miércoles, 7 de septiembre de 2011

ANTISEMITAS EN LAS CALLES DE ISRAEL


Se quejaba la señora Aida Oceransky, presidente de la Comunidad Israelita del Principado de Asturias, durante las jornadas que anualmente celebran en Oviedo desde la La Casina del Fontán, la única sinagoga existente en la región, que el apoyo a los palestinos esconde viejos prejuicios hacia los judíos. Se quejaba de eso y también de que el actual gobierno español es, en su opinión, totalmente propalestino.

Se trata de una queja tan curiosa como manida, la de que aquellos que ven el rechazo que suscita un estado como Israel por su ocupación de los territorios palestinos, el apartheid en el que mantiene de facto a la población palestina con muro de la vergüenza mediante, los crímenes contra la humanidad cometidos en guerras como la reciente de Gaza o su ataque a la flotilla de la libertad, y aún así se llevan las manos a la cabeza porque no lo entienden. ¿Por qué nos tienen manía, por qué no nos quieren? Se preguntan y en seguida se contestan a ellos mismos; nunca nos han querido, nos odias porque somos distintos, porque profesamos la única religión verdadera, porque somos el pueblo más inteligente del mundo, porque realmente a ellos también les gustaría ser judíos.

La señora Oceransky confunde, como tantos y tantos de los suyos, lo que es el pueblo y la cultura judía, los cuales yo personamente admiro, y la política del Estado de Israelí; la cual, por cierto, y en opinión de muy relevantes autoridades de esa misma cultura, parece empeñado en hacer todo lo posible por contravenir lo que ha venido siendo el modo judío de hacer las cosas, a destacar la falta absoluta de piedad de su ejército.

Pues bien, se quejaba la representante de los judíos en Asturias y también lo hacían ese mismo día 400.000 ciudadanos israelíes que se manifestaban en Tel Avil por la carestía de la vida, la falta de oportunidades, la pérdida paulatina de derechos y la corrupción generalizada. Y lo hacían porque ya no podían aguantar más el estado de cosas descrito, tres décadas de merma continua de lo que en su momento había sido un estado modélico, el inspirado por los padres fundadores de la nación que en su inmensa mayoría habían sido laboristas, el Israel del espíritu de Kibutz, el pueblo en armas que venció a los ejércitos de varios estados árabes en todas las ocasiones que estos se coaligaran para intentar echarlos al mar.

A partir de entonces Israel ya no ha sido un pueblo que se defiende por mucho que nos vendan la burra, incluso por mucho terrorismo que haya padecido. Ha sido una potencia ocupante que sufría los zarpazos desesperados de los ocupados, que ha generado varios millones de exiliados y otros tantos en régimen de campo de concentración, pues sólo como tal se puede definir a Gaza y los batustanes que pretenden construir en Cisjordania.

Y aún así se nos han presentado como víctimas. Esa ha sido su coartada para mantener la ocupación, para seguir levantando asentamientos judíos, para responder a los ataques de los fanáticos no ya con la ley del Talión, sino con la de sus antiguos verdugos nazis, pues nada recuerda más lo que ocurrió en el guetto de Varsovia que la pasada guerra de Gaza.

Se sentían víctimas de aquellos a los que habían arrebatado sus tierras y sus casas, incomprendidos y hasta vilependiados por el resto del mundo, mejores que nadie por haber hecho de su país un oasis en medio del desierto, y por eso mismo eligieron durante todos estos años a gobiernos de la derecha nacionalista que les prometía mano dura contra los palestinos y la defensa a ultranza del estatus quo de los territorios palestinos. Pues bueno, mientras sus gobernantes metían en cintura a los palestinos, mientras castigaban al conjunto por los crímenes de unos pocos, mientras arrasaban casas y levantaban muros, mientras acosaban y expulsaban a los palestinos de sus casas para ampliar sus barrios o asentamientos, mientras mareaban la perdiz con lo del proceso de paz que nunca estuvieron dispuestos a cumplir, mientras se burlaban de todo el mundo; pues resulta que esos mismos gobernantes de la derecha más reaccionaria, el combinado de nacionalistas extremos y neoliberales que tan cercano nos resulta, también metía la mano a la caja, también procuraba hacerla a costa de sus ciudadanos. Por eso, entre Sharon, Netanjahu y la pava esa de los serviciós secretos cuyo nombre no me acuerdo, y siempre con la inestimable colaboración de sus familiares como en el caso de los dos primeros, han dejado en pañales el estado de bienestar que construyó el laborismo de Isaac Rabin y compañía.

Y ahora mira tú por dónde, que resulta que se han dado cuenta de que todo esto se lo han hecho mientras les daban la matraca con la seguridad, la amenaza externa que ellos mismos provocan y alimentan, mientras les embarcaban en guerras desproporcionadas contra sus vecinos. Ahora resulta que el verdadero enemigo del pueblo judío está en casa. ¿O será que de la noche a la mañana 400.000 israelíes se han levantado convertidos en antisemitas?

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