miércoles, 31 de agosto de 2011
LA SALVACIÓN PARA EL SECTOR DE LA CONSTRUCCIÓN ESPAÑOL
Parece ser que lo que más interesa al personal de cuando cae uno de estos sátrapas al estilo de Gadafi, no es tanto las tropelías cometidas por éste o el estado en el que deja el país, como comprobar en imágenes los excesos rozando lo ridículo del lujo asiático al que acostumbran. Así me comentaban este pasado finde que si había visto el sofá gigántesco con ribetes de oro y el rostro esculpido de la hija de Gadafi que tenía ésta en su palacio con jardín a lo Mil y una noches, piscinica cubierta, gimnasio, salón de cine y toda la hostia.
Pasó otro tanto con Sadan Hussein y en menor medida también con Ben Alí y Mubarak, si no eran ellos, eran sus retoños, colaboradores o quienes fueran, pero el caso es que la querencia, casi enfermiza, por el lujo desorbitado, hortera y sobre todo lancerante de los déspotas orientales no sólo viene de antiguo, de ahí el término acuñado lujo oriental, sino que es también la versión exacerbada, a gran escala, del pujo de todo nuevo rico que siente que tiene que dejar constancia de que lo es, que puede gastar a espuertas, y que, a falta de un mínimo de educación, sensibilidad o simple gusto, acaba haciéndolo a lo bestia, vamos, cayendo de lleno en la ostentación más patética.
Ahora bien, mientras haya déspotas dispuestos a pagar sus extravagancias también habrá constructoras, estudios de arquitectura o simples técnicos y peones, que se beneficien de ellos sin el menor cargo de conciencia. Pasa desde la época de los Faraones hasta nuestros días con Hitles, Stalin y el Sadán o el Gadafi mediantes. Poco importa lo criminal o simplemente monstruoso de su régimen, a sus puertas acudirán los grandes figurones del sector con el propósito de presentarle proyectos cuya ejecución sólo es posible bajo la tutela de un gobierno sin otro límite que la voluntad del que lo mangonea, esto es, sin escrúpulo alguno.
Por eso son los déspotas como el presidente Nursultán Nazarbáyev de Kazajistan, antiguo funcionario comunista que con la disolución de la URSS se quedó al mando del país y de ahí, dicen, que se chinara un rato hasta creerse el padre de todos los kazajos, poco más que un regalo divino y todo en ese plan, los que ellos solitos pueden sacar al sector de la construcción española de la crisis que actualmente padece por méritos propios. Sólo hay que ver el cúmulo de despropósitos y mal gusto que atesoran las imágenes del vídeo que acompaña esta entrada, para darse cuenta de que, a poco que se lo proponga, este sátrapa oriental podría dar trabajo a los constructores, arquitectos y técnicos españoles durante un montón de lustros.
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