viernes, 27 de mayo de 2011

SABER RETIRARSE


No saber retirarse, estar al pie del cañón hasta el último momento, no saber medir tus fuerzas, negar la evidencia de los años, incluso hacer caso omiso de los médicos que exigen reposo y te somete a un régimen riguroso para seguir vivo. En definitiva, creerse imprescindible, creerte la hostia en verso. Los hay y muchos de la pasta de individuos que creen poder oponerse a los elementos, a las inclemencias de los años, a fuerza de voluntad. Sólo es mala hostia, cabrearse contra el destino, contra la vida que ellos mismos se han dado.

Puede que cuando no te queda más remedio que seguir en la brecha la cosa esté justificada, como la puta vieja a la que no le queda más remedio seguir haciendo la calle porque nunca cotizó ni ahorró lo suficiente y tiene que seguir adelante. En este caso el patetismo de la señora avejentada, y acaso también ajada cuya único reclamo para sus clientes está ya en un precio por los suelos, reside única y exclusivamente en lo irremediable de su situación. Por lo demás, es un patetismo digno, del que hace frente a su destino sin arrugarse, acaso resignado pero no por ello humillado o ridículo.

En el caso de los que la renuncia a tirar la toalla responde sólo al capricho de querer alargar lo que ya no da más de sí, a la soberbia de no querer reconocer las limitaciones que los años nos echan encima inexorablemente, a no saber contentarse con lo conseguido y disfrutar de un retiro por tranquilo no menos activo o dichoso, no saber disfrutar de las rentas de esa gloria ya pasada, en estos casos el patetismo que lleva implícito todo empeño en lo inalcanzable carece de dignidad alguna, resulta desagradable, repele, porque responde en exclusiva a la arrogancia infinita del que encima echa la culpa a todo el mundo de su fracaso excepto a sí mismo. Eso sobre todo cuando el verdadero "colapso extremo" no es el que sufre uno mismo si no todos lo que te rodean por tener que aguantarte a diario...

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