viernes, 1 de abril de 2011

DE TAL PALO...


No lo puedo evitar, es abrir cada mañana el periódico, leer ciertas cosas que pasan en la llamada piel de toro, y acordarme todo el rato de esta cosa que me mandó hace unos días un amigo.

Un día, un florista fue al peluquero a cortarse el pelo. Luego del corte pidió la cuenta y el peluquero le contestó: - No puedo aceptar dinero. Esta semana estoy haciendo un servicio comunitario. El florista quedó agradecido y dejó el negocio. Cuando el peluquero fue a abrir el negocio, a la mañana siguiente, había una nota de agradecimiento y una docena de rosas en la puerta.

Luego entró un panadero para cortarse el pelo, y cuando fue a pagar, el peluquero respondió: - No puedo aceptar dinero. Esta semana estoy haciendo un servicio comunitario.
El panadero se puso contento y se fue. A la mañana siguiente cuando el peluquero volvió, había una nota de agradecimiento y una docena de donuts esperándolo en la puerta.

Más tarde, un profesor fue a cortarse el pelo y en el momento de pagar, el hombre otra vez respondió: - No puedo aceptar dinero. Esta semana estoy haciendo un servicio comunitario. El profesor con mucha alegría se fue. A la mañana siguiente, cuando el peluquero abrió, había una nota de agradecimiento y una docena de diferentes libros, tales como ' Cómo mejorar sus negocios' y 'Cómo volverse exitoso'.

Entonces un diputado fue a cortarse el pelo y cuando fue a pagar y el peluquero nuevamente dijo: - No puedo aceptar dinero. Esta semana estoy haciendo un servicio comunitario. El diputado contento se alejó. Al día siguiente cuando el peluquero fue a abrir el local, había una docena de diputados, Alcaldes, concejales... haciendo cola para cortarse gratis.

Esto, querido amigo, muestra la diferencia fundamental que existe actualmente entre los ciudadanos comunes y los miembros de la Honorable Clase Política del país.

Por favor, en las próximas elecciones (2012), vota con más cuidado...

Atentamente,


EL PELUQUERO



Qué duda cabe que la cosa traída tal que así tiene su gracia. Sin embargo, a poco que reflexiones, que releas incluso, en seguida te das cuenta del tufillo cuanto menos radiactivo que emana el chiste en cuestión. ¿Por qué? Pues por la terrible demagogia que lleva implícita la afirmación de que hay una división fundamental entre los ciudadanos normales y la clase política. No sólo es una afirmación peligrosa, que pretende deslegitimar el sistema político mediante la generalización o demonización de todo un colectivo, todos por el mismo patrón -a saber con qué intención, aunque la descalificación de la clase política en su conjunto ha sido históricamente un tema muy manido por todo tipo de iniciativa totalitaria, quién si no el fascismo o el comunismo acostumbraban a arremeter contra los políticos de las llamadas democracias liberales con argumentos similares, si bien lo que hay ahora es una ideología del desafecto democrático, esto es, el interés de algunos poderes fácticos por extender ideas como la que todo es una mierda, todos son unos ladrones, nada cambia, para qué votar, mejor quédate en casa y que voten los míos, los afectos o convencidos por principio-, sino también una afirmación terriblemente injusta. Lo es, con todos los casos de corrupción que conocemos, y que estamos por conocer, porque del cómputo general de políticos implicados en los mismos apenas nos resulta una minoría. Por mucho que nos alarmen e indignen casos puntuales, que la reiteración de los mismos cree una falsa impresión de corrupción generalizada, la realidad es que España es un país cuya clase política es en su mayor parte honrada y trabajadora, que cumple mal que bien con su cometido, pero lo cumple, vamos, que no es precisamente que las arcas estén vacías porque se lo llevan ellos sino más bien por otras cosas. No lo digo yo, para eso están los rankings de corrupción mundial, no estamos de los primeros, esto no es un país africano, ni siquiera la Italia de Berlusconi, esto es lo que es, una país mediterráneo con un gran déficit socio-cultural que viene de muy atrás, más allá de Franco y sus cuarenta años, pero mucho más. Un déficit que es ante todo educativo, y sí, exacto, de educación para la ciudadanía, el saber comportarse como ciudadano, conocer los derechos y los deberes de cada cual, conocer el funcionamiento del sistema, de tu entorno, saber de matices, de no todo es lo mismo, de que la presunción de noticia se acaba cuando las evidencias cantan, de que hay que esperar a tenerlas y que no es lo mismo quien ampara al delicuente que quien espera a que se confirme su delito y luego lo aparta, matices para no pecar de injustos, pero en todo caso, conocimiento y juicio para luego poder criticar lo que no te guste y sobre todo exigir responsabilidades a los que te gobiernan . Vamos, todo lo contrario del servilismo imperante, votar por principio a los de mi cuerda, no importa lo mal que lo hagan, o no votar y punto porque todo es una mierda y yo soy más listo que nadie, voy a mi puta bola y luego encima critico, y eso cuando no se impone la tendencia italiana de votar al más sinvergüenza porque realmente me gustaría ser cómo él y qué mejor que un canalla corrupto y ricachón para dirigir los intereses de un país antes que un muerto de hambre como yo, ¡vivan los señoritos que son los que saben de qué va el cotarro, vivan las cadenas!

Un sistema que, con todo, funciona, a algunos los cogen y hasta van a la cárcel, que ya es mucho decir si estuviéramos en Marruecos o Argentina, pero mucho. Pero también es peligroso, si el ciudadano español, ese que tampoco lo es del todo por el déficit ese al que me refería, asimila la idea de que todo está podrido, que no hay nada que hacer, que todo es la Valencia de Camps o el Orense de Baltar, tampoco exigirá que se persiga y castigue a los culpables, empezara, si ya no lo ha hecho, a concebir la corrupción como innata al sistema, hasta considerará que es legítimo actual igual en su vida diaria, a ver si voy a ser yo el tonto que no se lleva algo. En algunas partes de España parece que la idea ya ha calado o simplemente no se había erradicado, cuanto menos desde los tiempos del caciquismo decimonónico, ahí estan Castellón y Orense.

Y en todo caso, qué viejo y sobre todo interesado eso de hacer creer al ciudadano corriente, a todos nosotros, que los políticos son para darles de comer aparte mientras el resto estamos sentados a la misma mesa. De dónde vienen esos concejales, parlamentarios y cargos de todo tipo, sino de la misma sociedad. Acaso creemos que el que mete la mano en las cuentas públicas no lo habría hecho también en las privadas si hubiera tenido la ocasión. ¿O es que pensamos que el cargo está maldito y convierte de repente a honrados ciudadanos en delincuentes? Qué fácil tirar por la tangente y aprovechando los pecados de unos pocos demonizar al conjunto. Yo que, y esto al hilo de chiste, soy hijo de peluquero, de maestro industrial que durante décadas formó a gran parte de los que hoy ejercen en mi ciudad natal y alrededores, nunca se me ocurriría, como no se le ocurriría a la mayoría en lo suyo, afirmar que porque uno o varios peluqueros han dejado calva a una clienta, porque le han sisado en la cuenta o simplemente les lavan la cabeza con agua fría, todo el gremio acostumbra a hacer lo mismo. No tendría sentido y cualquiera con dos dedos de frente se da cuenta del absurdo. ¿Por qué no entonces con los políticos? Será que prima hacer sangre del que consideramos poderoso, de aquel que con sus decisiones nos condiciona la vida diaria, de aquel al que entregamos nuestros dineros a riesgo de que unos pocos se lo metan en el bolsillo.

Y lo peor del chiste la candidez con la que pretende hacernos creer que la mayoría de nosotros, los ciudadanos corrientes, somos el reverso de la clase política, honrados y trabajadores. Puede que así sea porque no queda otra, pero cuando lees que un señor como Mario Conde se dedica, ya no sólo a despotricar contra todo desde una tertulia televisiva en un canal de extrema derecha, sino también a dar conferencias como la de ayer en Oviedo, y lees y ves en las fotos que el salón de actos estaba a rebosar, nada más y nada menos que en Centro Asturiano, para asistir a un acto presidido por un delincuente juzgado y condenado, cuando ves semejante afluencia de tipos "honestos" y "trabajadores", sólo puedes pensar qué extraña ética y moral maneja esta gente, tan emperifollada toda ella, tan de orden a tenor de sus moños y trajes, qué valores pretenden aprender de un caradura como Conde.

Claro que estos señores son los mismos que en su tiempo votaron al ínclito Ruíz Mateos, porque el pobre era un honrado y trabajador empresario expoliado por las hordas rojas, un perseguido por la justicia española al servicio de Boyer y Felipe González, que te pego leche. Y quien dice Ruiz Mateos, pues dice Jesús Gil y sus mayorías absolutas en Marbella, Rosa Diez y sus vestidos ven y cuéntalo, a los valencianos y su pasión por Camps, el servilismo caciquil en Castellón con Fabra u Orense con Baltar, los ERES en Andalucía, que a ver si no quiénes eran sus beneficiarios, gente corriente, honrada y trabajadora que con sus votos siguen premiando a los ladrones y sinvergüenzas porque parece ser que a la hora de elegirlos lo que menos les importa es la honradez de los mismos. Pero luego, claro está, es que son como son y la culpa no es nuestra, como si fuera el Espíritu Santo quien elige a la clase política.

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