miércoles, 4 de diciembre de 2013

GLORIAS NACIONALES



Leo en varios diarios gabachos acerca de la polémica que hay montada en Francia a cuenta de la denuncia que la hija de Uderzo, uno de los creadores de Asterix y compañía, le ha puesto a su padre por su herencia, y, sin entrar entre los entresijos de la noticia, tengo que confesar mi admiración y sana envidia por el más que evidente cariño y orgullo que los franceses dejar traslucir en la mayoría de las referencias y comentarios que hacen sobre la obra de Uderzo. No me cabe la menor duda de que de la misma manera que nuestros vecinos conciben a Asterix como un hito de su patrimonio cultural, también lo hacen de su creador como una gloria nacional o casi. Al fin de cuentas viene a ser una tónica en la cultura francesa, hacer de lo propio, de lo en principio genuinamente francés patrimonio del resto de la humanidad; algo que, por cierto, no llegan a entender tantos y tantos cosmopaletos (para entendernos, aquellos que cuando van a escribir una novela la sitúan en Manhatan porque si no piensan que les queda local o costumbrista...), que lo universal emana precisamente de lo particular, vamos, eso que decía Pessoa de que su manera de ver el mundo era desde su aldea y que por eso y no otra cosa era universal. 

Dicho lo cual, miro hacia este lado de los Pirineos y me encuentro con que nosotros también tenemos nuestros Asterix y Obelix universales, sólo que estos no son otros que Mortadelo y Filemón, los cuales además son una parodia tan divertida como certera de la sociedad hispánica como lo son los galos de la suya. Claro que si en Astetix y Obelix reina la tan característica autocomplacencia gabacha, esto es, huele a chovinismo por todos los poros por mucha coña que le pongan al asunto y de ahí precisamente la razón de su éxito, gracias también en parte a que el fondo presenta un mundo comunitario idílico en el que todos se llevan bien a pesar de sus incompatibilidades dado que lo que prima en último caso es el bien la aldea gala y poco más; en Mortadelo y Filemón abunda la chapuza, la picaresca y en general una visión bastante negativa de individuo como alguien siempre dispuesto a jugártela, a sacar beneficio de todo y a toda costa, a reírse del otro a costa de sus debilidades o defectos, a mirar única y exclusivamente por sí mismo y concebir el grupo, la sociedad, como fuente de todos los males. 

Lo digo porque lo tengo reciente, he empezado a releer muchos de los albúmenes de M y F gracias a la afición desmesurada que mi hijo mayor parece haber heredado de mí inconscientemente. Se lo pasa bomba el crío, se ríe a carcajadas, a saber por qué si dudo de que entienda buena parte de los chistes. Pero lo que es yo, ahora que he vuelto a releerlos, ahora que soy un adulto coñazo, no me queda otra que reconocer que aunque me sigue haciendo gracia, cuando pienso por qué me lo hace también me compujo un rato. M y F rezuma mezquindad en la mayoría de sus páginas, sus personajes pueden se todo lo que quieras menos ejemplarizantes. Son todo eso que decía antes y por eso también un retrato único de una manera de estar en el mundo que es la española, cuando no la mediterránea. Al fin de cuentas, Ibañez no hace otra cosa que parodia de lo que ve a su alrededor, lo lleva haciendo décadas y el resultado de ahora no es muy distinto del de cuando éramos críos, los guiones ahora son mucho más desinhibidos y el dibujo más nítido, pero el fondo, el sustrato, es el mismo. 

Así que M y F son nuestras glorias nacionales del tebeo, del comic, y sin embargo, ¿nos merecen la misma consideración que a los franceses su Asterix y Obelix? Estoy convencido de que no, de que no hay color. Aquí, además, no sólo no se tiene conciencia del valor de M y F como un hito de la cultura que nos singulariza y que además perdura a través de generaciones, sino que además lo que impera es el desprecio por el género al que pertenecen, los tebeos, como en general por todo lo que en un principio parece dedicado en exclusiva a los niños, como todo lo que tenga que ver con hacer reír. Los tebeos son de críos, no son serios, ¿para qué perder el tiempo con ellos? ¡Estudia, haz cosas de provecho! He aquí otra constante hispánica la del desprecio de lo propio como consecuencia de una visión de la vida excesivamente solemne, secularmente envarada, ser como el Caballero de la Triste Figura del el Greco es lo que dignifica a español en sociedad; el resto sinsustancias de por vida. 

Y ya puestos, ni siquiera es algo nuevo bajo el sol peninsular. Algo similar ocurrió con el Quijote en su momento. Esa que ahora parece la cumbre de la literatura castellana, que si bien es cierto que en su tiempo obtuvo cierto éxito entre los siempre cuatro gatos que leían estas cosas antes y ahora, apenas era conocida para la mayoría de los españoles hasta hace cuatro días. La verdadera fama del Quijote, el momento en el que de verdad se eleva al personaje a los altares de la literatura universal y por lo tanto se le empieza a ver en España de otra manera que no fuera como un libro simpático, ocurrente, para echar unas risas y poco más, se debe a la primera traducción del «Quijote» a una lengua extranjera, la versión inglesa de Thomas Shelton (Pte. 1, 1612, Pte. II, 1620), a partir de ahí la fama y el mérito. Pues eso, una más de la acendrada tendencia hispánica a hacer de menos lo propio y a esperar que vengan de fuera a decirnos lo mucho o poco que vale lo nuestro, hasta entonces desprecio e ignorancia a raudales. Pero bueno, mejor lo dejamos aquí, de seguir ahondando en las carencias endémicas de la cultura por estos pagos, podríamos llegar a comentar lo del informe PISA sobre la educación en España, y no hay tiempo ni ganas para afrontar la actualidad y menos para trazar paralelismos históricos así como que sacados de la manga por un servidor.

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