lunes, 24 de noviembre de 2014

LA EDAD, ES LA EDAD...



Hoy nada más entrar en la cafetería donde desayuno desde hace varias semanas, la camarera venezolana con la que mi pareja y yo estuvimos pegando la hebra este pasado sábado a la mañana a cuenta de mi parentela venezolana y mis impresiones y opiniones acerca de tan hermoso como caótico país, que me pregunta la edad sin que yo sepa a santo de qué, aunque tampoco se lo he preguntado.

-Cuarenta y cinco tacos, chama. ¿Pues? 

-¡Ahhh, qué vaina, "mi amol", si no los aparentas, te veía mucho más joven, si pareces un "carajito".



Momento en el que casi hasta me planteo dejarme puesta la gorra para evitar que la calva pueda hacer merma en la impresión que la moza se ha llevado de mi lozana persona según confesión. Pero claro, entre que es tontería porque siempre me la quito nada más entrar en un sitio cubierto tal y como es de ley, y que justo en ese momento salía en la pantalla del televisor de la cafetería el tal Nicolas hablando de sus contactos con la cúpula del PP, para la que decía haber trabajado como emisario de la vicepresidenta con el fin de solucionar el problema de Cataluña, amén de sus gestiones para el CNI y otras tremendidades, y que lo hacía, ya no sólo evidenciando que había hecho suya la vacuidad intelectual del discurso plagado de giros y lugares comunes propio de la clase política a la que parece haber garrapateado a conciencia, sino sobre todo obviando el hecho indiscutible de que el maromo tiene sólo veinte tiernos años, amén de carecer de otro oficio o beneficio que no sea el de avezado y temprano farsante en el país en el que estos son legión, mejor no, mejor dejarme de hostias, quitarme la gorra y no pretender aparentar la edad que no se tiene como el personaje que salía en ese momento en televisión. Al fin de cuentas un pobre chaval al que su infinita e infantil vanidad, junto con la escandalosa frivolidad con la que parecen hacerse las cosas en el mundo al que decía pertenecer, han acabado desquiciando, trastornando, sin remedio, convirtiéndolo poco más que en carne de psiquiátrico y para de contar. Y que pare de verdad, please.

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