ACEITUNEROS




No sé los motivos, ni me importan, pero que la UE pretendiera legislar también acerca de cómo se debía servir el aceite de oliva en los restaurantes me parece ya el colmo de la intromisión de nuestros prebostes de todo tipo en la vida cotidiana del ciudadano. Es como si a alguien le molestase, sobre todo a alguien en Bruselas, a saber si para justificar su existencia, sus sueldos, o por simples ganas de joder, no lo descartemos, y eso sin descartar la posibilidad de que existan de verdad altos funcionarios europeos con complejo de ángeles de la guarda y por lo tanto convencidos de que esa y no otra es la razón de su presencia sobre la tierra, que todavía queden espacios de la vida cotidiana de los ciudadanos, siquiera sólo del ejercicio diario de muchos profesionales, sin regular. Yo es que me los imagino en un restaurante, viendo por primera vez en su vida que la peña que vierte el aceite de oliva sobre la ensalada al buen tuntún, como le peta a cada cual y sin reparar en si viene en botella de cristal o taza de barro -si no te gusta, si te escama la calidad o lo que sea, pues llamas y se la montas al camarero-, y claro, que les entra escalofríos, "¡insensatos, que os engañan, que os envenenan!". Porque no se nos puede dejar solos, tirando de libre albedrío como si en realidad fuéramos adultos y libres. Menos mal que mama UE y papa estado, el que sea y de donde sea, están siempre al tanto para decirnos lo que está bien o mal como en una eterna infancia. Y hoy es el aceite que te sirven en los restaurantes, mañana puede que hasta el kalimotxo o el gintonic tenga que venir embotellado porque "vete a saber qué vino peleón o qué ginebra de garrafón te ponen..."

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