BOBO DE SOLEMNIDAD


Ayer acudo con emoción contenida al recuentro con mi odiada recepcionista del Museo de Bellas Artes de Oviedo. Le llevo al crío para un cursillo de títeres. Como tenemos a la prima de propina para que no se me olvidé que lo último que se me habría pasado por la cabeza en mi vida hubiera sido estudiar para cuidador de guardería, maestro, pedagogo, animador en un centro social o cualquier otra cosa por el estilo, me acerco con los dos críos hasta el mostrador de Frau Rottemmayer para localizar a Mr. en la lista. Es verme y reconocer en mis preciosos y rasgaditos ojitos verdimarrones a su admirador de hace ya cuatro semanas. Por un momento creo que me va a sonreír y todo- ¡Y una mierda! Va a sonreír Frau Rottenmeier, ya no es que tema que se le corra el rimel o que se le llene el rostro de arrugas, es que si empieza igual no acaba, le coge el gusto y ya me dirás con qué cara canina te espanta luego a los pesados, los turistas despistados, los amantes del arte.

-¿Está en la lista?
-Claro que está, por qué no va estar -me contesta con su desabrimiento habitual, tan, tan suyo que ya casi me pone cachondo.
-¿El número del nene? -preguntó para demostrarle que ya no soy el zoquete de hace un mes, que me he empapado de cómo va la cosa.
-¿Qué número? -me contesta una vez más como si fuera bobo.
-Nada, ¿entramos ya?
-El niño sí, la niña no está apuntada.
-Ya, ya.

Pues eso, si hay algo que agradecer a la gente eso es la constancia en el desempeño de sus funciones, y desde luego que de esta tipa no se podrá decir que no es constante en sus modos displicentes y autoritarios, por algo la tienen ahí desde hace tiempo, rinde.

Hoy iba a ser el segundo día de los títeres. Al menos eso creía yo, que una vez más he tenido que despertar a la alegre muchachada, servirles el desayuno a gritos, otros tantos para que se vistieran y ya luego tirar de ellos Gascona arriba hasta el museo. A la nena casi le da un soponcio antes de cruzar Victor Chavarri, que parece que el ritmo que les he imprimido era de campeones olímpicos o algo parecido. Vale pues, aligeramos el paso no te vaya a devolver a tu madre en un bonito ataúd. Pues tócate los huevos, es cruzar Jovellanos y ponerse al spring hasta la catedral. ¿No estabaís agotados los dos? En fin, total que llegamos tarde, jadeando hasta el mostrador donde Frau Rottenmeier recibe nuestra llegada con sorpresa: ¿otra ves este memo aquí?

-Martín Arinas, sin h, para lo de los títeres -jadeo, menos mal que tengo coartada...
-No, puede ser.
-¿El qué? -pregunto malencarado, preparándome para lo peor.
-Que no hay lista...
-¿Cómo que no hay lista? -inquiero con cierta subida de tono que apunta un final tempestuoso a nuestra bonita relación de apenas cinco minutos diarios.
-Que no hay títeres.
-¡Pero si traje al crío ayer y no hubo problemaaaaas! -estos de las pegas continuas hay veces que me los comía con patatas, y la de hoy iba a ser una de esas.
-Ya, pero es que el cursillo era de un solo díaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa....

Y no añadió, bobo, más que bobo, porque habría sido dedicarme más tiempo del que merezco y ella estaba a sus cosas. Yo que me disculpo echándole la culpa a mi señora, que mira que no leer el papel de la inscripción como está debido, que mira que hacer lo mismo que suelo hacer yo con todo: leer por encima. En fin, que me vuelvo con los críos por donde había venido y una inevitable y amarga sensación de derrota, pues después de lo de hoy seguro que a Frau Rottenmeier no le cupe duda de que servidor tiene que ser bobo, pero bobo de solemnidad.

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