viernes, 20 de diciembre de 2013

RUPTURAS



Una vez concluido lo que tenía entre manos, y bastante satisfecho, todo sea dicho, me dispongo a hacer una entrada más o menos chorra, que son las que a mí me gustan para lo de despejarme un rato en el feisbuk lo mismo que podría al bar deabajo a tomarme una caña, y me encuentro que, dejando a un lado mi anécdota de esta mañana en el garaje del Calatrava y que ya he comentado abajo, apenas tengo otra cosa que contar que no sea escribir sobre lo que está siendo la comidilla de la mañana. Pero, qué coño tengo yo que añadir al tema del referendo de Cataluña. Pues nada que no hayan dicho otros con los que comparto que todo lo que sea un ejercicio de democracia me parece bien, sobre todo cuando una parte de un conjunto parece, parece, reclamar el mismo, que a ver con qué derecho, que no sea el de la fuerza, se puede uno oponer a una reclamación de tal tipo. Luego ya claro que no me gustaría, a mí en concreto, que Cataluña se independizara de España, siquiera por una mera razón práctica, egoísta incluso; una España sin Cataluña sería por definición menos plural, rica, y probablemente más proclive desde el centro a una mayor uniformización de lo que lo ha sido ahora, motivo por el que inmediatamente después una mayoría de vascos emprenderían el mismo camino que los catalanes con todo lo que tiene eso de fractura social, territorial y hasta familiar de lo que algunos concebimos nuestra patria chica, tanto o más como sucedería con Cataluña. Ahora bien, y con la sospecha de que de vivir ahora en Cataluña, y a tenor de las noticias que llegan desde allí a cuenta de la presión que ejerce el nacionalismo sobre el ciudadano del común, esto es, un pujo también uniformador de conciencias alrededor de la causa independentista, también es cierto que me revolvería como acostumbro a hacerlo contra toda persona e idea que se arroga el derecho a decirme lo que tengo que pensar o sentir, que ya soy mayorcito, observo la reacción de los que se dicen no nacionalistas, de los españoles de bien de ese centro más metafísico que geográfico, los que ahora se escandalizan ante lo que juzgan el desafío catalán porque no les entra en la cabeza que la idea de España que ellos tienen pueda ser discutida, y la verdad es que alucino en colores, me entristezco un rato, ante la evidencia de que si hay algo que prima en la mayoría de estas reacciones no son precisamente los valores democráticos sino más bien un apego desmesurado e indiscutible por el concepto sacrosanto de la unidad de su patria, de su nación tal y como se concibe sobre el papel, en especial ese papel que llaman Constitución y que ahora exhiben como un libro sagrado al que no se le puede llevar la contraria porque entonces caerían sobre todos las siete plagas de Egipto y alguna más, como si no hubiera habido leyes o constituciones en el pasado que sancionaban cosas como la esclavitud, la inferioridad de las mujeres o aquellas raciales de Nuremberg. Entristece e impresiona la reacción de los partidarios por principio, o sobre todas las cosas y en especial sobre la voluntad de los propios catalanes o de cualquier otro colectivo, de la sacrosanta unidad de España, porque lejos de apelar al sentido común de lo que dictaría una mente fría y racional al estilo de Cameron y compañía ("¿que quieres referendo para la independencia de Escocia? Pues claro que sí, claro. ¡Qué sentido tiene seguir juntos si uno no quiere?"), en lugar de recordar y ahondar en lo que une a Cataluña con España, en buscar el compromiso para una convivencia en común basado en el mutuo reconocimiento, la respuesta que parece prevalecer en este caso es la más genuina y secularmente hispánica, esto es, el no por principio, la negación de los hechos, "¡no, no y mil veces no, no porque no y no, porque lo que no puede ser no es y punto!", y mira que mando los tanques, que suspendo la autonomía, que os echo al mar o lo que sea antes de aceptar que podáis expresar libremente vuestra opinión. No puede haber algo más cerril, desfasado, que un gobernante español para el que "sostenella y no enmendalla" viene a ser una constante histórica, siquiera sólo porque para éste, por ignorancia o simple cerrilidad, las experiencias del pasado de España con Cuba y Filipinas (recordemos que también eran tan españolas como Soria), la del Reino Unido con Irlanda, Rusia con Finlandia, Yugoslavia con casi todas sus antigua repúblicas e incluso Francia con Argelia (para ésta el país árabe y africano también era una simple prolongación del Hexágono...) y así un largo y esclarecedor etcétera, no cuentan, las lecciones de la Historia sólo en la medida en que nos convengan. No, Spain is different por principio, por cojones, lo dice la Consti y aquí lo que resulta obvio en el Reino Unido o Canadá no vale, "semos" especiales, unidades de destino en lo universal y así, ¿ciudadanos?, ¡anda a cagar!, que estamos hablando en serio, tú lo que eres es español y punto, vamos, todo lo más vasallo de tu rey. 


Y lo más curioso de todo es que me da los que más se rasgan las vestiduras por la pretensión de una parte de la ciudadanía de su país, nación, estado o lo que sea, de consultar acerca de su futuro dentro o fuera del proyecto común (¡ah, que formar parte de España no es un proyecto común, de convivencia voluntaria y democrática entre distintos, es un deber para con Dios y con la Historia...) son precisamente los que les están haciendo el juego sucio a los verdaderos independentistas catalanes, al fin de cuentas no muchos más que los que siempre ha habido y habrá, yo al menos creo que, siquiera porque esa es la tendencia electoral y sociológica de décadas, la mayoría de los catalanes ve compatible su hecho nacional -¡uy, oy, lo que ha escrito, Cataluña una nación, sí, y Euskal Herria también, siquiera en esencia, yo así lo siento-, con pertenecer a una estructura político-administrativa superior como España, un verdadero estado supra o plurinacional, al fin de cuenta quinientos siglos juntos por las buenas o las malas con todo tipo de altibajos y más de un poso. Juego sucio porque mucho me temo que toda esta mandanga del referendo no tiene otro objetivo que demostrar a los propios catalanes que la convivencia en una España que acepta su hecho nacional, esto es, la voluntad de la mayoría de serlo, que por mucho que les pese a los cosmopaletos (entiéndase aquellos que se dicen ciudadanos del mundo sin tener en cuenta que la ciudadanía es una convención político-administrativa de origen greco-romano y que de momento no hay un gobierno universal ni nada por el estilo) sigue siendo el modo de organizarse de los pueblos, es imposible dentro de España, si hablas de otra nación que no sea la suya, la verdaderamente decimonónica y esencialmente castellana, porque es entonces cuando se la sacaron de la manga para denominar lo que hasta entonces era reinos o provincias que todo lo más compartían la corona, te lo niegan, te insultan, se burlan o te amenazan con enviarte los tanques. Bonita estrategia para aumentar el victimismo de unos y acendrar la intolerancia de otros, blanco o negro, tú eliges, los términos medios hace ya tiempo que nos lo pasamos por el forro de nuestros nacionales cojones, poco importa la bandera o himno de rigor.

Esto es, poco más o menos, de lo que hablaría en el caso de meterme con lo de Cataluña. Pero, claro, para qué si una vez empantanado sabes que te van a caer hostias por todas partes, sambenito al canto, en especial por la de los ortodoxos de las verdades indiscutibles, los que no ven más matices que los suyos propios, siquiera sólo todo en blanco o negro, los que van por la vida repartiendo carné de buen o mal español, catalán o vasco. Por eso mejor hablar de la comida del día. Lástima que hoy, que no hay críos, toquen unas puñeteras vainas congeladas y, siquiera a mí, la chuleta que me metió mi madre el domingo en tupper porque si no la tenía que tirar, que mira que le tengo dicho que para carne la asturiana, que no me joda, ahora tengo que ver a mi señora devorar una sabrosa chuleta de xata asturiana y entre tanto yo llevándome al buche una carne de hace ya más de una semana. Pues eso, mejor no decir nada, que luego ya dicen que el Facebook es el twitter de los plastas y no veo yo por qué...

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