lunes, 30 de mayo de 2011

LA MALDICION DEL BILLETE DE CINCUENTA UN LUNES POR LA MAÑANA


Aprovecho que tengo la carnicería justo al lado del portal, y que no suele haber ni Dios a primera hora de la mañana, para pillar unos entrecots. El carnicero no tarda ni cinco minutos en servirme. Pero, cuando sacó el billete de 50€ para pagar, ¡ay Dios!, que se me pone lívido el tío; ¡no tengo cambios! Tranqui tío, ya voy a por cambio a la frutería de al lado y de paso compro unas naranjas. No tardo nada. Una mierda no voy a tardar nada, que es entrar en el cuchitril ese que hay a la vuelta de casa y darme con media docena de clientas. Pues nada, a esperar mi turno, yo que hoy lunes a la mañana ardía en deseos de ponerme al ordenata porque tenía la cabeza como una olla a presión de tanto menearla con ideas y pijadas durante todo el fin de semana. Pues me llega el turno y cuando voy a pagar las naranjas, el brócoli y unas peras, pues que ha sido sacar mi billete de 50€ una vez más y entrarle el canguelo a la frutera; ¡no tengo cambio, no tengo, es lunes por la mañanaaaaaaa!

Vale tía, ya me acerco hasta el chino y pillo de paso alguna pijada de las que siempre hacen falta, unas pilas, un cable para lo que sea, un gatito de esos para colocarnos encima del televisor, yo qué sé. Pues que cuando llega el momento de sacar otra vez el billete de 50€, el chino que se me solivianta, que no sé yo cuándo cojones he debido hacer un cursillo de chino por correspondencia o lo que sea, que mira tú, le he entendido todo; ¡no tengo cambio, no cambio, a quién se le ocurre pagar un lunes a la mañana con un billete de cincuenta euros, estúpido occidental decadente pichalarga! Pues anda, ahí se han quedado esta vez las cuatro pijadas que le había cogido, total, para lo que me iban a durar como de costumbre, que le pones unas pilas del chino a la recortadora de la barba y apenas te dura el runrún lo que es que pasártela por el bigote.

Así que ya no he podido resistirme nada, que lo hacía porque ese tipo de sitios me pone muy malo, que si tengo que elegir entre ir al médico para un tacto rectal o una comisaría para lo mismo, no sé, no sé yo. Pero bueno, ya no me quedaba otra, que se me estaba pasando la mañana. Así que he hecho acopio de paciencia y he entrado en una sucursal bancaria a por cambio. Y nada, tras la cola de rigor, el tío del mostrador que me ve sacar el dichoso billete, pedirle cambio y, tras mirarme de arriba abajo, ¿ánde ha salido este andoba?, que se toma todo su tiempo para depositarme pausada y condescendientemente los billetes de diez sobre el mostrador: ¿está bien? Está de puta madre, chaval, ala pues, muchas gracias y que te vaya bien en el sector bancario, cabrón, que tienes cara de cabrón ya sin cumplir treinta años, lechuguino displicente sin más horizonte que una puta tabla de cálculo.

Y es volver a la frutería a por mis naranjas, brócoli y peras, la señora que cuando le pago con uno de diez casi que me adopta entre tanta disculpa no pedida y demás monsergas. El carnicero que casi no me reconocía, si hombre, el de dos entrecots uno fino y otro como para un tiarrón como yo, corta, corta. Y entre una hostia y otra que tampoco se me ha hecho tan tarde para unas cuantas hojicas; pero, eso sí, confieso haber aprendido la lección: ¡¡¡¡LOS LUNES POR LA MAÑANA NO TIENE CAMBIO NI DIOOOOOOOOOS!!!!

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