sábado, 3 de enero de 2015

PAN, EDUCACIÓN, LIBERTAD - PETROS MARKARIS





Que Grecia no tiene nada que ver con España, insisten, demasiado para que no se les note que expresan más un deseo que una convicción. Pero bueno, no sé, como mucho lo que cuenta la prensa sobre el país heleno, cada medio al dictado de sus jefes y así, y también lo poco o mucho que uno va leyendo por ahí, desde los ensayos de ocasión presumidamente sesudos y definitivos a las novelas en las que la desdichada Grecia de nuestros días trasciende con mayor o menor acierto. Y de entre estas últimas hay que destacar las de uno de los autores a los que más se recurre para empaparse de la trastienda de un país especialmente vapuleado por la crisis económica y en especial por las políticas de recortes dictados por la famosa Troika. Me refiero a Petros Markaris y su saga de novelas negras con el comisario Kostas como protagonista. No sé, he disfrutado de la mayoría de sus novelas de antes y después de la crisis, opino que hay una gran diferencia entre unas y otras. A mí en general me gustan más las primeras. Las segundas, y aunque paradójicamente la crisis y sus consecuencias podrían ser un atractivo añadido a las novelas de Markaris, me temo que, por lo que respecta al resultado final, ese plus añadido que es la coyuntura socio-económica de Grecia no contribuye a hacer las tramas negras más atractivas, eficaces, sino más bien todo lo contrario. Esa es la impresión que saco tras acabar Pan, Educación y Libertad y cotejarlas con las anteriores, que el trasfondo socio-político del escenario en el que Markaris desarrolla la trama negra se impone sobre ésta, convirtiéndola incluso en una mera excusa o pretexto para que el autor salde cuentas pendientes con su pasado y el de sus paisanos. ¿Es lícito o conveniente eso en una novela negra, no desvirtúa el producto en sí? Claro que la novela negra lo es porque su razón de ser va más a allá de la simple resolución de un crimen, que éste no es sino el medio para elaborar el retrato de una época y un lugar concretos. Pero qué pasa cuando todo se supedita a ese retrato y la trama policíaca resulta repetitiva o recurrente, un mero trámite que se resuelve de un modo harto previsible y casi que por los pelos. No sé, quizás valga en una novela ocasional de autor, una en la que el atractivo del texto sea más la firma del autor, su estilo o personalidad, que la trama negra en sí. No es el caso de Markaris, su inspector Kostas va para clásico de la novela negra europea y creo que flaco favor le hace el autor a su personaje convirtiéndolo en un mero espectador o narrador de un discurso político concreto cuando lo que buscan los lectores en una novela de género es ante todo las claves del mismo.

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