Por cierto, ya que hablamos de Goytisolo sin tapujos, vamos, de ese escritor que, según algunos..., dicen que odia a su patria y a su gente y que siempre escribió de su país y de su gente como En Campos de Nijar, que señaló y criticó el atraso secular y premeditado de su país, la explotación del campesino en manos de sus caciques, que retrató la época gris y opresiva que le tocó vivir a él y a su gente en Coto vedado (1985), En los reinos de Taifas (1986) y Memorias (2002). Ese escritor que reprueba tanto la sociedad en la que vive y la civilización en la que nació que no dudó en poner su pluma y su talento al servicio del derribo de los mitos del nacionalcatolicismo imperante, castrador, monopolizador de conciencias, que rescató del olvido a Américo Castro y su concepción de la Historia de España como una amalgama de diferentes culturas o tradiciones en contraposición a esa otra historia menendez pidalista de godos reconquistadores en lo que lo moro y lo judío apenas fue una anécdota o una pesadilla. Ese escritor que partiendo de lo aprendido de Americo Castro se internó en el legado histórico-cultural de esa otra España oculta, proscrita, supuestamente antagónica en libros como Reivindicación del Conde Don Julián o la maravillosa Makbara. Ese escritor que rescató también del olvido a otros heterodoxos como José María Blanco White que ya en su tiempo fueron tachados, también, también, de malos españoles por cuestionar las supuestas esencias nacional-católicas de la España oficial (no consta que White recibiera cheque alguno de manos del bien nutrido Fernando VII...). Ese escritor que desde su exilio parisino y su trabajo en la famosa e influyente editorial Gallimard ayudó a dar a conocer a buena parte de los escritores españoles de su época, que les ofreció una ventana al mundo. Ese escritor que lejos de cerrarse entre los muros de su patria, como era y acaso es tradición entre los españoles de su oficio, también utilizó su pluma tanto para escribir en español de otros mundos como para dar a conocer lo español a otros. Ese escritor que siempre ha tenido España en la cabeza, cómo osa pues aceptar el mayor galardón de las letras de su patria, cómo se atreve a recibirlo siendo como es a los ojos de aquellos a los que su literatura molesta, sus críticas irritan, sus fobias -ay, ay, con la Iglesia hemos vuelto a topar...- y su filias avergüenzan, el prototipo perfecto del mal español. Suerte que ese escritor también vive en Marruecos, esto es, a lo renegado entre moros como antiguamente tantos otros enemigos de España, y podemos criticarlo, con razón, porque defiende la marroquidad del Sahara (pecado, pecado, no es perfecto, no es inmaculado, no pasa el test de la progresía patria...), eso y también por participar en la vida cultural de aquel país extraño, enemigo secular, que como vive lejos entre la morisma y no nos llegan, o acaso hacemos como que no, sus críticas al déspota alauita, bien que tibias o medidas, porque sí, esa no es su guerra, vaya por Dios, será la edad, que se vive muy cómodo entre los muros de su mansión marrakechi, que podemos hacer caso omiso de su apoyó a los movimientos que reclaman democracia y libertad en aquel país, su apoyo a la tibia primavera árabe que hubo hace poco. En fin, y encima se lleva el cheque del Cervantes, un cheque castellano viejo, nacional-católico, para pagar unidades de destino en lo universal o algo así...
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