Tras la cena de Navidad de todos los años de intérpretes y traductores, Bonifacio, el mayor del grupo, casado hace más de cuarenta años y con seis hijos a su cargo, se empeñó en llevar al grupo hasta un conocido macroputiclub a las afueras de Oviedo. Dijo que "sólo para hablar"; pero, una vez allí y como las trabajadoras del amor eran todas extranjeras, lo que hicieron fue un curso acelerado y etílico de portugués brasileño, ruso, rumano, húngaro, thai, algo de wolof y hasta los rudimentos de varias lenguas de la familia fino-húngara de las estepas rusas y puede que también alguna que otra del Caúcaso, por lo que uno del grupo, Iñaki, cómo si no, que era de Bilbao, se empeñó en hablar en euskera con la chica que decía ser de Georgia u Osetia del Sur, Chechenia o de algún otro sitio de por allí. Por desgracia, ninguno de los intérpretes y traductores se acordaba de nada a la mañana siguiente.
lunes, 23 de diciembre de 2013
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