martes, 14 de mayo de 2013

NO HAY MAYOR ACOSO QUE EL DEL QUE MIRA PARA OTRO LADO



Esta una historia terrible, en sí y también porque no tiene nada de aislada ya que suelen aparecer esporádicamente otras del mismo calado en todas partes y casi que a diario; pero, sobre todo porque evidencia que los mecanismos para atajarlos por parte de las autoridades (en la misma Asturias no hace mucho una menor se suicidaba en Gijón por motivos parecidos, por acoso - no hay sitio para expresar el asco que me produce no sólo el hecho en sí, sino también la utilización de un ridículo anglicismo, "mobbing" para denominar lo obvio, lo de siempre, como si al hacerlo estuviéramos hablando de algo nuevo, moderno) no existen, no se han molestado en tomarlos y mira que antecedentes ya tenían unos cuantos. Eso y algo todavía peor, la convicción de que, por mucho que parezca que hemos ido a mejor, que la sociedad en la que vivimos no es tan bruta o miserable como solía serlo la de nuestros mayores, al menos no tan cruel e ignorante, tan atávica, todavía hay espacios muy concreto de ella en los sí parece que sigue siendo tal que así. Y lo peor de todo es que encima son espacios circunscritos a un ámbito tan reducido y desprotegido como el de la infancia o la adolescencia, un ámbito cuyos pormenores además escapan la mayor parte del tiempo al control de los adultos, que se desarrolla en buena parte a espalda de los padres por mucho que éstos presuman de tener una relación con sus hijos prácticamente de tú a tú, que ya hay que ser memo para pensar algo así. Por eso sólo con pensarlo me echo a temblar, como padre, claro está, pero también como ciudadano, convencido una vez más que atajar este problema no es ni de lejos una de las prioridades de nuestros gobernantes, y todavía menos en una época en las que la inmensa mayoría de éstas parecen estar relacionadas única y exclusivamente con los dineros, ahorrar de donde sea y preparar a las nuevas generaciones para un futuro de dóciles empleados y meros consumidores. El resto, educar en valores, en igualdad, respeto, libertad, cosas de utópicos soñadores, de docentes con alma de perroflautas, los rogelios tocapelotas de siempre. Por eso se cargan la Educación para la Ciudadanía, no conviene educar ciudadanos, éstos se creen que tienen derechos además de obligaciones, que viven en una sociedad en la se está no sólo para agachar la cerviz ante los nuevos señores feudales, que incluso están obligados a cuestionarlos. Pues eso, todo, prácticamente todo acaba remitiéndome a lo mismo.

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