lunes, 5 de agosto de 2013

DE BODEGAS




La bodega de Baigorri en Samaniego, Rioja Alavesa, no ha sido diseñada por arquitectos de relumbrón como el chapucero de Calatrava (hasta los de Ysios están de pleitos con él por la de Laguardia) o el Gehry con su mini guggenheim de Elciego, sino por el arquitecto vitoriano Iñaki Aspiazu y su promotor Jesús Baigorri, de modo que seguro que no merece la visita del turismo pijotero que va detrás de los grandes nombres antes que de las grandes obras. Pues ellos se lo pierden, la Bodega de los Baigorri es un edificio simple y llanamente espectacular, tanto por su emplazamiento en uno de los parajes más bellos del mundo como su concepción interior en la que el amplio espacio bajo tierra lo es todo y el diseño fuera y dentro confunden, por momentos no sabes si te has equivocado y has ido a parar a uno de esos contemporáneo de esos que han proliferado como setas en los últimos años para sacar del cuarto trastero los cuadros y esculturas que almacenaban las instituciones que invertían en los mismos o en una bodega que hace uno de los vinos más exquisitos y serios de la dominación. Ahora bien, tu llamas porque has visto que las visitas están previstas paras las once y la una de la mañana, y te abren, claro, pasas a un recepción tipo balneario fino o salón de espera de aeropuerto, y ahí te dejan, fisgando alegremente a través de los cristales desde donde se ve el interior o en la espectacular tienda que puede que tenga más de sala de exposición que de otra cosa. Eso hasta que pasa el tiempo, no te atiende nadie para lo de la vista y cuando preguntas a ver qué hostias pasa, pues, una de las pavas de las oficinas, a saber si la misma que nos abrió o otra, te suelta que si eso mejor de os venís, majos, a la una para lo de la visita guiada, que ahora andan muy liados. Pues bueno, como era para que mi señora asturiana visitara una bodega de la zona, y encima que habíamos madrugado, ya si eso, y siquiera sólo porque a todo cristo le parece muy espectacular y tal con sus nichos y txokos, su emplazamiento tan bueno o más, nos fuimos hasta lo de los Eguren-Ugarte, allí les dejamos nuestros euricos y nos bebimos nuestros vinicos, que para la una servidor ya empieza a salivar y lo que apetecía ayer era chuletón y cosechero en una tasca de esas de piedra y techo de vigas de madera, vamos, lo de siempre.

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