miércoles, 4 de diciembre de 2013

EL ÚLTIMO CONCIERTO



Percibo una mala hostia que espanta en casi todas las facetas de la vida cotidiana. Hay un mal rollo generalizado que oscila entre el exabrupto o la salida de tono a la menor de cambio y el derrotismo, pasotismo, resignación, ya como último recurso. La actualidad apesta, el presente decepciona o deprime y el futuro da verdadero miedo. Por eso se impone olvidarse siquiera por unas horas de lo que nos rodea y qué mejor, entre tantas cosas como una buena jamada, un libro, una conversación con amigos o un buen polvo, que ver una película que nos traslade durante ese tiempo a otros escenarios y dilemas. Yo no puedo hacerlo con las de acción o humor al uso, y ya no sólo porque me decepciona su previsibilidad dado que, algunos lo pensarán, qué se le va a hacer, y yo casi estoy por decir que sí, qué pasa, dímelo a la cara si...., soy un listillo snob de mil pares de cojones, no, sino porque además ese continuo deja vu me cabrea sobremanera. Pero, hete aquí que este finde vi con mi señora una pequeña gran joya de esas que dicen que ya no se hacen, que no las ve nadie: EL ULTIMO CONCIERTO. Una historia, sí, de músicos, artistas, esto es, de sus más y sus menos con la cosa de su arte y las relaciones con sus compañeros, de sus miedos, sus inseguridades, sus debilidades, sus defectos. Una maravilla no sólo de guión, con unos actores extraordinarios -ver trailer-, un sentido del humor sublime -vamos, que no hay pedos- y luego, como colofón, la música clásica de trasfondo (yo soy de los que no entienden que alguien que dice que le encanta la música, también te diga que toda menos la clásica, eso es una contradicción en términos, es como decir que te encanta comer pero que el cordero asado o las kokotxas para otro, simplemente no tienes perdón de Dios y todavía menos idea de lo que hablas, y ojo, que no me las estoy dando de melómano, de las me que estoy dando es asunto mío. Pues eso, si algún sentido práctico puede tener esto del facebook que sea la oportunidad de recomendar al resto algo que uno juzga que me merece la pena.

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