viernes, 21 de noviembre de 2014

POCHAS CON ALMEJAS Y LANGOSTINOS




Toda la vida nos lo han dicho: no se pueden hacer las cosas a toda hostia y mal. Pues en eso pensaba ayer al mediodía cuando me puse a hacer la comida, la preferida de mis dos retoños y que llamamos volcán (montículo de arroz blanco hecho con un cuenco volcado, tomate por encima imitando la lava y el fuego con queso rallado) y un risotto de setas y hongos para el aitatxo. Lo más sencillo del mundo, sí, pero con las prisas, a contrarreloj literalmente, que no llego, que no llego, se convierte en una concatenación de desastres o meteduras de pata. Para empezar no había mirado si tenía arroz y al ver que no bajo a toda hostia a la tienda de abajo a por un paquete. Ya de vuelta en la cocina se me cae medio paquete de arroz al suelo cuando voy a abrirlo hecho un manojo de nervios. De modo que tiro de aspiradora mientras el ajo se quema en la cazuela y tardo lo que tardo en arreglar el atasco del aparato y reponerme de codazo que me he dado contra el marco de la puerta. Luego se me olvida pochar la cebolla, echar los taquitos de jamón de mi risotto y limpiar de tierra las putas setas, un kristi-krasti al comerlo luego que... Se me olvida también la sal del arroz blanco, se me olvida el caldo de carne y en su lugar le meto agua del grifo, error, tremendo error. Se me olvida que el arroz blanco se hace en un abrir y cerrar de ojos y para cuando vuelvo de guardar el curro de la mañana y cerrar el ordenata me encuentro una pasta blanca que tengo que corregir al mismo tiempo que echo el queso al risotto y empiezo a menearlo porque también se me ha olvidado hacerlo antes, momento que aprovecho para quemarme la mano, jurar en arameo y alguna otra lengua moribunda o casi. Y así entre una cosa y otra que empieza a salirse el agua de la cazuela de los críos, que se me pone la encimera hecha una mierda, que me empeño en pasar el trapo y casi que me quemo otra vez. En fin, corrijo el arroz de los críos, lo camuflo más bien con el tomate y el queso, y marchando, que tampoco es que vaya a dar de comer a un reputado periodista gastronómico de Legazpi... ¿Mi risotto? Una puta mierda, para qué engañarnos, ni he tenido tiempo para menearlo como debía, ni me quedaba queso suficiente, tampoco la tierra ayudaba mucho. Lo dicho, un desastre. Pero, hay que salir corriendo de casa, para cuando vuelva con los críos no cabe duda de que todavía estará mucho peor.

En fin, eso ayer al mediodía por hacer las cosas a mi más genuino estilo: rápido y mal. Hoy, en cambio y en compensación, he preparado de buena mañana unas pochas de Lodosa con almejas y langostinos, amén de su ajo, cebollica, puerrico y pimentico verde (no sé por qué, pero en las cosas de la huerta el diminutivo me sale de rigor), todo pasado, unas zanahorias picadas, azafrán y perejil picado. Menudas pochas, madre, qué pochas; salibando estoy esperando que llegue la hora de ponerlas a la mesa, de meter la cuchara. Juro que no es normal lo ricas que me han salido; bueno, en mí sí, hablo en general. No todo van a ser desgracias en la cocina, siempre hay tiempo para redimirse. Puto arroz, con lo que me gusta.

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