lunes, 5 de septiembre de 2011

YO Y MIS CACHIVACHES


Ocurrió durante las pasadas vacatas en casa de mis padres. Yo lo puse sobre la mesa y ahí esperaba que hubiera estado. Pero, en eso que me siento en el sillón del salón donde acostumbro a hacerlo y que poco más que lo aplasto. Ya después me doy cuenta de que al ordenador portátil sobre el que me senté se le ha roto la pantalla. No toda, aparece todo rajada y algunas lagunas negras que poco a poco han ido extendiendo su manto negro hasta estancarse. Con todo, todavía se puede trabajar con el ordenador reduciendo los programas para trabajar con ellos en un rinconcito inferior de la pantalla donde todavía hay vida.

Ahora bien, a mi señora ni palabra hasta ayer, que por fin se enteró y bueno... El caso es que los reproches de rigor no me dejan indiferente. Sé que se me han jodido tres ordenadores en poco años, que das por tres tengo un virus, que soy capaz yo solito de dejar sin luz a medio barrio como se ocurra urgar en los fusiles de casa, que... El mío que ya estaba en las últimas, otro pequeño que no lo está tanto y que no sé realmente a qué se debe que ande mal y ahora esté. Me reprochan que no cuido las cosas, que poco más que las trato a patadas, que no reparo cuando navego en internet aunque siempre navego por las misma páginas y apenas nunca en páginas consideradas "dudosas", "cochinas" o así, más que nada porque me aburro. Otra cosa es que me meta donde considere necesario para documentarme para mis cosas; necesidad obliga.

En cualquier caso, ya no sólo es mi señora, sé que todo el mundo que me conoce, desde mis padres a mis amigos, me han colgado ya de antiguo el sambenito de "manazas". Pues será que sí, no lo voy a negar, mira que no he tenido historias con las máquinas, que no la he emprendido a hostia limpia contra ellas al primer contratiempo (en la oficina de las camisetas tenía un ordenador que vivía en permanente estado de terror, de hecho tenía la caja a abollada por todos los lados, que hubiera funcionado como le mandaban, no te jode...). También podría hablar de figuras que saltan de mis manos para estrellarse contra el suelo, de móviles que acaban en lugares tan inverosímiles como la taza del water o la caseta del perro, a mí qué me cuentan.

En fin, pues que sí, que todo lo desastrito que tú quieras. Pero eso sí, lo que no paso es que acusen de que las cosas se me jodan por pura desidia, por malicia incluso. Pues no, claro que procuro cuidarlas, lo que paso es no lo consigo, que siempre me ocurre algo inesperadamente, algo que yo nunca he buscado, que al que me jode es a mí el primero. Claro que como me sucede tan a menudo, pues oyes, que a ver si va a ser verdad que tengo un gafé técnico, mecánico o por el estilo. ¿Será que sólo me pasan estas cosas a mí?

Y sin embargo, y en contra de la catarata de reproches al uso, que si no me dura nunca nada, que no doy valor a las cosas -desde luego que no como si fueran seres vivos o reliquias religiosas- y todo en ese plan, no es cierto que no me dure nada. Como que todavía tengo en el garaje de la casa de mis padres el ordenata de la agencia de viajes, que si está ahí no es porque no rule sino porque el pobre se ha quedado obsoleto. Y si al de la agencia lo retiró el vertiginoso avance informático de nuestra época, quién me dice a mí que no contribuyo con mi gafé, mala pata o lo que sea, a ese mismo avance, retirando prematuramente de la circulación modelos de ordenador que ya no tienen que esperar para acabar obsoletos. A ver si gracias a mí va a salir de la crisis antes que ningún otro el sector de la informática, a ver, a ver...

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