domingo, 18 de enero de 2015

DOS BILBAÍNAS




(y este título conste que como si fueran dos chavalas de Lugo, Carcassone, Dusseldorf o Salvador de Bahia, el caso es que éstas en concreto y hoy eran de allí y poco más. Eso y que el título me recuerda cierto establecimiento hostelero de mi ciudad adonde me llevaban mis padres de crío todos los fines de semana a comer rabas...)

I Bilbaína 

Pues bien, iba yo esta mañana hacia la Gran Vía bilbaína y en eso que me cruzo con una pareja joven y su retoño. Él jugando con el crío, pasándoselo los dos pipa, felicidad en estado puro. Ellas detrás de ellos, y en eso que va la moza y dice bien alto, para que le oyéramos todos los que en ese momento pasábamos a su lado:

-¡Parece qué vas cagado, Mikel!

-¿Qué?

-Sí, mira cómo llevas el pantalón, vas hecho un adefesio. ¿No sabes ponerte bien los pantalones o qué? Joder, chico, que ya tienes una edad para saber vestirte, que no tengo que estar yo todo el rato diciéndote cómo, que para eso ya tienes todavía a tu madre.


Y el caso es que estoy convencido de que ella no era consciente de que humillaba a su pareja en público, que no era mala chica, pintas de bruja no tenía, o al menos no más de lo normal. Pero claro, es que la genética es lo que es, y ellas parece que tienen ese gen del “muy contento va éste, mira qué bien se lo está pasando con mi hijo, demasiado feliz lo veo, algo tengo que hacer, decir...” Y claro, el pobre ni rechistar, a agachar la cerviz; sí cariño, lo que tú digas, soy un mangarrán, me merezco este escarnio público y todo lo que tú digas o decidas hacer con mi ya más que raquítica dignidad... Buen chico, sí, manso como está mandado, porque si llega a ser al revés, si llega a ser él quien le dice a ella: “mira qué pantalón llevas, qué culo te hace...”, bueno, bueno, menudo capullo machista malnacido y tal, igual hasta yo le frunzo el ceño, no sé. Así que he estado en un tris de llevármelo a tomar un pote, a él y al crío, para lo de que empiece ya a saber qué es el arrimo instintivo de los de su género en este tipo de situaciones y en ese plan.


II Bilbaina


En la cafetería del Hospital de Basurto a la hora de comer. Mi madre con la muleta y servidor que no encontrábamos mesa para sentarnos a comer. Mi madre bambaleándose sobre su muleta a riesgo de tirar las bandejas de todo aquel que pasa a su lado. Y en esa que veo a una chica muy mona y en plan hippi-piji, sentada sola a una mesa, la bandeja de la comida recién terminada y hojeando tranquilamente una revista del corazón. Espero a ver si se apiada de nosotros, siquiera ya sólo de la sesentona con muleta y cara de sufrimiento provocado por no sé cuántas operaciones de columna mal curadas. Pues que va a ser que no, que ni se inmuta. De modo que decido pedirle educadamente a ver si por favor nos deja la mesa para comer a la vez que le señalo con la vista su bandeja vacía sobre la mesa. Recibo una mirada de asco infinito, ni siquiera un gruñido, no, sino una mirada con la que sé que en ese mismo momento y delante de mi jeta se está cagando en todos mi muertos. Pero claro, ahí está mi vieja con la muleta y no es cuestión de evidenciar ser más hija de puta de lo que ya salta a la vista, al menos no a riesgo de provocar la furia impredecible de un cuarentón con pintas de pastor sardo con malas pulgas que me dice cierto periodista siciliano cada vez que me ve en foto y con gorra. En fin, así está el panorama, hay de todo como en botica, faltaría más, pero uno empieza a acusar los años con cada vez más irreversibilidad a poco que tenga que intercambiar un par de palabras con cierta generación de memos autistas y mal educados que no es que vengan pisando fuerte, es que parece que lo hacen pisando a todos los demás.

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