Se acaba la Navidad y con ella punto final al empacho de ñoñería e
hipocresía que las caracteriza. Sí, que qué bonito es reunir a la
familia entera y mal avenida. Pues bueno, yo no soy nadie para criticar
las perversiones del prójimo. En cualquier caso, paz, amor y solidaridad
con tus semejantes, ya, por mis... Hoy a primeras horas de la mañana en
la calle San Antonio de Vitoria, pleno ensanche de la ciudad, un
matrimonio maduro elegantemente vestido, él de traje, ella con su
abrigo de pieles, metiendo el rosconazo de reyes en el capó de su BMW,
un anciano pordiosero tirando de un carrito que aprovecha el momento
para mendigar una moneda con la mano extendida. Ni puto caso, otro de
esos molestos espejismos que le afean la realidad a algunos. Y no sólo
eso, apenas unos metros más adelante en la misma calle, una chica que he
imaginado rumana levantando la tapa de los contenedores de la calle
para meter la cabeza en búsqueda de a saber qué. Dicho lo cual, seguro
que ya estará alguno diciendo que me lo invento, que mucha coincidencia,
que cuánto topicazo. Pues que cada cual piense lo que quiera, más aún,
los que ya tengan el ceño fruncido dudo de que quieran pensar otra cosa.
Pero la estampa mañanera con su toda su carga simbólica es cierta,
punto pelota. Tanto como lo de ese alcalde gabacho que negó a una
familia gitana el permiso para que enterraran a su hijo recientemente
fallecido porque no habían pagado impuestos en el pueblo. Por lo que
llegados a este punto, y por repetir lugares comunes más que nada, cómo
no imaginarme a tan ilustre preboste local repartiendo parabienes y
deseando feliz año nuevo a diestro y siniestro entre sus vecinos pocos
días antes. ¿A todos? No sé, a poco que el político en cuestión fuera
coherente me lo figuro delante de la familia rumana dedicándole esta
perla: “a vosotros no os deseo feliz Navidad y próspero Año Nuevo, que
no habéis pagado la contribución, ni nada de nada; que os den.”
Pues eso, de buena mañana por la ciudad semi vacía y casi que a punto
de recoger los bártulos de la Navidad. Me he dado cuenta de que es como
más me gusta, sobre todo en esta época de invierno, desolada tras el
jolgorio monárquico del día anterior. Apenas cuatro solitarios abrigados
hasta arriba en búsqueda de ese café con leche ardiendo y lectura del
periódico sobre la barra. En el mío leo que en breve el que no tenga
trabajo será porque no quiere y hasta podría ser acusado de peligroso
antisistema proetarra, eso o algo por el estilo.
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