Que Grecia no tiene nada que ver con España, insisten, demasiado para
que no se les note que expresan más un deseo que una convicción. Pero
bueno, no sé, como mucho lo que cuenta la prensa sobre el país heleno,
cada medio al dictado de sus jefes y así, y también lo poco o mucho que
uno va leyendo por ahí, desde los ensayos de ocasión presumidamente
sesudos y definitivos a las novelas en las que la desdichada Grecia de
nuestros días trasciende con mayor o menor acierto. Y de entre
estas últimas hay que destacar las de uno de los autores a los que más
se recurre para empaparse de la trastienda de un país especialmente
vapuleado por la crisis económica y en especial por las políticas de
recortes dictados por la famosa Troika. Me refiero a Petros Markaris y
su saga de novelas negras con el comisario Kostas como protagonista. No
sé, he disfrutado de la mayoría de sus novelas de antes y después de la
crisis, opino que hay una gran diferencia entre unas y otras. A mí en
general me gustan más las primeras. Las segundas, y aunque
paradójicamente la crisis y sus consecuencias podrían ser un atractivo
añadido a las novelas de Markaris, me temo que, por lo que respecta al
resultado final, ese plus añadido que es la coyuntura socio-económica de
Grecia no contribuye a hacer las tramas negras más atractivas,
eficaces, sino más bien todo lo contrario. Esa es la impresión que saco
tras acabar Pan, Educación y Libertad y cotejarlas con las anteriores,
que el trasfondo socio-político del escenario en el que Markaris
desarrolla la trama negra se impone sobre ésta, convirtiéndola incluso
en una mera excusa o pretexto para que el autor salde cuentas pendientes
con su pasado y el de sus paisanos. ¿Es lícito o conveniente eso en una
novela negra, no desvirtúa el producto en sí? Claro que la novela negra
lo es porque su razón de ser va más a allá de la simple resolución de
un crimen, que éste no es sino el medio para elaborar el retrato de una
época y un lugar concretos. Pero qué pasa cuando todo se supedita a ese
retrato y la trama policíaca resulta repetitiva o recurrente, un mero
trámite que se resuelve de un modo harto previsible y casi que por los
pelos. No sé, quizás valga en una novela ocasional de autor, una en la
que el atractivo del texto sea más la firma del autor, su estilo o
personalidad, que la trama negra en sí. No es el caso de Markaris, su
inspector Kostas va para clásico de la novela negra europea y creo que
flaco favor le hace el autor a su personaje convirtiéndolo en un mero
espectador o narrador de un discurso político concreto cuando lo que
buscan los lectores en una novela de género es ante todo las claves del
mismo.
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