jueves, 9 de mayo de 2013

DE LA LAPAO, PAO. PAO...


 
Luego dirán, dicen, que somos pesados, todo los días dando la murga con lo mismo, el raca-raca digital, como si no hubiera otra cosa, a ser posible más divertida, de echar risas y así, que parecemos amargados, todo el puto día pontificando contra esto o aquello. Pero, joder, al final habrá que pedir perdón por tener principios, inquietudes, un poquito de ética incluso.  Sin embargo, y entre otras cosas porque no me puedo quitar el vicio de indignarme, que me lo voy a mirar incluso, leo la siguiente noticia "El Parlamento aragonés votará este jueves una ley que cambia el nombre de la lengua que hablan en la franja de poniente por el acrónimo de Lengua Aragonesa Propia del Área Oriental (LAPAO)" y un día más a alucinar en colores con las maravillas que nos ofrece el ruedo ibérico de los cojones.

 La cosa podría parecer menor, un gota de nadería local y cultural en medio de la tormenta que padecemos, los que padecemos, masoquillas; pero no, más bien es el enésimo síntoma de estos tiempos en manos de una gente que a la vez que se proclama española sobre todas las cosas, que dice amar España como la que más, sigue demostrando una alergia atávica hacia la diversidad cultural de este mismo país, un odio inveterado hacia todo lo que se una visión monolítica, castellana, jacobina, del mismo. Y es tal el calado de este odio que no dudan en tergiversar la realidad, sembrar ignorancia entre la gente y, una vez más, despreciar todo lo que tenga que ver con la cultura, sobre todo la del prójimo, que por lo que se ve sólo representa un incordio, puede que un peligro para cierta mentalidad que parece vivir todavía en la España de los reinos medievales. Y lo más curioso es que lo hacen para prevenir una hipotética reclamación nacionalista por parte de los catalanes, cuando es así precisamente, falsificando tan burdamente la realidad, insultando la inteligencia del prójimo, despreciando lo propio y lo del vecino, que surgen los nacionalismos por doquier, siquiera ya sólo para defender lo obvio más que lo propio, el derecho a existir, siquiera a no ser agredido. Y luego, que alguno reclame este derecho para hacerlo a solas, fuera de ese crisol de lenguas, culturas y lo que sea que es España en esencia, pues oyes, ¿por qué será?, que ya dirán luego que entre unos y otros la mataron, esto es, entre separatistas y separadores. Increíble, de verdad, cómo se emperra la peña en avinagrar la convivencia entre la gente a la menor de cambio.

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