martes, 30 de agosto de 2011
MEIN KEIN RATZINGER
Lo saco por las tardes en su cochecito a dar un garbeo por Oviedo. Allá va él, cuesta arriba y cuesta abajo en su Mikelmovil, con su cabecica cuadrada, rubicundo perdido, repeinadico a lo bávaro y esa sonrisa de infinita malicia. Vamos por la calle en su cochecico saludando a todo el mundo. Los jubilados no se resisten a devolver el saludo a su paso, las monjas con las que nos tropezamos a la entrada de lo Antiguo casi tienen un orgasmo místico de haber creído ver por unos segundos al mismísimo Jesús tal y como lo representan los cuadros góticos, todo sonrosadete él en el regazo de su santa madre, hasta la juventud, que se arracima a la entrada de los tugurios de la calle Mor, responde eufórica -la Lety se moriria de envidia en ese preciso momento- al saludo de mi pequeño al pasar camino de la catedral.
Cualquiera diría que es él en su versión reducida. Cómo no va a parecerlo si aparte de su manía de saludar a todo el mundo con la mano a su paso, de su sonrisa de pillastre, de su carita cuadrada y sus cuatro pelos rubios, también es un verdadero hombre de principios. Mi pequeño, como su sosias papal, dice no a todo y no hay nada ni nadie que le haga bajarse del burro. No y "mío, mío" son sus dos únicas palabras inteligibles, dos palabras en las que se puede resumir el espíritu de la actual Iglesia Católica, si no la de todos los tiempos: no a todo por principio y su conocido pujo acaparador de todo lo que se le ponga por delante; mío, mío, llevan diciendo los papas, obispos y clérigos de todo tipo desde que alguien se inventó lo de la división entre el poder espiritual y el terrenal y todavía se están oyendo las carcajadas desde la ultratumba que emitieron aquellos con mitra y sin que estaban aquel día para oírlo.
Es mi bebe, mi pequeño monstruo, pero hay días como ayer, que le veo saludando a todo el mundo tan radiante desde su cochecito y al rato diciendo no a todo y mío, mío, que dudo si no será el mismísimo Benedicto XVI reencarnado en un tierno infante; mi pequeño Ratzinger, mein kein Ratzinger.
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