domingo, 15 de mayo de 2011

CUANDO FUIMOS RUMBEROS...


Nada como una conversación ajena para coger una depresión de caballo por culpa de la edad. Ayer a la tarde, deslomándonos con los críos en el cutreparque que hay al final de Berroztegieta, verdaderos columpios vintage, vamos, del año catapún, de los que ya no se ven en ninguna parte más que en alguna aislada aldea perdida junto a la montaña y más en concreto ese de la foto que hacía salir disparados a los críos con las correspondientes fracturas craneales, allí donde termina el pueblico y prácticamente empieza el monte, unos veinteañeros que bajaban a toda pastilla en bici del Zaldiaran o así. Total, que al llegar al pueblo bajan el ritmo frenético de sus pedales y servidor y un primo suyo que no podemos evitar poner el óido.

-¿Vas a salir hoy?
-Claro, ayer como habíamos quedado me fui pronto a casa, a las tres ya estaba en el sobre.
-Pero mañana tenemos partido con los del Aranako.
-Pero es sábado, no me voy a quedar en casa, si eso vamos de empalmada.
-Yo paso, lo más probable es que me vaya antes de que cierren los bares, que hoy a la mañana he subido también al monte como mi viejo y a la noche puede que esté cansado.
-No jodas, yo hoy también paso de ponerme hasta el culo como ayer.


En eso que nos miranos mi primo y yo, él, que es de la edad de mi hermano, unos treinta y muchos, que como buen venezolano se ha bebido durante años él solito la producción entera de Chivas 12 años y de ron Cacique otro tanto, que lo único que le entendía en criollo era "vamos de rumba, pana", me dice: Coño, ¿escuchaste al tipo? Sí hijo, sí, la juventud, la puta juventud, le contesto, solo te das cuenta de lo viejo que eres de verdad cuando tras un día de juerga, de rumba, ya no eres capaz de recuperarte para la hora de la comida y estás deseando que llegue la noche para volver a salir hasta las tantas, como si todavia no te hubieras saciado, que necesitas más marcha, y más, y más, y más...

En fin, me bajo a Vitoria a por una tarta de cumpleaños. Espero que el mayor tenga fuerzas para apagar las velas, porque su padre entre tanta botella de Rioja y tanta discusión anoche, aunque algunas más que discutir regañan (aunque luego ya al día siguiente se arrepienten...), me parece que hoy no tiene fuerza ni para cogérsela para mear.

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