domingo, 24 de abril de 2011

DOMINGO DE RESURRECCION Y ABERRI EGUNA MEDIANTE


Recogiendo el petate para volver a casa, al exilio dorado ese que dijo uno en la presentación de mis primeros libros, ya hay que joderse con los literatos, con los académicos más bien, al paraíso natural de gente simpática y acogedora que no gruñe, o al menos no tanto, como los de aquí y que tampoco se pasa el día haciéndose pajas mentales a cuenta de su ombligo.

Volvemos en un domingo plomizo, de lluvia y horizontes grises, a saber si un adelanto de lo que nos espera al otro lado en la cornisa, allá en Asturland. Y nos vamos tras una semana intensa de familia, amigos y excursiones. El eterno reencuentro con lo de siempre cada tres semanas, venir como si no te hubieras ido, no irse nunca del todo, irse solo para volver. Porque en esos pensamientos estaba anoche cuando volvíamos en coche a casa de papa y mama, al segundo día aquí ya es como si no me hubiera ido nunca, la inmutabilidad de tu entorno vital, que ni siquiera es cosa que tenga que ver con la geografía sino más bien con la biografía propia y la de los de tu entorno.

Luego ya hay también sensaciones que empiezan a convertirse evidencias. Vives a caballo entre dos ciudades de provincia de tamaño medio y cada vez eres más consciente de las diferencias antes que de las similitudes. Allí donde resides ahora toda te parece más pequeño en la tuya, más accesible, más familiar y agradable incluso. Tu ciudad en cambio se te hace cada vez más complicada e inabarcable, siquiera en lo metafísico, porque la tuya siempre será la de tu partida de nacimiento por simple cuestión biográfica, el rollo ese de que la patria es la infancia y tal, una chuminada como cualquier otra y cuya validez reside exclusivamente en la cosa sentimental, nostálgica. Porque puestos a disertar sobre el tema uno siempre se inclina más por el aserto senequiano de que patria est, ubicunque est bene (la patria es cualquier sitio donde se está bien), perdón por el latinajo pero es que los de letras ya se sabe... Claro que esto en plan racional, sensato, porque como uno también tiende a lo romantico-bobo y es un sentimental de mil pares de cojones, pues que tampoco desdeña de la primera definición de patria o por el estilo. En cualquier caso, ya metidos en harina cabría acordar que si lo rumias a conciencia acabas deduciendo que en realidad esa patria geográfica casi nunca tiene que ver con unos límites concretos, preestablecidos, con una geografía limitada por la historia o la política, sino más bien, y casi que en exclusiva, con tu biografía, el territorio o los territorios por donde te has movido, donde han transcurrido la mayoría de tus experiencias vitales, nada que ver con ese concepto tan atávico y desfasado de las raíces, el origen de los tuyos, el vínculo con la tierra y el linaje, todo cuento, puro accidente, tanto o más como ser hijo de tu padre o de tu madre, puedes fantasear con ello pero nunca olvidar que lo estás haciendo, como te lo tomes en serio das en bobo o algo peor, en fanático al uso.

Pero bueno, qué espesura la de esta entrada, supongo que será cosa del Domingo de Resurrección, que en esta tierra donde todavía me hallo también es de reivindicación de patrias irredentas, tantos Aberris Egunas como vascos con ensoñaciones identitarias hay sobre la faz de la tierra, esa es la condena del nacionalismo, su eterno complejo de hidra, lleva el germen de la división interna desde sus inicios, mira si no lo que hay ahora, casi tantas siglas que soy incapaz de memorizarlas y todavía menos de ponerles caras. La Patria, qué repelús, si hasta etimológicamente resulta desagradable, de padre y solo él, padre severo y cruel como pocos, que exige sacrificios y los más tontos se los dan a cargo de su propia vida incluso. Cuando piensas en tu lugar en el mundo no hay matria, no hay madre que te ampare, lo femenino y por lo tanto todo lo acogedor y cálido sobra. Sólo hay una patria con su bandera, con sus fronteras al antojo de la Historia y lealtades inquebrantables, esto es, puro patriarcado. Como para creer en ellas a pies juntillas, como para no fruncir el ceño delante del trapo colorado de turno. No obstante, toda la vida a la gresca con el padre y aún así sabes que no dudarías en defender la casa del padre porque también es la tuya, lo que te jode es que te impongan obligaciones para con ella, que te las recuerden todo los días y a todas horas, que te digan cómo has de estar en ella, a qué hora se come, qué, cómo y con quién. Pero luego te vas de casa allí donde nada saben de ella, y aún así no dudan en hablar de ella de continuo desde su más complacida ignorancia, también te dicen cómo y cuál es tu casa, cómo tienes que estar en ella, a qué mesa sentarte, cómo y con quién. Eso cuando no la denigran y la tratan de todo lo peor, hasta se burlan de lo que hay en ella, no les gusta cómo está decorada ni lo que alberga, si pudieran la pondrían patas arriba para decorarla a su antojo, que por algo lo suyo siempre es mejor. Insultan y mienten porque les conviene, les complace más bien, aunque, insisto, no suelan tener ni puta idea de lo que hablan, por lo que casi siempre tienen que recurrir a tópicos en los que acaban demostrando que son ellos los que más y mejor asumen como propia la imagen trasnochada y esperpéntica de lo mismo que critican desde la distancia. Con lo que, si no soportabas que tu patria chica te impusiera sus normas, menos vas a soportar aún que lo intenten otros con la suya, la oficial, única e indivisible, unidad de destino en una sola dirección, banderita tu eres...; anda que os den por culo. Entonces sientes que tienes que defender esa patria con la que siempre estuviste de morros, siquiera para que ésta no tenga más motivos para ser tan áspera y resentida con todo lo de fuera, para que no se recree en el rechazo que suscita entre los necios e ignorantes que no admiten siquiera su existencia, les jode la visión autocomplaciente y doctrinaria que tienen de la suya, en eso las dos van de la mano aunque les cueste reconocerlo, compinchadas en no reconocerse nunca, en hacer imposible la convivencia, siquiera un mínimo apaño para seguir viviendo juntos pero no revueltos, cada cual a su aire y siempre fieles a un mínimo denominador común. Entonces surge la patria de donde siempre surge ésta, de la pura nada, el capricho del iluminado de turno, la coartada de los canallas y todo lo demás que suele decirse en estos casos.

En fin, disertaciones en uno de esos días señalados para otros, los que cual feligreses de su propia iglesia cumplen a rajatabla con el calendario que les dicta ésta, que lo disfruten; vamos caminando, con flores al Señoooooor...

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