viernes, 26 de agosto de 2011
EL RELATO
Nada como la virtud de la concreción, saber resumir en pocas líneas lo que otros creen inaprehensible porque prefieren perderse en matices, pegas, senderos por los que transcurren más de un interés espúreo, partidista, gente que se pierde en su propia incapacidad para salir de la trinchera en la que han vivido por culpa de otros o de sí mismos. La cosa vasca, que si a la mayoría del personal ya aburre, qué decir de los que lo que hemos bregado con ella porque formaba parte de nuestro día a día, porque empañaba todo lo que nos rodeaba, desde el paisaje al paisanaje, el paisaje inmediato y también del alma, el paisanaje compuesto por víctimas, víctimarios y equidistantes, resumida como nunca antes por el periodista José María Calleja, hombre de los que se dicen comprometidos hasta las cachas con el tema, como que ya ha dado debida y suficiente cuenta de ello, en su artículo de ayer, LA DERROTA DE ETA Y LA CONDENA POR TERRITORIOS:
Es importante fijar ese relato para que sobre él se diriman las responsabilidades políticas de cada uno, por acción y por omisión, y para que a partir de este momento se pueda ventilar la habitación, empiecen a salir los odios y podamos construir una convivencia civilizada entre distintos, sin la tentación de volver a las andadas del asesinato como forma de abordar las diferencias políticas.
Una banda terrorista, surgida en los sesenta al amparo de la dictadura franquista y espoleada por ella -juicio de Burgos, estados de excepción, torturas, asesinatos-, pretendió desde su origen derrotar al Estado español y sustituirlo por un Estado vasco independiente, reunificado y socialista. Bien, casi 900 asesinatos después, con 3.000 heridos, 68 secuestrados, toneladas de odio y miedo, y un sinfín de sufrimientos, ninguno de esos objetivos ha sido conseguido. Por el contrario, el Estado empezó a derrotar a la banda tras el golpe policial a la cúpula de ETA en Bidart, en marzo de 1992, y desde entonces los terroristas se han dedicado a montar un frente nacionalista, a socializar el sufrimiento, a hacer insoportables la violencia callejera y la extorsión.
La banda ha asesinado a todo tipo de personas: guardias civiles, policías, militares, cargos políticos del PSOE, del PP, de la UCD, jueces, empresarios, civiles, gente que pasaba por allí, jóvenes, mayores, mujeres embarazadas, niños; de todo. A pesar de haber apilado los asesinatos en estratos, de haber atentado de manera estratégica -en elecciones, en referéndum, en vísperas de los Juegos Olímpicos-, la banda no ha derrotado al Estado y no ha conseguido que las víctimas le respondieran con la misma moneda.
La sociedad española ha tardado en combatir de forma sistemática los crímenes y el discurso que los sustentaba, pero una mezcla de eficacia policial, de coraje de unos pocos ciudadanos, de medidas políticas y judiciales, han acabado acogotando a la banda, deteniendo a sus sucesivas direcciones y estableciendo el desprestigio social de la muerte. Bildu-Garitano debe asumir este relato o irse de las instituciones.
La democracia ha ganado y para que se hagan demócratas quienes han jaleado los asesinatos durante años, tienen que empezar por reconocer el error, el horror y el terror que han causado en toda España.
Y poco más, si bien hay que destacar como Calleja no se deja nada en el tintero, no se pliega de lleno a ese otro relato excesivamente reduccionista que se quiere imponer desde otras instancias (y que mucho me temo que cada vez van a intentar extenderlo más y más hasta convertirlo en verdad indiscutible, tabú y tal) y en el que se niega la parte de culpa del Estado con sus estados de sitio, la tortura o los asesinatos previo pago a mercenarios y alguna que otra las ejecución sumaria de las llamadas fuerzas del orden. Luego ya habrá que ver cómo y cuándo esa misma sociedad empieza a aceptar el relato de los sucedido, de todos los puntos de vista posible, que ya han hecho y harán otros de esos años, cómo asimila todas y cada una de las pequeñas miserias colectivas y personales que hicieron posible tamaña pesadilla, cómo recibe el dedo en el ojo de los que durante todo este tiempo no se limitaron a vivir como corchos sobre el agua, que es como vive la inmensa mayoría de los ciudadanos en cualquier situación de miedo, tiranía o por el estilo (no sólo los vascos, no sólo, y si tienen dudas ahí está la plana mayor de los españoles durante cuarenta años de franquismo o los alemanes durante el nazismo).
Otra cosa muy distinta será el que preveo como un rechazo instintivo a ese relato de lo sucedido (cuando no un intento de reivindicarse, de dignificar lo suyo mediante la manipulación sectaria de los hechos) un rechazo preventivo para evitar tener que ponerse uno mismo delante del espejo; ¿qué hice o dije durante todo ese tiempo, dónde estuve y con quién, en qué manera contribuí con mis actos a tanto sufrimiento?
Pocos, muy pocos, lo van a querer hacer tal que así, se resistirán porque nada cuesta tanto como un examen de conciencia, por no hablar de renunciar a la inercia totalitaria de todos estos años, ese considerar al contrario un enemigo a batir. Vamos a necesitar no sólo tiempo, puede que incluso un par de generaciones, antes de poder llegar a un consenso sobre nuestro pasado inmediato. Lo contrario se me antoja un exceso de optimismo, ya que no puedo imaginarme a tanto victimario con nombre y apellidos desprendiéndose de la noche a la mañana de todos los tics sectarios y autoritarios que dieron sentido a su vida durante los últimos treinta años. Tampoco puedo hacerlo con tanto paisano acostumbrado a mira a otro lado cuando lo que había delante era un cadáver en el suelo o una pintada que amenazaba a otros de ser los próximos. Haberlos haylos ya, pero me temo que de momento van a ser una minoría porque eso requiere una inteligencia emocional (no sólo política, que es lo que parece que prima para muchos de ellos), para que la mayoría de los que durante décadas jalearon a ETA para que matara al prójimo, los que ponían dianas con los nombres de los que no pensaban como ellos, los que colaboraban con los asesinos, siquiera sólo sembrando odio por doquier, y todos los que suministraron a estos argumentos justificadores del terror, el veneno de su doctrina totalitaria, simplemente no están preparados, siguen en la trinchera, si bien ahora con las manos en alto, esperando pasar a la reserva sin mayores contratiempos, sin pagar peaje alguno, pelillos a la mar: el Diputado General de Gipuzkoa nos lo demuestra día tras día.
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Kaixo,
ResponderEliminarezagutzen dituzu Garitanok Katalunian egin zituen adierazpenak? Adierazpen osoa, ez hedabideek zabaldu duten zatitxo hori besterik ez....
Ondo segi.
Bai anonimoa, oso-osorik ezagutzen ditut eta, hedabideek kontextutik erauzita eta guzti, nire ustetan lotsatzekoa da inolako ñabardurarik egitea biktimen kontura.
ResponderEliminarOndo segi zu ere