viernes, 2 de agosto de 2013

BAZTANDARRENEAN


El Baztan pues muy bonito, en serio, nada nuevo por otro lado, no creo que haya otro rincón de Euskal Herria más celebrado que éste por su paisaje, arquitectura, historia y leyendas. No es para menos, el paisaje abruma por su belleza, la arquitectura sorprende por su particularidad e historias y leyendas las hay para dar y tomar, y ya en especial también para perpetrar best sellers entre lo policíaco y antropológico como el que parece que se lo está llevando crudo este año y de cuya autora no recuerdo el nombre ni me apetece recurrir al google, para novelas ambientadas en la zona me quedo en especial con las de Miguel Sánchez-Ostiz (El Corazón de la Niebla, Zarabanda...), amén de los jugosos dietarios del mismo autor, los poemas de Hasier Larretxea que siempre traen su reminiscencia a cuestas, también las novelas de Mikel Taberna cuya notable Alkarsoroko Benta recién acabo de leer, e incluso algo policíaco que leí muy de chaval en euskera a Gotzon Garate. Aunque también, también me acuerdo de inmediato de aquello que parece ser que comentó Baroja acerca del poco oficio como novelista de Valle Inclán por haber ambientado un episodio de la guerra carlista en el Baztan y en el que describía unas viñas muy por encima de la divisoria del cultivo de la vid en el Antiguo Reyno; pura malicia con marchamo del de Itzea. En fin, todo lo demás ya entra de lleno en el género del folleto turístico o mero cliché, que es para lo que da una escapada corta e incluso más. Pero precisamente por eso, porque estás de paso, fugaz incluso, no da tiempo a que se te desvanezca el encanto de la primera impresión a fuerza de enfrentarte a diario con la realidad del trato cotidiano con el paisaje y el paisanaje, el roce con todas tus servidumbres, en una valle que no sé si será más cerrado o menos que otros en cuanto al espíritu o carácter de sus habitantes. Pero valle, eso sí, con sus suaves colinas verdes y su Pirineos al fondo, sus arroyos y riachuelos más o menos susurrantes, sus casas señoriales, de indianos con suerte o simplemente de una coquetería etno-postalera, sus historias de brujas y agotes con madericas de Santxotena incluidas, su sugestivo dialecto local e incluso la simpatía de alguna que otra camarera local, las del Eskisaroi, qué cojones. Vamos, lo que decía, para ilustrar los folletos de la agencia que tuve años ha, siquiera para la foto de familia como la que acompaña y para de contar. Y en cualquier, qué bien lo de no tener tiempo para aburrirte, lo de ir a algunos sitios como ave de paso (sin estacazo); luego ya si eso, para exotismos con trasfondo mítico, histórico y hasta en plan Nabarralde, pues ya si eso, la película de Iñaki Elizalde por ver.

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