viernes, 17 de febrero de 2012

CEGUERAS COLECTIVAS


Parece que no les ha sentado nada bien a los serbios la película que Angelina Jolie presentó en Berlín sobre la guerra de Bosnia. La han llamado de todo, incluso el afamado director de pachanga balcánica Kusturika la ha tildado de mamarrachada al estilo de Hollywood. En general la acusan de partidista, de haberse decantado descaradamente por un bando. Ella les ha respondido, con lo que casi podría decir que me he reconciliado con el personaje, diciendo que no tiene nada contra los serbios, pero que claro que se ha decantado por un bando, el de las víctimas, que es de lo que va su peli, y los verdugos, pues mira tú qué casualidad, eran serbios, los que sitiaron y bombardeaban a diario Sarajevo, los que más se aplicaron en la limpieza étnica porque para algo tenían la fuerza del antiguo ejército yugoslavo y, sobre todo, y sin que por ello exima de culpas a los croatas y bosnios que también cometieron todo tipo de atrocidades, los que empezaron la guerra.

Pero claro, las cosas no se ven así en Serbia, allí las víctimas, faltaría más, fueron ellos, los agredidos por los pueblos de la antigua Yugoslavia que decidieron desgajarse en una unión que los serbios, como en otros sitios pero ya más tarde, quizás demasiado para ellos, concibieron poco más que como una Serbia ampliada. Luego los hechos son los que son, la guerra la empezó quien la empezó, la mayoría de las atrocidades respondieron a la estrategia premeditada de quien la llevó a cabo, los datos y las cifras no engañan. Así lo ve el resto del mundo; pero ellos no, ellos a su particular versión de la Historia para consumo propio, para no reconocer culpa colectiva alguna, para vivir en la convicción de que son los demás los que se equivocan porque los americanos y alemanes mandan mucho, que Milosovic fue poco más que un héroe de la patria, que los croatas católicos, los bosnio-musulmanes y los albano-kosovares son poco más que el demonio ya desde la cuna, ellos, el pueblo elegido, el pueblo mártir.

Es lo que tiene lo que podemos denominar ceguera colectiva, la negación colectiva de la culpa alentada desde todas las estancias superiores de un país, los políticos y la prensa a uno para defender e inculcar en el conjunto de la ciudadania una versión interesada de las cosas al margen de cualquier rigor histórico o lo que sea, cualquier cosa antes de apechugar con una culpa siquiera por omisión, por equidistancia, por no querer saber. De ese modo, en Serbia toca a arrebato, todos detrás de la bandera, prieta las filas y el que se salga pues como a esos actores serbios que han participado en su película, primero les cuelgan el cartel de traidores y ya luego a la puta calle y a amenazarles de muerte. La tribu y sus cosas, amedrentar al conjunto bajo pena de ser expulsado del mismo y siempre, siempre, al interés de unos pocos, probablemente de los que más tienen que callar porque estaban ahí cuando ocurrieron las cosas y se limitaron a agachar la cabeza, eso si no tomaron parte o decisiones.

Nada nuevo bajo el sol, lo de Serbia recuerda otra noticia reciente. La rasgadura de vestiduras de los turcos por la ley aprobada en Francia que condena a quien ponga en tela de duda el genocidio armenio. Y claro, les condena a ellos de lleno porque el estado turco no sólo niega haber masacrado premeditamente a más de un millón de armenios en las postrimeras de la Primera Guerra Mundial, sino que además condena con penas de cárcel a los que dudan de la versión canónica de que eso de los armenios apenas fue una anécdota en medio de unos tiempos convulsos. Es su manera de defenderse del oprobio de haber asesinado a tanta gente, siquiera de merecer el deshonor de ser los pioneros en la carrera de exterminar a mansalva al prójimo, de estrenar el término de genocidio con todas la de la ley. Precisamente la ley u orden que dio origen al mismo, que está debidamente documentado gracias a la indiscreción de un funcionario turco de entonces, que hay testimonios a porrillo, de las víctimas y de los verdugos, de cómo los turcos desplazaron a más de un millón de armenios de sus tierras de origen porque los consideraban peligrosos para la integridad de su estado, que los hicieron arrastrarse en condiciones infrahumanas hasta lugares inhóspitos donde los dejaron a su suerte y que en el ínterin también se aplicaron a fondo en los asesinatos en masa y en todas sus variantes posibles, que si no los gasearon fue porque habría que esperan unos cuántos años a que los alemanes inventaran lo de las cámaras, que organizaron el exterminio judío de un modo tan efectivo, quién si no, tan organizados ellos.

Pero esto lo escribes desde un blog turco y como te pillen te crujen, a la cárcel, y ya te puedes dar por jodido porque ni siquiera siendo un premio Nobel como Pamuk te libras de un juicio por poner en duda una ley que dictamina que todo lo anterior es mentira, que los turcos no exterminaron a nadie y que quien afirma lo contrario es reo de difamación, y si es turco, hasta de traición.

Es lo que hay, amnesia colectiva por decreto. También parece ser algo excesiva y asquerosamente humano, negarse en redondo a reconocer la gravedad de los hechos cuando estos son de tal calado que el peso de la culpa puede hacerse insoportable. ¿Solución? Negarlos de raíz. Pero claro, para eso necesitas todo un aparato de poder y propaganda, necesitas la impunidad del poder. Los pobres alemanes no la tenían, perdieron la guerra y por eso fueron los aliados vencedores los que les impusieron un reconocimiento de la culpa que probablemente la mayoría no hubiera estado dispuesta a aceptar de no ser a la fuerza, que si en Alemania está prohibido hacer negar el holocausto nazi o hacer propaganda otro tanto, se lo debemos antes que nada a las condiciones impuestas por los aliados para hacer borrón y cuenta nueva, que si no a saber, a saber. Mala suerte para todos aquellos cabezas cuadradas convencidos de que Hitler no fue tan malo ni mató a tantos, que los habría a puñados en su momento como todavía los hay en España convencidos de que Franco fue el salvador de la patria y sus cuarenta años de paz de los cementerios la etapa más próspera de nuestra historia. Se lo pueden permitir porque aquí tampoco se le pidió cuentas a nadie por crimen alguno, de hecho si hasta se juzgan a los que pretenden remover en ese olvido institucionalizado; pero claro, es que aquí también reina la impunidad de los vencedores que encima nos recuerdan que fueron ellos los que trajeron la democracia con su rey con yerno incluido, y encima tienen razón, así que como para quejarse. Pero mira a Austria, no se la consideró culpable de los crímenes nazis aunque la mayoría apoyó la anexión de su país al Reich de su paisano y alentó y participó en los mismos. De hecho se la juzgó como víctima de sus vecinos alemanes. Pues ahí tienes su partido de ultraderecha reivindicando los días gloriosos del Tercer Reich donde a la gente de razas inferiores se la metía en vereda y el orden brillaba a golpe de ejecución en cadena, ahí tienes bailes en los famosos y suntuosos salones de Viena organizados por organizaciones filonazis hace apenas un par de meses; no está bien visto ser nazi por lo que puedan decir fuera, Austria no deja de ser un país chichinabo, pero a ver quién les quita su corazoncito nazi a los pobres si los malos fueron los alemanes, como si Adolf hubiera nacido en Munich y no al lado de Innsbruck.

Y todo esto para llegar hasta Rosa Díaz, tan pizpireta y corajuda ella, la Juana de Arco de Sudupe, la Catalina de Bizkaia. Para tratar de la amnesia colectiva que se propone, en la imposición de una versión única, canónica, como les dejen hasta por decreto, de lo ocurrido en el País Vasco durante varias décadas de terrorismo. Y no porque no haya que recordar, y sobre todo matizar, que la culpa de los crímenes de ETA la tienen ellos y solo ellos, que son los primeros en tener que pedir perdón, que tarde o temprano deberán hacerlo o acostumbrarse al oprobio público, al recuerdo permanente de que lo hicieron fue una atrocidad. Pero, es que siempre hay peros, matices, y si parece, como nos recuerdan a diario, que ahora se impone el relato de lo sucedido, supongo que la confección de éste deberá responder a la realidad de los hechos. De ese modo los años de plomo en el País Vasco tuvieron un culpable principal que fue ETA, pero de todos los crímenes y desmanes cometidos tampoco se queda corto el Estado con una política antiterrorista que, dejando a un lado las acciones represivas contra pueblos enteros, la actitud de las Fuerzas de Orden Público en su trato abusivo y hostil con la ciudadanía vasca, la tortura como sistema tal y como lo han refrendado organizaciones internacionales y sentencias de tribunales provinciales que luego anulan en Madrid por razones de estado (de hecho en España no existe la tortura al igual que en Turquia no hubo genocidio, y el que diga lo contrario da en etarra o por el estilo), la demonización de todo lo vasco gracias a la brunete medíatica que decía el azkoitiarra de la nueces y que a fuerza de repetir mentiras a lo Goebbels como la de que en las ikastolas se enseña a odiar todo los español y otras lindezas por el estilo han extendido entre los españoles de buena fe la idea interesada de que todo lo vasco es igual a separatismo, fanátismo, racismo, también tiene su nutrido cupo de cadáveres, ya fueran en manos directamente de esas fuerzas de desorden público, de la multitud de formas que tomó el terrorismo de estado, Triple A, Batallón Vasco Español, GAL..., o de todos aquellos que cayeron digamos que colateralmente.

Y claro que no hay comparación con lo que hizo ETA, que muchas de esas víctimas del otro lado fueron asesinos confesos o en potencia, que no es lo mismo en cuanto a su valoración política y moral la vida de un inocente que nunca deseo la muerte de otro ser humano que la de un criminal de ETA. Yo, siquiera en sólo en eso, lo tengo un poco más claro que muchas otras cosas, tanto como que hay que rechazar la pena de muerte en todas sus formas, como que desear o aplaudir la muerte de un asesino me pone a su mismo nivel. Por eso supongo también que en el relato este de marras habría que hablar de todo esto, hablar de los matices, del reparto de la culpa según la porcíón de la misma de cada cual.

Pero, vete con este cuento, en apariencia tan lógico, evidente, siquiera para la mayoría de los vascos, a cualquiera de Madrid, o de ese centro sicológico más que geográfico y hasta político, y ya verás cómo te fruncen el ceño al instante. Vete a hablarles de matices a los buenos españoles que siempre lo tienen todo tan claro, que ya han decidido quiénes son los culpables en exclusiva, que lo demás es mierda para justificar a los terroristas, para intentar aligerar su culpa, lo demás es formar parte de su entramado, seguro que votas a Amaiur, separatista asesino de mierda.

Así con este estado de cosas, alentado por el principal partido de la oposición hasta hace poco, ese para el que todo lo que hiciera el PSOE en relación a ETA y sus contornos era connivencia con los asesinos, vender a España, Egiguren a la hoguera y en ese plan, el mismo cuyo ministro del interior dice ahora que lo de ETA también tiene una dimensión política, jódete, jódete, jódete ahora con los especialistas del donde digo digo ahora digo..., no es de extrañar que la lideresa de ese partido de los españoles cabales, la UPD, Unión de Progres Desilusionados, tan listos ellos que acaban de descubrir el jacobinismo, que todo el mal de España viene de su puñetera diversidad, sabedora de lo que quiere el buen pueblo español, en esencia que los etarras se pudran en la cárcel y mano dura con sus compinches, haya decidido recoger la antorcha apagada de Rajoy y compañía para defender a capa y espada el ansia vindicativa de los buenos españoles, la idea canónica de que al enemigo ni agua, de que no hay más paz que la de las cárceles, que cautivo y desarmado el ejército rojo la Guerra ha acabado, ¡ilegalicemos Amaiur! Es el justo castigo por haber apoyado y defender las tesis de ETA, ostracismo civil para los restos, que se jodan esos más de 300.000 vasco-navarros que les votan por malos españoles, que se joda el resto de vascos si creían que la cosa iba de normalizar su país de mierda, su puta región y no se hable más, de facilitar la incorporación a la vida civil normal de toda esa gente. ¿No dicen que no son españoles, que no quieren serlo? Pues a tomar por culo, se les ilegalizan y se acabó la araña separatista, se acabó el problema porque semos españoles y es aquí es tradición arreglar las cosas a las bravas, cargándote al contrario, imponiendo el silencio al que piensa distinto, sin piedad en la victoria; joder, que no somos británicos con siglos de tradición democrática y pactos entre diferentes para andarnos con putos procesos de paz a lo Ulster o referendos con escoceses de mierda, taría bueno.

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