miércoles, 20 de mayo de 2015

MALA, MALA GENTE



Un pequeño gesto sin mayor trascendencia que desata en un servidor un nubarrón negro como el futuro político de Rosa Diez a cuenta de la condición humana de ciertos individuos. Un gesto de un vecino de garaje al que cedes paso para que salga primero él echando marcha atrás y que al pasar delante de ti ni se digna en darte las gracias, que ni te mira, oyes, como si pensara que tú estabas obligado a cederle el paso cuando ya prácticamente habías entrado y él ni siquiera se había incorporado a la rampa de salida. Porque adivinas un hijo de puta con pintas dentro de ese coche que pasa delante del tuyo sin dirigirte ni el más mínimo gesto de agradecimiento, a decir verdad de la misma manera que ese mismo vecino y otros no responden a tu saludo cuando te cruzas con ellos en el garaje y no digamos ya hacerse un lado cuando vas a salir para que puedas pasar. Gente de una antipatía y mala educación que parece consustancial a las pintas de don importantes en su parcelita vital que echa para atrás, gente de la que estás convencido que no puedes esperar nada mundo porque seguro que coinciden con esos otros que se niegan a acceder a que una empresa de telefonía coloque no sé qué hostias en tu edificio sin hacer obra alguna y completamente gratis, por lo que sea, cuando no les supone prejuicio alguno sólo puede ser por meras ganas de joder y para de contar. Gente con la que mejor no encontrarse fuera del garaje en ningún aspecto de la vida, la mezquindad, la mala baba, se les huele a la distancia, no están sobre este planeta para hacer más agradable la vida al prójimo, no, si pueden incluso todo lo contrario, como si eso les hiciera sentirse mejor, más listos, más dañinos de lo que podrías haber previsto con solo mirarles a la jeta. Son islas rodeadas de gente por la que no parecen sentir otra cosa que desprecio a no ser que se trate de individuos de su misma calaña, cabrones con pintas entre los que se reconocen y con los que disfrutan contando sus batallitas contra la gente corriente, la chusma de la que formamos parte el resto, también aquellos de los que pueden sacar algún beneficio o a los que simplemente admiran porque envidian todo lo suyo. Dan miedo y sobre todo mucho asco porque sabes que llegado el momento y con cualquier pretexto el maleducado, el bruto prepotente perdonavidas que sólo sabe mirarse al ombligo, también se puede convertir en una alimaña, un psicópata incluso. En fin, de nuevo Machado por las mañanas en el recuerdo con su "mala gente que camina y va apestando la tierra".

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