domingo, 11 de septiembre de 2011

PLAYA DE PEÑARRONDA



Primer dia de este largo puente estival en el occidente astur. Toca acercarse hasta Rivadeo en Galicia porque el jueves era el Día de Asturias y los comercios trancaban por tan bonita y sentida festividad. Ya en Ribadeo nos enteramos, tras permanecer parados dentro del coche hasta que pasa una procesión mañanera, que allí es la Virgen del Camino y por lo tanto también está todo cerrado. Qué se le va a hacer, ya pararemos en una gasolinera a recopilar comida basura y birras. Entretanto toca jamada como todos los años en La Solana, el restaurante junto al puerto de Rivadeo que da al Eo. Preciosa como siempre la ría que separa Asturias de Galicia, el cruce sobre el puente con las dos orillas mirándose frente a frente, Rivadeo con el brillo de la cúpula dorada de uno de sus edificios más emblemáticos de la plaza de la villa a un lado, y al otro el caserío blanco de tejados azules de Castropol, preciosa villa asturiana donde recuerdo que hace unos años había más gatos que habitantes.

Pero para lírica la del pulpo a la gallega en la Solana. Suena a topicazo del tres al cuarto, pero en mi caso es bien empírico; en ninguna parte como en Galicia para comer un pulpo en su punto. Eso y la maravilla de los cachelos cocidos en la propia agua del pulpo. No es para menos, hay sitios fuera de Galicia, muchos, donde pides un pulpo a feira con cachelos y te sacan un par de patatas que no saben a nada, que no tienen nada que ver con el pulpo, cocidas y poco más, para levantarse y darse el piro. Pero el pulpo de la Solana estaba de rechupete, así como las navajas, las almejas en esa salsa con mucho azafrán que hacen por ahí, y un xargo que nos metimos entre pecho y espalda con su debido Albariño. Se trata tanto de gula como de costumbre, la de inaugurar las mini-vacatas o lo que sean en Ortiguera dándonos un homenaxe en Ribadeo.

Y como el día estaba increiblemente soleado para lo que es la zona, que como pilles uno bueno hay que agarrarlo como sea y no soltarlo hasta haberlo exprimido a tope, pues que fue comer ir salir corriendo hacia la playa. En este caso mi señora me llevó a la Peñarronda (peña redonda) ya al otro lado de la muga, de vuelta a Asturias. Una gozada de playa que nos hizo, por fin, y ya en los estertores del mismo, tener una verdadera sensación de verano como no la habíamos tenido hasta ese preciso momento.

Porque no es lo mismo mojarse los pies en la orilla del mar como hace una semana en Salinas, chapotear más bien con las sandalias en la mano y la camisa puesta, que darte un chapuzón de verdad, pegarte unas cuantas brazadas y, sobre todo, dejarte azotar por las olas durante un rato largo. Eso es el verano como siempre lo has conocido, bañarte en el Cantábrico como cuando de pequeño en la playa de Deba, Saturrarán e incluso a veces también en la Concha. El Cantábrico frío y oleado, nada que ver con esa charca del Mediterráneo de cuando tus padres empezaron a desertar del norte para poner los pies a remojo en una playa de Salou, Bernidorm o de por ahí abajo. El verano es chapuzón y pescado a la parrilla, cenar en una terraza como la de la casa del padre y tíos de mi señora, casa de pescadores sobre el mar, no junto al mar, atardeceres de ensueño a los que pone fin la luz del faro y también las del interior de las casas diseminadas sobre la colina al otro lado de la ría, el concierto continuo de las olas rompiendo sobre las rocas que llega de la profunda oscuridad de uno de los peores puertos que pueden existir para el hombre de mar, el olor de la kresala (salitre) para que no olvides ni por un segundo que estás en un pueblo pesquero, que lo fue más bien.

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