sábado, 16 de abril de 2011

RUTA DEL ALBA




Hoy, aprovechando que todavía hacía bueno y que la intendencia familiar no estaba tan patas arriba como de costumbre, que hemos madrugado incluso, me han llevado de excursión, de caminata, a la Ruta del Alba. Así pues, bocadillos y nevera en mano, nos hemos dirigido hacia el concejo de Sobrescopio, que no, lo parece pero no es un instrumento quirúrgico, ni el nombre del vacilo de una enfermedad venérea o por el estilo, en el parque natural de Redes, y aquí paso de chistes sobre si también había wifi o por el estilo, no caigamos tan bajo, al menos de no entrada.

Ya en el pueblo en Soto de Agues, una vez más de bruces con un paraje espectacular de los valles del interior, la belleza cantábrica de los prados verdes protegidos desde las alturas por la roca calcárea de la montaña. Una vez en ruta alcanzamos una piscifactoría y unas praderías para continuar a través de la pista que bordea el cauce del río que desciende por un desfiladero hasta donde nos alcanzan las fuerzas, o más bien la paciencia con la sección infantil de nuestra expedición. El paseo es sencillamente espectacular. El runrún constante del agua brava que baja de la montaña nos acompaña durante todo el camino, la luz que penetra en el desfiladero de este día sorprendentemente soleado parece brillar con especial vehemencia sobre las aguas de un río encabronado, parece incluso que parte de ella rebota entre las dos paredes del desfiladero para, debidamente cribada entre las ramas de la vegetación a ambas orillas del río, enfocar nuestra atención sobre la cristalina transparencia de sus aguas.

Y así de líricos y embobados, tras una caminata que por obra y gracia de la chiquillada que arrastramos con nosotros, por el coñazo de tener que tirar del carrito repleto de abrigos, bolsas y otras hostias, incluso de un nene, de tener que esperar al mayor que se entretiene hasta con una mierda de vaca con sus moscas, acaba costándonos no ya el doble, sino el triple o más de lo que nos habría costado de haber ido a nuestra puta bola. Pero la sudada ha merecido la pena, siquiera sólo para una vez alcanzado un cruce con unas cabañas, y a la vista de que el mayor amenaza con tirarse al río de cabeza si no paramos para la jamada, desviarnos un tramo hasta un lugar junto al río, donde ya una vez aposentados los críos y el carrito, amenazados de muerte los primeros, esto es, advertido el mayor de lo que le puede ocurrir si se aventura en exceso sobre las rocas y el otro debidamente atado a su silla, iniciamos la domingada.

Gozada de bocadillo que se había preparado un servidor en plan pan tumaca con unas tiras de bacón a la sartén, amén de montado de bacalao ahumado con mayonesa de ajo. Bien entraba todo con sus preceptivas birras, zumo dorado como el fondo del río cuyo runrún ponía la música de fondo, pedazo de momento a lo bucólico y tal, si llega a surgir de repente un salmón del fondo del río pegando un brinco, juro que me quedo ahí a vivir en plan Jeremias Johnson, vamos, a lo trampero. Pero no, la que le habría tocado hacer de india en mi cabaña de la montaña no parecía estar por la labor, de modo que hemos recogido el campamento y camino de vuelta. Aunque total para qué, si una cosa es darse el piro a vivir la aventura en plan anacoreta total, que me ermitaño en lo alto de ese pico y me pongo a pegar tiros a los rebecos, a hacerme chamarras para el invierno con la piel de los osos, y otra cosa es dónde. En la Ruta del Alba no va a ser, al menos no si lo que buscas es un lugar bucólico y sobre todo retirado. Porque bucólico a rabiar, todo lo que quieras; pero de retirado nada de nada. Aquello ha habido momentos sobre la pista que parecía la Gran Vía madrileña en hora punta. Madre de Díos, si casi tengo agujetas, pero no en las piernas de andar, si no en la lengua decir hola a todo el mundo con el que nos cruzábamos.

Pues eso, un paraje espectacular y muy animado, la próxima a ver si subimos más alto, si vamos más lejos, si llevamos más cervezas, qué pasa con ese postre. Por cierto, lástima no haber podido retratado en todo su esplendor el pedazo lagarto de cabeza azul que hemos localizado entre la maleza, precioso.

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