ese modo, y por no parecer excesivamente arisco o corto de mollera, procuro salir del paso con un ridículo "pues supongo que como a los mayores la piscina o la playa". Ahora bien, si lo analizo en profundidad mi respuesta no tenía ni pies ni cabeza. A ver qué coño tiene que ver que la peña arda en deseos de darse un chapuzón en cuanto llega el verano y lucen en lo alto unos pocos rayos de sol, y la pasión desaforada e innagotable de los nenes durante todos los días del año y a todas horas de meterse en el agua a chapotear como esquizofrénicos.

Total que me despido del abuelete sin haber podido responder a su pregunta, con una cara de bobo que ni Rajoy hablando de los hilitos aquellos del Prestige, acelerando el paso por si acaso, que puesto a desbarrar el viejales con filosopolleces de semejante calibre a ver si le va a dar ahora por preguntarme: ¿venimos este mundo a andar sobre las aguas o a sumergirnos en nuestros sueños?

En cualquier caso, mira que después del encontronazo me he dicho, siquiera sólo para quitarme el mal cuerpo de encima, que hay demasiado jubilado demenciado suelto, que nunca me habían parado en mitad de la calle para preguntarme una chorrada tal cual, y aún así, confieso que no he podido quitarme de la cabeza la preguntita durante toda la tarde y noche: ¿por qué les gustará tanto el agua a los niños? Descartando ya de entrada que no creo que sea como a mí el vino o la cerveza, la verdad es que no he sabido acertar con una explicación más o menos plausible, eso sin tener que acudir a la wiki de los demonios o a hacer experimentos con el mocoso junto a la bañera. Sólo ya a la mañana del día siguiente, cuando me disponía a cambiar el pañal de pequeño monstruo a rebosar de orina, he creído atisbar la respuesta cuando, en una de esas, le veo que le da un acceso de locura de los suyos y se pone a patalear y batir con las manos el chorro de pis que recién estaba proyectando sobre la cama al poco de quitarle el pañal.

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